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EDITORIAL

Ben Laden: ¿De qué se felicita el Gobierno?

La pretensión de vincular el 11-M a la actividad terrorista de Ben Laden se debe al masivo intento de manipulación con el que el Gobierno pretende cerrar una causa que aún recorre los tribunales españoles.

La primera reacción del PSOE ha sido la de mostrar su satisfacción por la muerte de Osama Ben Laden ya que así "se ha hecho justicia" a las víctimas del 11-M. Esa teoría se basa en la suposición no recogida por ninguna sentencia de que el líder de Al Qaeda habría ordenado o siquiera inspirado la masacre de los trenes en Madrid. La primera en lanzar esta versión falsa fue la portavoz de guardia del PSOE, la diputada Elena Valenciano. Después, el vicepresidente del Gobierno en una rueda de prensa de urgencia convocada para hablar de Ben Laden, también abundó en esa teoría en un nada disimulado intento por cerrar el expediente de los atentados de Madrid.

La grosería es de tal calibre que mientras Rubalcaba insistía en felicitarse por la muerte de Ben Laden y en glosar el telegrama de Zapatero a Obama, los periodistas preguntaban sobre Bildu, que era para lo que creían haber sido citados con premura. Al poco, TVE y los medios afines vinculaban las imágenes de Ben Laden con las del 11-M, un planteamiento editorial que prescinde de las precisiones en contra de esa teoría de las dos sentencias sobre el 11-M: la de la Audiencia Nacional y la del Tribunal Supremo.

Si ya resulta extraño que el Gobierno y el PSOE se feliciten por una operación militar de los Estados Unidos, vincular el 11-M a la actividad terrorista de Ben Laden es consecuencia del masivo intento de manipulación con el que se pretende cerrar una causa que aún recorre los tribunales españoles, entre otras muchas razones por la manipulación y desaparición de pruebas consideradas clave. Ahora, imputar el 11-M a Ben Laden aprovechando su muerte tras la acción del Ejército de los EEUU es la consigna y el verdadero objetivo de las comparecencias socialistas, cuyo entusiasmo sobrepasa de largo a sus esfuerzos, incluidos los teóricos, para acabar con la amenaza terrorista que suponía el líder de Al Qaeda. Sólo hay que recordar la poca o nula credibilidad que esos mismos dirigentes atribuían a los comunicados en los que Al-Qaeda aludía a "Al Andalus" o la persistencia con la que atribuían a la propia administración estadounidense la creación y primera financiación del terrorista Ben Laden sobre la base de su participación en la que guerra de la Unión Soviética en Afganistán.

Otra cosa podría deducirse si Rubalcaba hubiera anunciado un aumento de las medidas de seguridad ante la posibilidad de represalias terroristas. Pero contra lo que cabía esperar, contra la lógica y aún admitiendo el riesgo, a Rubalcaba le parece que el nivel de alerta ya es suficiente, que se elevó el pasado mes de octubre y que nada más se puede hacer que lo que ya se hacía antes de la muerte del terrorista más buscado de la historia. No parece muy ortodoxo, como mínimo, admitir el riesgo al tiempo que se descarta incrementar las medidas de seguridad para hacer frente a la amenaza, tan real y objetiva que la mayoría de los gobiernos sí que han aumentado sus niveles de alerta.

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