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Daniel Blanco

Luis Enrique y su más que posible adiós

Cuentan que la mañana del siete de enero, Messi le dijo al presidente que decidiera entre él y el entrenador, una amenaza con un resultado previsible.

Cuentan que la mañana del siete de enero, Messi le dijo al presidente que decidiera entre él y el entrenador, una amenaza con un resultado previsible.
Luis Enrique da instrucciones. | EFE

A las once de la noche del pasado 4 de enero, domingo, un nubarrón negro se echaba encima del Barcelona. Tras el partido en San Sebastián que acabó con una dolorosa derrota, Luis Enrique se veía sólo. Quizá lo ha seguido estando desde entonces pero aquella noche la decisión de sentar a Neymar y a Messi tras concederles él mismo más permiso que a los demás después de las vacaciones de navidad, dilapidaba practicamente todo el crédito del asturiano. Se ha encargado de reconducir la situación pero ya no es lo mismo. La herida estaba abierta.

Cuentan que la mañana del siete de enero, Leo Messi le dijo al presidente que decidiera entre él y el entrenador, una amenaza que, evidentemente, tenía un resultado previsible. No me imagino a Bartomeu diciéndole al auténtico dueño del vestuario que no, que era el entrenador el que se quedaba y que el astro argentino debería marcharse. Sinceramente no me imagino esa situación, como creo que nadie lo hace.

Esa misma tarde Bartomeu convocó elecciones y dos días antes, el lunes 5 de enero tras la derrota liguera, el presidente destituía al entonces director deportivo Andoni Zubizarreta, no por su gestión deportiva que no ha sido le mejor (tampoco la peor) sino por unas declaraciones del ex portero a Mónica Marchante en Canal Plus. "Pregúntenle al presidente, que es el que firmó, sobre el contrato de Neymar". Terremoto asegurado, destitución cantada.

A Luis Enrique, me cuentan, que le llegó por alguien de dentro del vestuario, la presunta reunión entre Messi y el presidente y que decidió entonces que aquello no iba bien. No decidió marcharse, como se ha publicado, pero sí decidió que aquello no era lo correcto. A partir de entonces, contaba Petón en Futbol es Radio el lunes pasado, que el asturiano decide buscar un aliado en el vestuario. Tiene varios, jugadores que le apoyan con los ojos cerrados, pero él quiere que su aliado sea un auténtico capitán. Elige a Javier Mascherano para que sea su proyección en el campo. Reconduce de alguna manera la situación. El mediocentro convertido en central es íntimo amigo de Messi. Dicen que Masche fue el gran mediador y que la relación entre el delantero y el técnico ha mejorado un poco hasta hoy.

El Barcelona ha conseguido la Liga y es favorito para conseguir los dos títulos restantes, el próximo 30 de mayo ante el Athletic en la final de Copa y el 6 de junio en Berlín ante la Juve en la Champions. Eso no quita para que la sensación sea la de que Luis Enrique se va a marchar. Lo hará más fácil si consigue ganar los tres títulos, como una forma de decirle a todos que esto se acabó, que él ha hecho el trabajo que se le encomendó (en realidad mucho más, porque nadie pensaba en varios títulos) y es una forma de consagrarse como entrenador. Porque es verdad que en el Barcelona juegan, y mucho, los jugadores, pero también es cierto que por esa regla de tres se conseguirían varios títulos todos los años y no ha sido así. Algo habrá hecho Luis Enrique.

Lo contaba el otro día Petón y estoy muy de acuerdo con él, tanto que le compro la teoría totalmente. Un entrenador de un equipo grande tiene tres opciones. Llegar como un sargento proclamando a los cuatro vientos que mandas en el vestuario, quedarte de perfil y hacer practicamente lo que los jugadores manden, y otra, que es la que ha usado Lucho, empezar muy autoritario pero comprender a medida que pasen los meses que esto no funciona así, que es más fácil para todos ceder en algunos aspectos. Más opciones de victoria tendrás, no te enemistas mucho con nadie, aceptas caprichos pero impones tus condiciones y tu forma de ver las cosas. Eso sí, te desgastas más y te apetece no seguir. Creo que Luis Enrique, el 7 de junio, pensará eso.

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