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EDITORIAL

Banderas de primera y de segunda

Un acto que busca reafirmar la unidad de los países europeos no puede ser una exaltación provinciana del separatismo, por más que le pese a Rajoy.

La organización del Festival de Eurovisión ha dado marcha atrás a su decisión inicial de incluir ar la bandera vasca en el listado de enseñas expresamente prohibidas. Los organizadores, con muy buen criterio, habían decidido excluir de los símbolos autorizados aquellos que sustentan determinadas reclamaciones independentistas o con un marcado carácter polémico en el orden territorial.

Es cierto que la Ikurriña es la bandera oficial de la comunidad autónoma vasca, pero no se puede olvidar que en su origen fue la enseña de una formación política, el PNV, que a lo largo de su historia ha sido el principal responsable de fomentar el nacionalismo separatista.

La reacción del Gobierno de España, como siempre que alguien pone en cuestión algún dogma del separatismo, ha sido la de salir inmediatamente en defensa de los nacionalistas agraviados. Sin esa insistencia de la diplomacia española ante las autoridades suecas, la exclusión de la insignia vasca habría quedado como una anécdota más de las muchas que se producen en este certamen cada año. En cambio, gracias a la determinante actuación de Rajoy y García Margallo, los nacionalistas vascos han ganado otra escaramuza en su permanente afán por hacer visibles sus demandas en la escena internacional.

Esa firmeza en la defensa de las enseñas autonómicas desaparece en cambio cuando es la bandera de España, la única que nos representa a todos, la que resulta ultrajada por esos mismos nacionalistas de epidermis tan sutil cuando alguien menosprecia sus símbolos partidistas. La ley de banderas se incumple metódicamente por numerosísimas autoridades públicas y hay ayuntamientos que colocan en sus balconadas la enseña republicana sin que haya la menor reacción por parte del Gobierno. Su presidente y el ministro de Exteriores reservan su celo simbólico para defender el honor de la enseña del PNV, como acabamos de ver en este incidente eurovisivo.

Pero a pesar de los esfuerzos del Gobierno de España, la ikuriña, las banderas regionales y los símbolos separatistas van a seguir estando excluidos del Festival de Eurovisión, en cuyo recinto sólo se admitirán, con impone el sentido común, las enseñas oficiales de los países participantes. Parece lógico que los organizadores de una celebración continental, que busca reafirmar la unidad de los países europeos en torno a un proyecto común, impidan que el acto se convierta en un acto de exaltación provinciana de los que buscan romper la unidad de esas mismas naciones. Y eso por mucho que moleste a los separatistas españoles y a su principal protector, Mariano Rajoy.

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