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Cristina Losada

No basta conquistar los medios para conquistar el poder

La comunicación política es importante, nadie lo niega. Sin embargo, no es suficiente.

La comunicación política es importante, nadie lo niega. Sin embargo, no es suficiente.

Si en Francia el Frente Nacional fue el partido más votado en las elecciones europeas y un sondeo hace dos meses situaba a Marine Le Pen con el mayor número de votos en la primera vuelta de unas presidenciales; si en Italia el Movimiento 5 Estrellas fue el partido más votado en las generales de 2013 y el segundo en las europeas; si en Grecia se vaticina una victoria de la coalición Syriza, aunque no es la primera vez que se hace el pronóstico; si, en fin, la disputa de la hegemonía a los partidos tradicionales es un fenómeno europeo y del Sur europeo en particular, nada tiene de imposible que un partido como Podemos, que es el partido del cabreo y del castigo, llegue a ser la tercera, segunda o primera fuerza del Parlamento. La cuestión, claro, es si lo posible también es lo probable.

Quizá nos llevara a alguna parte trazar analogías entre la fragmentación del voto en ciernes y la fragmentación de las audiencias televisivas. Es tentadora la comparación si se piensa que la fragmentación de las audiencias es un bluf: una fragmentación de la misma clase de bazofia. Y lo es más cuando se trata de Podemos, que es un partido que actúa en los platós televisivos, y prácticamente sólo en ellos, pues el Parlamento Europeo no es una cámara de resonancia. Pero dejo esa tentación a un lado, igual que la de atribuir a una operación política deliberada la presencia favorecida (y con favoritismo) de ese partido en ciertos medios. No hace falta suponer deliberación. Hay rasgos de los medios, de los nuestros, que favorecen mensajes y estilos como los que representan los portavoces de Podemos. Han encajado y han sobresalido en un hábitat que ya estaba ahí.

No hay más que recordar el tratamiento mediático realmente espectacular que los medios dieron al 15-M. Era el gran advenimiento. Como lo es ahora el de Podemos. Ha hechizado de tal manera a los medios que los comentaristas, incluso los críticos, elogian la inteligencia de sus fundadores, contraponiéndola implícitamente a la estupidez de los partidos tradicionales. Hombre, no sé yo. Pero no deben de ser tan imbéciles unos partidos que han conseguido mantenerse como las opciones mayoritarias de los españoles durante casi cuatro décadas. En los medios impresiona mucho lo nuevo, lo inesperado y lo que está en alza. De ahí que ya tenga Podemos un embrión de corte mediática. Para lo que puedan necesitar.

Los del 15-M no llegaron a tener rostro; su esencia, el asamblearismo, ningún portavoz, ningún representante (hasta ese punto el "No nos representan"), era también su debilidad. Un error en el que no incurren los de Iglesias, que van de asamblea de nombre y montan el partido de siempre: controlado por la dirección. La clave de su fuerza está en disponer del comunicador, un gran comunicador, sin duda, para el nivel-Maribel que hay. Pero sospecho que ahí está, al mismo tiempo, su talón de Aquiles. La comunicación política es importante, nadie lo niega. Sin embargo, no es suficiente. Menos aún cuando se reduce al mundillo de las tertulias televisivas, a los lances de los supuestos debates, al quién gana a quién las discusiones, a las habilidades y trucos de tertuliano. Y hete aquí que Podemos cree que ese escaparate es todo lo que necesita, que basta conquistar (a) los medios para conquistar el poder.

El Movimiento 5 Estrellas, el de Beppe Grillo, que es su hermano mellizo, fue probando suerte y, lo que es más decisivo, se fue haciendo familiar en elecciones regionales y locales. En cambio, Podemos no se va a presentar a las municipales ni a ninguna convocatoria electoral previa a las generales. Se reservan. No quieren salir del plató. No quieren manchar su marca con el barro de la política. Así, cuando lleguen las generales será quizá una marca limpia, pero nadie tendrá conocimiento directo de su desempeño en la política que se hace fuera de los platós.

Únase a eso el dato colateral que ofrece la encuesta de Metroscopia que los sitúa primeros en intención de voto a las generales: la mayoría cree que las propuestas de Podemos no son realistas, que no tiene ideas claras para superar la crisis y que no es el único partido en el que se puede confiar. Todo ello me conduce a una conclusión provisional: lo posible resulta improbable.

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