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EDITORIAL

Desenmascarar a los totalitarios

Los enemigos de la libertad han de ser combatidos, en especial cuando son una amenaza para un país sobre el que pesan las más graves incertidumbres.

El proyecto intelectual que encarna el grupo Libertad Digital implica necesariamente participar en primera línea de la batalla de las ideas; la misma que la derecha política abandonó voluntariamente a causa de los complejos de los que hace gala especialmente cuando está en el poder. En las horas más graves para la Nación no vamos, desde luego, a desertar de este deber, sobre todo cuando empiezan a adquirir carta de naturaleza en la escena pública formaciones políticas desleales a España y enemigas de la libertad.

Precisamente para hacer honor a este compromiso con nuestros lectores y oyentes, vamos a seguir explicando en qué consiste la ideología de partidos como Podemos y cuáles son las consecuencias de su aplicación en una sociedad democrática, en caso de que algún día llegaran al poder. Como la historia demuestra con creces, la mejor manera de neutralizar a los adversarios de la democracia liberal es hacer que los ciudadanos conozcan bien lo que tratan de esconder. En el caso de Podemos, esta labor resulta extraordinariamente sencilla. No sólo por la asombrosa inanidad intelectual de los docentes universitarios que actúan como dirigentes, sino por la ausencia de novedad que la estrategia del partido de Iglesias implica respecto a los cánones clásicos del marxismo.

Lejos de suponer una renovación ideológica de los patrones de la izquierda, Podemos hace gala de los principios característicos del marxismo en su versión más esclerotizada. La nacionalización de los servicios públicos y de sectores estratégicos, las subidas de impuestos generalizadas, la compra de votos con dinero público para mantener cautivos a amplios sectores de la población, la denuncia del libre mercado presentándolo como una conjura internacional de usureros, la colaboración con todo tipo de movimientos violentos contrarios a la democracia, la legitimación de la violencia contra las autoridades legítimas del Estado, el apoyo a las tesis separatistas, incluidas las que han utilizado el terrorismo para imponer sus dictados, la erradicación de la religión en la esfera pública y, en fin, la apuesta decidida por suprimir cualquier vestigio de libertad individual no son más que la reedición de las ideas disolventes del marxismo de siempre, revestidas con un discurso aparentemente pacifista y comprometido en defensa de los sectores débiles.

Pero el partido de Iglesias hace algo todavía más peligroso, que no puede quedar sin respuesta si queremos preservar el derecho a participar en el debate democrático. Nos referimos a esa idea-fuerza que Iglesias y sus colaboradores deslizan con machacona insistencia, según la cual ellos, y sólo ellos, son los demócratas. Aceptar esta premisa supone que el que discrepe de sus ideas totalitarias queda fuera de la democracia, con las ulteriores consecuencias que son fáciles de prever, otra vieja táctica del marxismo más rancio para deslegitimar a sus adversarios, ampliamente utilizada en todos los países en los que la izquierda que representan Iglesias y sus colegas de la Complutense ha llegado al poder.

Esta formación de extrema izquierda, surgida al socaire del descontento de una sociedad castigada por los dos grandes partidos, goza no ya de la atención sino de la abierta defensa de dos cadenas nacionales de televisión, a la que se ha sumado recientemente la de Silvio Berlusconi, gracias a una pobre periodista que en la noche de este lunes hizo el ridículo defendiendo el papel de Iglesias en la "revolución bolivariana" de Venezuela. Esta publicidad masiva que interesadamente esconde los perfiles polémicos de un partido y los hitos más escandalosos en términos morales de sus dirigentes merece ser contestada de la mejor manera posible: explicando quiénes son estos totalitarios que brindan lecciones de ética democrática desde las televisiones progresistas, cuáles son las ideas que realmente defienden y las implicaciones que ambas circunstancias tendrían para nuestra vida en común en caso de que algún día adquirieran la relevancia que algunas encuestas les auguran.

El Gobierno parece dispuesto a seguir la tesis, observada también por sus medios afines, de que la publicidad de partidos como Podemos le beneficia electoralmente por la llegada masiva de votos de centro. Rajoy y su partido son muy dueños de fiar a esta estrategia su futuro electoral y seguir ignorando a una fuerza política emergente que cuestiona todo lo que el PP representa o, al menos, representaba hasta que llegó al poder a finales de 2011. Nosotros, en cambio, creemos que los enemigos de la libertad han de ser combatidos, en especial cuando suponen una amenaza cierta para un país sobre el que pesan las más graves incertidumbres.

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