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Cristina Losada

Chupito cada vez que digan "neoliberal"

Desde que la izquierda está donde el PSOE, tal como reza el nuevo lema del partido, se han multiplicado las alusiones de sus dirigentes al neoliberalismo.

Desde que la izquierda está donde el PSOE, tal como reza el nuevo lema del partido, se han multiplicado las alusiones de sus dirigentes al neoliberalismo.
EFE

Desde que la izquierda está donde el PSOE, tal como reza el nuevo lema del partido, se han multiplicado las alusiones de sus dirigentes al neoliberalismo. Cierto que la "agenda neoliberal" ya fue usada como espantajo por reencarnaciones anteriores del Partido Socialista, que solían endilgársela al PP en la forma más siniestra de "agenda oculta" –¡y tan oculta!, dirían los neoliberales–. Pero después hubo una pausa. Dejaron de emplear el término con aquella frecuencia y dieron una tregua al enemigo. La tregua se ha roto, como decía, desde que el PSOE es el de "aquí está la izquierda" y no allá. Una ruptura que ya se veía venir en los documentos programáticos de la segunda candidatura a secretario general de Pedro Sánchez.

Si los socialistas han vuelto a cargar sus escopetas retóricas con ese término será porque creen que funciona: que poner en la diana al "neoliberalismo" los sitúa más claramente en el campo de la izquierda, que es, supongo, de lo que se trata. Desde esa perspectiva, tener un enemigo ideológico es fundamental, de modo que están tratando de cubrir al PP de Rajoy con algún manto ideológico –y mira que no es fácil– que lo haga más detestable y ominoso para la gente de la izquierda. Pero el neoliberalismo cumple otra función nada desdeñable, que también cumple el término derecha: facilita enormemente el discurso de oposición. Y es que si se está en contra de algo, basta decir que se está en contra porque es "neoliberal". No hay que explicar nada más.

Acaban de hacerlo con el techo de gasto. El PSOE, frente a lo que hizo el año pasado, esta vez va a votar en contra. ¿Por qué? Muy sencillo, porque "obedece a una ideología conservadora y neoliberal que pretende cambiar el modelo y reducir el Estado social a la mínima", según dijo el secretario de Organización, José Luis Ábalos. Para qué vas a exponer la serie de razones por las que piensas que el techo de gasto aprobado por el Gobierno es perjudicial, para qué vas a tomarte la molestia de demostrar que aboca a una reducción del Estado del Bienestar, si lo arreglas con un anatema ideológico.

En materia de retórica política, en España tenemos muchos partidarios del "burro grande, ande o no ande". Esto es, tenemos muchos partidarios de las grandes palabras, de las grandes confrontaciones ideológicas, de las grandes guerras de cosmovisiones y de las grandes batallas entre el Bien y el Mal. Y, así, por ese fetichismo de las grandes palabras, resulta que tenemos pocos partidarios de entrar en la idoneidad de las propuestas, en su eficacia, en sus efectos, en todo aquello que es susceptible de medida y de negociación.

Será una lástima que el PSOE opte por mantener el debate político en el plano cuasimágico del choque de ideologías. Que tome el atajo fácil de proclamar que algo es malo porque es "neoliberal", o "conservador y neoliberal" –que son cosas distintas y algunos dirían que opuestas–, y no la senda, aquí tan poco transitada, de lo que podríamos llamar "la letra pequeña de la política". Claro que, caso de hacerlo en este asunto del techo de gasto, se iba a topar con más de un obstáculo. Con el europeo, para empezar, ya que tendría que hablar del objetivo de déficit establecido por Bruselas. Un objetivo, ese esquivo 3%, que por cierto tiene su origen en el socialista Mitterrand. Porque una regla que el presidente francés se inventó para frenar las demandas de gasto de sus ministros fue la que después se entronizó en el Tratado de Maastricht y el Pacto de Estabilidad y Crecimiento. Mitterrand, vaya, de toda la vida un neoliberal. Malo.

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