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Cristina Losada

Nostalgia de la ruptura

Un beso de Carrillo, ¡a ver quién iguala eso!

Desde sus primeros pasos, Podemos, aunque surgido en la actualidad de la crisis, fue ante todo reflejo de un ayer. No se trataba sólo de la añoranza del comunismo que se detecta en tantos viejos y nuevos odres de la izquierda a la izquierda de los socialdemócratas. La suya era una nostalgia más específica. Una nostalgia por lo que no ocurrió en España hace más de cuatro décadas. Era la nostalgia de la "ruptura" tal como la visualizaba la extrema izquierda de las postrimerías del franquismo: una fractura revolucionaria provocada por el galope de "las luchas" - obreras, estudiantiles, nacionalistas.

Señal temprana de que esa era la fuente emocional de la que bebían Iglesias y otros fundadores fue que recuperaran L'estaca de Llach como himno de sus actos públicos. La cantaban con el gesto infantil de cogerse de la mano, pero la cantaban, transportándose a la época mitificada, aquella en la que "las luchas" pudieron - cree el mito- cambiar "transición" por "revolución". Su inicial, indisimulado repudio de la Constitución - un candado a romper- igual que aquellas palabras de Iglesias diciendo que ETA lo había entendido antes que nadie, fueron señales más graves e inequívocas. La nostalgia no aportaba únicamente un espejismo sentimental. Era un programa político.

El mito de la "ruptura que no fue, pero pudo ser" reaparece, cada tanto, en decisiones políticas de Podemos y quizás explique las más inexplicables. Como su rechazo a la oferta de coalición del PSOE. En las conversaciones fue obstáculo destacado la exigencia de Iglesias de designar al titular del Ministerio de Trabajo. Pero la cuestión interesante, la que entronca con la nostalgia de "la ruptura" y "la lucha", es a quién quería poner Iglesias al frente. Era la diputada por Pontevedra, Yolanda Díaz, ex diputada autonómica gallega, ex concejal del Ayuntamiento ferrolano, y, sobre todo, alguien que, como se ocuparon de transmitir a la prensa, "se ha criado desde niña en la lucha sindical de los astilleros de Ferrol".

Díaz, que lleva en cargos públicos desde el año 2003, es hija de un militante comunista, que fue secretario general de CCOO en Galicia toda la década de los 90. Durante los sucesos de la huelga de Bazán en 1972, fue detenido y encarcelado, siendo entonces trabajador de Astano. Aquella huelga, cuyos líderes más destacados fueron Rafael Pillado y Manuel Amor Deus, fue reprimida con disparos por la policía, causando dos muertos y decenas de heridos. Lógicamente, la diputada no pudo vivirla, porque tenía un año de edad, pero la experiencia de su padre, su entorno familiar y el hecho de que, como suele recordar en entrevistas, el propio Carrillo la saludara con un beso siendo niña, aportan la materia mítica tan apreciada por Iglesias. Y tan necesaria, a sus ojos, para ser ministra de Trabajo. Un beso de Carrillo, ¡a ver quién iguala eso!

No lo igualan seguro los dirigentes de los sindicatos CCOO y UGT con los que acaba de reunirse Pedro Sánchez para que dijeran que los partidos de izquierda deben llegar a un acuerdo programático. Son del sindicalismo que hay desde hace tiempo, el que lucha por la subvención. No queda ahí ya aureola mítica. Sin ella, poco ascendiente tendrán sobre Podemos. Si Sánchez quiere atrapar a Iglesias en su telaraña, tendrá que probar a tejerla con mitos.

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