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Cristina Losada

La epidemia estigmatiza

Las restricciones que se imponen dañan más a quienes tienen peores sueldos y empleos.

Las restricciones que se imponen dañan más a quienes tienen peores sueldos y empleos.
Una calle de Barcelona. | EFE

Nada se lee ya de cómo la epidemia estigmatiza a los pobres. Esto fue tema en otoño, pero se ve que sólo porque el sujeto que estigmatizaba era la Comunidad de Madrid con el confinamiento perimetral de los barrios del sur de la capital. Acabada aquella fase de indignación dirigida contra Ayuso –siempre se olvidan de Aguado–, el concepto estigmatización dejó de aparecer en las declaraciones y los tuits de los políticos de PSOE y Podemos. No era más que el lema de una campaña de agitación. Ninguna reflexión había detrás. Ninguna novedad. Y, sin embargo, es con el paso del tiempo como se puede apreciar mejor a quiénes están afectando más duramente las medidas que se toman para contener el avance del virus. 

Hay una decisión reciente del Gobierno que sirve como primer ejemplo. El Consejo de Ministros ha aprobado, por fin, tantos meses después, que el coronavirus se considere enfermedad profesional para el personal del ámbito sanitario y sociosanitario. Pero no incluye a los equipos de limpieza y mantenimiento de hospitales y centros de salud. “Todo lo que son subcontratas” se queda fuera, ha dicho el ministro de Inclusión. Repito, el de Inclusión. El motivo es que no son trabajadores del sector público. Feo como el estigma: los trabajadores menos protegidos laboralmente serán también los menos protegidos si se contagian y tienen secuelas. Que el personal de limpieza de los hospitales corre el riesgo de contagiarse mientras desempeña su trabajo parece evidente. Que está entre los peor pagados, también. Los del otoño caliente hubieran gritado “¡discriminación y estigmatización!” si no los hubieran excluido ellos. 

Las restricciones a las que recurren con más frecuencia los Gobiernos perjudican con mayor intensidad a las personas de rentas más bajas. Los empleos que suelen tener no admiten el teletrabajo y muchos de esos puestos simplemente desaparecen en el torbellino de cierres totales o parciales que fuerzan o provocan las restricciones. ¿Tendríamos que decir que la política de restricciones, toques de queda y confinamientos estigmatiza a los pobres? Estigmatizar lleva carga de moralina. Esa carga es la única que interesa a la actual izquierda, que todo lo moraliza y sentimentaliza. Soltando esa carga inútil, la cuestión queda cruda y desnuda: las restricciones que se imponen dañan más a quienes tienen peores sueldos y empleos

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