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Cayetano González

Quo vadis, UPN?

El partido sale muy tocado de este episodio, y se dañará aún más si comete el error de expulsar a Sayas y Adanero.

El partido sale muy tocado de este episodio, y se dañará aún más si comete el error de expulsar a Sayas y Adanero.
Una militante de UPN, junto a un grafiti en el que aparecen Carlos Gª Adanero y Sergio Sayas. | EFE

Unión del Pueblo Navarro nació en 1979 como consecuencia del profundo malestar que en muchos cargos públicos y militantes de la UCD de Navarra produjo el pacto de Adolfo Suárez y el PSOE con el PNV para introducir en la Constitución la Disposición Transitoria Cuarta, por la que se abría la puerta a la posible incorporación de la Comunidad Foral de Navarra a la Comunidad Autónoma Vasca. Un objetivo deseado también por ETA.

Desde su fundación, UPN ha sido un dique de contención ante esas aspiraciones anexionistas y ha llegado a presidir el Gobierno de Navarra durante 23 años, en dos etapas diferentes: de 1991 a 1995 y de 1996 a 2015. Pero en los últimos siete años la Comunidad Foral ha estado en manos de Geroa Bai, la marca navarra del PNV, y del PSN: desde 2019 preside el Gobierno la socialista María Chivite, gracias al apoyo de Geroa Bai y de Bildu.

UPN sufrió en sus filas el zarpazo terrorista de ETA: Tomás Caballero, concejal y portavoz del partido en el Ayuntamiento de Pamplona, fue asesinado el 6 de mayo de 1998, y José Javier Múgica, concejal en Leiza, corrió la misma suerte el 14 de julio de 200. ETA siempre vio en UPN un obstáculo a eliminar para conseguir su objetivo de una República Socialista de Euskadi que conllevaba la incorporación de Navarra a la Comunidad Autónoma Vasca. "Nafarroa Euskadi da", "Navarra es Euskadi", era una consigna muy coreada en todas las manifestaciones de la izquierda abertzale.

Si hay en estos momentos un sitio clave para la consolidación del frente popular liderado por Sánchez, en el que ETA, a través de su heredero político, Bildu, es un actor principal, es precisamente Navarra, donde ya gobierna el PSN con el apoyo indisimulado de Bildu. La siguiente estación será sin duda el País Vasco. Si Sánchez continúa en la presidencia del Gobierno tras las próximas elecciones generales, impulsará en Vitoria un Gobierno vasco que estará presidido por un lehendakari de Bildu, con el apoyo del PSE y Podemos.

Conociendo y sabiendo de estos planes –en el caso de Navarra son ya hechos–, resulta absolutamente incomprensible la postura adoptada por la dirección de UPN de votar a favor de la reforma laboral del Gobierno Frankenstein encabezado por Sánchez. El presidente de la formación navarra, José Javier Esparza, ha argumentado que UPN es un partido de Estado y que siempre ha estado a favor de la concertación social.

No se me ocurre una razón de Estado más importante que defender la españolidad de Navarra y que esta siga siendo una comunidad foral con identidad propia, reconocida en la Ley de Amejoramiento del Fuero. ¿Por qué entonces apoyar a un Gobierno –en algo que para Sánchez era vital– que pacta con los herederos políticos de ETA en Navarra, en el Congreso de los Diputados y donde haga falta?

Los dos diputados de UPN, Sergio Sayas y Carlos García Adanero, que se negaron a seguir esas directrices de la dirección de su partido actuaron con dignidad al negarse a ser unas meras marionetas que aprietan un botón en su escaño, y su voto conectó mucho mejor con lo que piensan y desean los militantes y votantes de la formación foral navarra que con lo que había decidido su dirección.

El partido sale muy tocado de este episodio, y se dañará aún más si comete el error de expulsar a esos dos diputados. La dirección de UPN ha transmitido una imagen de confusión, de no saber dónde está el adversario político, de no ser consciente de la gravedad del momento, de no dar la importancia debida a lo que está haciendo el PSOE en Navarra con el apoyo de Bildu. ¿Cómo se puede estar tan ciego?

El espacio del centro-derecha en Navarra no está para muchas bromas. Con un PP que prácticamente no existe –su presidenta, Ana Beltrán, pasa la mayor parte del tiempo en Madrid, donde es diputada y miembro de la dirección nacional de su partido–, con Vox y Ciudadanos sin representación institucional, esta actuación que debilita claramente a UPN ha activado todas las señales de alarma. Quizá sea el momento de que todas las fuerzas del centro-derecha piensen más en España que en sus intereses partidistas; en el peligro que acecha a Navarra y en buscar una fórmula sólida para hacer frente a la ofensiva que sobre esa tierra han lanzado los nacionalistas vascos, los herederos políticos de ETA y el PSOE.

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