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Cayetano González

La ruptura de España, más cerca

España y los españoles tienen un gravísimo problema: la ruptura y a la descomposición del régimen constitucional del 78.

Si en la dirección del Estado se coloca a los herederos políticos de ETA y a los que han impulsado antes de ayer la independencia de Cataluña; si te apoyas en Bildu y en ERC para gobernar; si en un tweet en la cuenta oficial del PSOE se califica de “valientes y patriotas” a los 188 diputados –entre ellos los cinco de Bildu y los trece de los de Junqueras– que han votado a favor de los Presupuestos; si uno de los socios del Gobierno de coalición se dedica un día sí y otro también a atizarle a Felipe VI y a proclamar que la República está cada vez más cerca, entonces España y los españoles tienen un gravísimo problema: la ruptura y a la descomposición del régimen constitucional del 78.

Este diagnóstico no tiene nada de exagerado. Está basado en hechos, en actuaciones de este Gobierno social-comunista cuya velocidad de crucero puede haber sorprendido a algunos biempensantes que suponían que no iban a ir tan rápido ni a atreverse a tanto. Da lo mismo que España esté viviendo una pandemia que se ha cobrado decenas de miles de vidas. No importa que la situación económica como consecuencia del covid-19 esté mandando al paro a miles de personas. El Gobierno, con la pareja Sanchez-Iglesias al frente, sigue con su proyecto ideológico y sectario; como muy bien enunció hace unos días la presidenta de la Comunidad de Madrid: “No es que estén gobernando sólo para media España, sino que gobiernan contra la otra media”.     

Los próximos pasos son evidentes: en el caso de Cataluña, si al final hay elecciones autonómicas el 14 de febrero, se formará un Gobierno tripartito presidido por ERC, con el PSC y Podemos de acompañantes. A partir de ahí, habrá indultos para los políticos presos por el intento de golpe de Estado; se llevará a cabo un cambio en el Código Penal para rebajar o atemperar el delito de sedición y se negociará una fórmula para un referéndum sobre la independencia que en este caso sí tendrá consecuencias prácticas en la relación de Cataluña con el resto de España.

En el País Vasco, Sánchez e Iglesias tropiezan con dos obstáculos. Por un lado, la fortaleza probada del PNV, partido al que no es fácil arrinconar en el País Vasco, ya que, además de gobernar en Ajuria-Enea, también lo hace en las tres diputaciones forales y en la mayoría de los ayuntamientos importantes, incluidas las tres capitales vascas. De momento Sánchez necesita sus votos en el Congreso. El PNV ya ha visto las orejas al lobo y sabe que si en unas próximas autonómicas la suma de Bildu, PSE y Podemos da para gobernar, habrá un tripartito con Otegui como lehendakari. Pero aquí reside el segundo obstáculo: el desprecio que la izquierda abertzale siente por la izquierda populista y no vasca de pura cepa que representa Podemos es infinito.

El panorama es ciertamente desolador, más cuando se contempla el espectáculo de la oposición, de la falta de alternativa a día de hoy. Ahora resulta que el PP, con un Casado que ha mutado respecto al que ganó las elecciones primarias de su partido hace casi dos años y medio, pone toda su esperanza en pescar en el caladero de los socialdemócratas “moderados” del PSOE. Menudo desconocimiento de lo que es la base social del partido que fundó Pablo Iglesias y de lo que piensan del PP. Ciudadanos se ha convertido en un partido irrelevante y VOX no acaba de hacer el esfuerzo de pulir algunos perfiles, algunos mensajes que resultan un tanto histriónicos. El PP, con esa estrategia de giro al centro, les ha puesto en bandeja ocupar todo el espacio de la derecha, una oportunidad que deberían aprovechar los de Abascal de forma inteligente: sin renunciar a la defensa de los principios y valores por los que se han hecho un hueco en el mapa político, pero modulando la forma de expresarlos y defenderlos. 

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