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EDITORIAL

Contra el anacronismo de las jornadas de reflexión

Los propios partidos desautorizan la pretendida finalidad de la jornada de reflexión y los convierte en agentes activos que muestran su inutilidad.

A pesar de su perfecta inutilidad dado el grado de desarrollo tecnológico de la sociedad, en España pervive todo un catálogo de prohibiciones en materia informativa durante la llamada jornada de reflexión; el día anterior a cualquier jornada electoral en que, según se desprende de nuestra legislación, los españoles tienen que concentrarse ajenos a cualquier influencia exterior para decidir a qué partido entregan su voto.

Las restricciones alcanzan no sólo a la actividad electoral de los distintos partidos políticos, sino también a la publicación de encuestas sobre intención de voto, precisamente en el tramo de la campaña en el que revisten su mayor utilidad. En unas elecciones reñidas, como sin duda van a ser las cinco que van a tener lugar en nuestro país en el presente año, el conocimiento de los últimos sondeos es una herramienta que proporciona información valiosa a los electores que duden entre dos partidos de tendencia similar.

Tan es así que los políticos sí conocen los pronósticos elaborados expresamente para ese tramo final de las campañas electorales, de manera que cuentan con información privilegiada sobre los votantes que tienen que elegirlos. Si es importante para los elegibles conocer lo que pueden esperar de los resultados de unos comicios mucho más lo es para los electores pues, dada la dispersión que anuncian todos los estudios realizados hasta el momento, el "voto útil" va a ser a partir de ahora un factor esencial.

Pero es que, como decíamos al principio, las nuevas tecnologías desmienten este esfuerzo legislativo por meter a todo el electorado en una especie de burbuja informativa para preservarlo de cualquier influencia exterior. El empeño es fútil gracias a la existencia de internet y la tremenda fuerza de las redes sociales y sólo sirve para que los ciudadanos se sientan tratados por el Gobierno y los partidos políticos como menores de edad.

El colmo del despropósito es que en la jornada de reflexión de las elecciones andaluzas, los principales dirigentes políticos, con Rajoy a la cabeza, estuvieron participando en actos públicos en otras comunidades autónomas como prolegómeno de la campaña de las próximas elecciones autonómicas y municipales. Salvo que la Junta Electoral tenga la capacidad de convertir a la comunidad andaluza en una especie de Corea del Norte por un día, aislada de cualquier contacto exterior, la propia dinámica de los partidos políticos desautoriza la pretendida finalidad de la jornada de reflexión y los convierte en agentes activos que ponen de manifiesto su perfecta inutilidad.

España debe eliminar las absurdas restricciones que operan en el tramo final de las campañas electorales, como ocurre en otros países con mayor tradición democrática, aconseja el actual desarrollo de las tecnologías de la información y exige la madurez política sobradamente acreditada del pueblo español.

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