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Cristina Losada

Mitos de la tribu socialista

González fue un mito construido sobre la marcha y un mito que funcionó, y hoy Sánchez necesita el aliento del mito más aún que el del CIS.

González fue un mito construido sobre la marcha y un mito que funcionó, y hoy Sánchez necesita el aliento del mito más aún que el del CIS.
Felipe Gonzalez y Anfonso Guerra | Archivo

Van a ser los 40 años de la primera victoria electoral de Felipe González y la duda ha quedado, de momento, resuelta. La duda venía de que la Ley de Memoria Democrática dice que después de aquella victoria se produjeron, en España, violaciones de derechos humanos a "personas que lucharon por la libertad y la democracia". A instancias de los herederos de ETA y de otros, la ley alargó hasta 1983 prácticamente la vigencia de la dictadura franquista. ¿Qué hacer entonces con lo de octubre de 1982? A la vista está. En el partido van a celebrarlo como si la Memoria pergeñada por Sánchez no le hubiera hecho ese feo a González. El PSOE tiene tanta historia como capacidad para desfigurarla.

González fue un mito construido sobre la marcha y un mito que funcionó, y hoy Sánchez necesita el aliento del mito más aún que el del CIS. A la vera del sevillano, el presidente soltó el tópico del color ("España decidió pasar al color de la modernidad desde el blanco y negro"), que está más visto que el tebeo. La modernidad o la modernización es uno de los mitos preferidos de la tribu socialista. Quiere el mito que la modernidad sólo pueden traerla los socialistas a un país que, sin ellos, permanecería eternamente en el atraso. Pero lo cierto es que los dos grandes impulsos modernizadores, que fueron la pertenencia a la Comunidad Europea y a la OTAN, los iniciaron los Gobiernos de UCD. Y la entrada en la Alianza Atlántica —"de entrada, no"— estuvieron a punto de revertirla los socialistas.

Poco influye la realidad de los hechos en quienes creen que siempre están en el lado correcto de la Historia. Este otro mito de la tribu no se privó Sánchez de repetirlo. La tribu ha de vivir en la creencia de que los Gobiernos de los suyos no son ni pueden ser Gobiernos como los demás. Tienen que ser los más virtuosos, más excepcionales y más extraordinarios. Pero lo más extraordinario de la era González fue su duración. Mantenerse catorce años en La Moncloa tiene su mérito, y no se lo vamos a discutir, pero la cuestión es cómo y a costa de qué. Nadie iba a tener tanto poder como aquel PSOE, y a nadie se le puede aplicar con mayor justeza el dictum de Acton: "el poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente". No fue sólo la corrupción del "corrupsoe", sino la corrupción del abuso de poder. Y a Montesquieu aún no se le ha desenterrado.

Pese a todos los excesos de aquella época, la comparación entre los dirigentes socialistas de entonces y los que les sucedieron, aunque no salva a los primeros, no mejora nada a los últimos. Lo peor del paso del tiempo es que cualquier tiempo pasado empieza a parecer mejor.

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