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Cristina Losada

La política del indulto imperial

Será otro caso que demuestre que la ley no es igual para todos.

Será otro caso que demuestre que la ley no es igual para todos.
EFE

En la gran manifestación contra el golpe separatista que se hizo en Barcelona el 8 de octubre del año pasado, Josep Borrell, hoy ministro de Exteriores, se revolvió contra la falta de respeto a la Justicia que, según su parecer, estaban mostrando los asistentes al corear con frecuencia y vehemencia: "¡Puigdemont a prisión!".

Haciendo un inciso en el discurso que pronunciaba, Borrell afeó al público aquel clamor como si fuera una intromisión en decisiones que sólo los jueces podían tomar. Como si corear aquello transformara automáticamente a la manifestación en un tribunal popular y una plebe linchadora. Yo, que asistí a aquella primera ruptura de la espiral de silencio en Cataluña, no escuché a Borrell. La aglomeración me impidió concluir el trayecto. Pero si le hubiera oído me habría quedado de piedra por una regañina que era, a todas luces, salirse de madre.

La reprimenda de Borrel fue en los siguientes términos: "No gritéis como las turbas del circo romano. A la prisión nada más va quien dice el juez que debe ir". Eso ya lo sabían los ciudadanos a los que comparó con el público del circo romano, un público que, según la leyenda y las películas, siempre estaba sediento de sangre y pedía la ejecución del gladiador caído. Lo que no sabían los abroncados es que el Gobierno del que iba a formar parte después Josep Borrell echaría mano de otro ritual del circo romano para aliviar las penas de los cabecillas del golpe separatista: la clemencia del emperador. Porque eso es, mutatis mutandis, el indulto que el Gobierno está poniendo en el horizonte de los procesados por rebelión y sedición. La medida con la que podría dejar sin efecto una sentencia condenatoria.

A ver qué dice Borrell de esa intromisión para anular las decisiones que tomen los tribunales. A ver si resulta que al hombre que regañó a las turbas por pedir cárcel para Puigdemont le parece mejor que quien decida finalmente sobre la condena y prisión de los golpistas sea el Gobierno: el emperador en el circo. Y no estamos en la antigua Roma, sino en una democracia con separación de poderes, en teoría al menos, y en un Estado de Derecho.

El indulto imperial se presentará entre algodones retóricos, después de hacerle muchas reverencias, corteses e hipócritas, a la independencia judicial. Exactamente como hizo la vicepresidenta al pronunciarse a favor de levantar la prisión provisional de los acusados si el juicio se retrasa. A Calvo le parece lógico que los jueces decidan "sin presiones" lo que a ella le parece lógico. ¡Sin presiones! Claro: la presión ya la está ejerciendo con sus declaraciones, que no van a ser las últimas ni las únicas formas de presión que emplee el Gobierno.

La traducción real de "soluciones políticas a problemas políticos", perogrullada con la que se quiere decir que los políticos separatistas están por encima de la ley, era ésta: indultos si los condenan y salida de la cárcel de los que están en prisión provisional cuanto antes. Los socialistas quieren perdonar a los que atropellaron la soberanía nacional nada menos que en nombre de la empatía. Pero su obsesión por ganarse el afecto –y alguna otra cosa– de los independentistas les impide ver la cara B de su perdón para los que dieron el golpe.

Es muy sencillo. Quítese la adscripción política y lo que queda es que piensan indultar a unos políticos, miembros de un Gobierno, si la Justicia determina que cometieron graves delitos. Para la opinión pública no serán los pobres separatistas con los que hay que empatizar: serán otros políticos más que pueden saltarse la ley sin que les pase nada. Serán unos políticos más que se van de rositas. Y será otro caso que demuestre que la ley no es igual para todos. Francamente, yo no sé dónde han estado los socialistas estos años. No parecen haberse enterado de que fue la percepción de que la clase política está por encima de la ley lo que hizo saltar en pedazos el mapa de partidos y hundió al suyo. Pues nada, continúen.

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