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EDITORIAL

Caso Bárcenas: Rajoy, mal; Rubalcaba, peor

Si Rajoy ha demostrado su incapacidad para enfrentarse a un problema, lo de Rubalcaba demuestra que en el PSOE tampoco andan sobrados de solvencia.

El culebrón de Luis Bárcenas en torno a las sospechas de financiación irregular del PP ha vivido este domingo un nuevo capítulo con la publicación en el diario El Mundo de un intercambio de mensajes telefónicos entre el extesorero del partido y Mariano Rajoy. A pesar de la expectación desatada, lo máximo que hace Rajoy en los mensajes publicados por el periódico de Unidad Editorial es pedir paciencia a Bárcenas, hasta que en marzo de 2013 el presidente del Gobierno da por zanjado el intercambio. Así pues, lejos de demostrar connivencias culpables, los SMS publicados sólo indican la ya conocida inacción que Rajoy imprime a todos los asuntos que pueden suponerle una molestia inmediata o un problema a medio plazo.

Ahora bien, aunque no quepa extraer de lo publicado la colaboración de Rajoy con un presunto delincuente, sospechoso de haberse enriquecido ilegalmente a la sombra del PP, lo cierto es que semejante manera de conducirse en un asunto tan grave sólo puede acarrear a Rajoy más quebraderos de cabeza, y a los militantes y votantes de su partido un grado mayor de bochorno del que ya padecen, desde que las andanzas financieras de Bárcenas salieran a la luz. En un asunto tan delicado, que afecta de forma determinante a la credibilidad el primer partido político de España, Mariano Rajoy debería haber dado una lección de ejemplaridad con decisiones tajantes, por más dolorosas que fueran en lo personal, única manera de disipar las dudas que, legítimamente, todavía pesan sobre los cuadros dirigentes del partido. El presidente del Gobierno y del PP ha preferido por el contrario dejar transcurrir los acontecimientos e ir a remolque de las revelaciones, verdaderas o no, que su extesorero tenga a bien seguir filtrando a los medios de comunicación, con lo que sofocos como el de este domingo con la portada de El Mundo están más que asegurados en el futuro inmediato.

Pero si Rajoy ha demostrado su incapacidad para enfrentarse a un problema de frente con todas sus consecuencias, lo de Rubalcaba demuestra que en el partido rival tampoco andan sobrados de solvencia política o criterio estratégico. Sin entrar a juzgar la existencia o no de actuaciones ilícitas en la financiación del PP y la conducta de sus dirigentes, parece obvio que la existencia de un intercambio de mensajes inocuos como el publicado este domingo no es argumento suficiente para pedir la dimisión del presidente del Gobierno. Rubalcaba ha decidido dar ese paso, que marcará un hito en la presente legislatura, sin esperar a que se produzcan eventuales revelaciones de mayor calado, lo que parece obedecer más al deseo de desviar el foco sobre el lío monumental que el PSOE tiene con su franquicia catalana que a una actuación consecuente con su responsabilidad política al servicio de todos los españoles.

Con las últimas decisiones del presidente del Gobierno y el líder de la oposición, la política nacional desciende al nivel que ha fijado un personaje como Bárcenas, al que uno y otro han convertido en árbitro de la actualidad. A nadie puede sorprender que la confianza en ambos partidos no deje de descender.

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