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Daniel Rodríguez Herrera

Mejor matar que violar

El caso de los exjugadores del Arandina debería hacer sentarse a reflexionar a cualquiera que no haya sido completamente abducido por el feminismo tóxico de izquierdas.

El caso de los exjugadores del Arandina debería hacer sentarse a reflexionar a cualquiera que no haya sido completamente abducido por el feminismo tóxico de izquierdas.
Manifestación a favor de los exjugadores de la Arandina (2018) | EFE

El caso de los exjugadores del Arandina debería hacer sentarse a reflexionar, siquiera brevemente, a cualquiera que no haya sido completamente abducido por la perspectiva de género, léase feminismo tóxico de izquierdas.

Tres jóvenes han sido condenados a 38 años por violar a una menor. Según la estúpida doctrina del Tribunal Supremo, habrían cometido tres delitos cada uno, uno por la violación que habrían cometido personalmente cada uno y otros dos por cooperar en las violaciones perpetradas por sus compañeros. De modo que salen con una condena mucho más larga que, por ejemplo, la de doce años y medio que se pide a la asesina de Valencia que mató a su pareja por querer dejarla, y cuyo crimen fue grabado por la propia víctima. Y no hablemos ya de lo barato que sale asesinar a un señor por llevar tirantes con la bandera de España.

En primer lugar, esta sentencia es un desmentido clamoroso a esa idiotez de que "el Estado opresor es un macho violador", que cantan en rigurosa formación las adolescentes de género estos días por medio mundo. Se supone que vivimos en un patriarcado construido para favorecer a los hombres y perjudicar a las mujeres, pero la condena por una violación cometida por hombres es el triple que la de un asesinato cometido por una mujer. Además, también deja claro un mensaje a futuros hijos de puta: más te vale que mates a tu víctima después de satisfacerte. Será más difícil que te pillen, al haberte deshecho del único testigo de tu delito, y en el caso de que acabes entre rejas, igual tu condena va a ser la misma. ¡Qué digo igual! Será mucho menor. ¿No debería esto preocupar a quienes tanto aseguran querer proteger a las mujeres? ¿No se les ha ocurrido pensar en el incentivo perverso que están creando?

Pero los detalles de este caso concreto también deberían preocuparnos a todos. Porque suponen un caso flagrante de violación de la presunción de inocencia. Sí, ya veremos, saldrán los perezroyos con alambicadas explicaciones de que en realidad no es así. Pero lo cierto es que esta condena se ha basado exclusivamente en la declaración de la víctima, víctima que no sólo ha cambiado de testimonio en más de una ocasión, sino que alardeó ante sus amigas de que si los ahora condenados hablaban de más respecto a las relaciones sexuales consentidas que había mantenido con ellos se iban a cagar. Según la sentencia, los cambios en la declaración se deberían a las presiones de las redes sociales, de modo que se acepta el testimonio como única prueba de cargo contra los acusados. La palabra de ella contra la de ellos… y la suya propia en otros momentos. Da igual: es suficiente para que se pasen décadas entre rejas.

Hace unas semanas Rocío Monasterio aseguraba en un programa de televisión que Vox estaba a favor de la cadena perpetua para los maltratadores; así, sin ningún tipo de gradación; da igual una bofetada que un asesinato. El partido, hasta donde yo sé, nunca la ha desmentido, de modo que cabe suponer que es su postura oficial. Si esta condena les parece aberrante, imaginen el escenario que plantea el partido de Abascal: una mujer, en pleno proceso de separación, con hijos de por medio, denuncia a su marido y en virtud de su único testimonio logra la condena. El partido que supuestamente lucha contra la ideología de género apoya poner en manos feministas unas armas de destrucción masiva que ni siquiera se han atrevido a pedir las más delirantes del más delirante grupo de ideólogos que el mundo haya visto. Y este es el único partido que se opone a la Ley de Violencia de Género.

Está visto que no hay un solo partido en España con una postura racional sobre el feminismo. A este paso vamos a tener que emigrar.

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