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EDITORIAL

El camino de Lizarza a Vitoria

El imborrable recuerdo de Otaola como alcaldesa contrasta con los actos y las palabras de alguno de los más eximios representantes del actual PP vasco

Este jueves el acontecimiento político en Madrid ha sido, al menos para muchos, la presentación del nuevo libro de la que fuera heroica alcaldesa de Lizarza, un pequeño pueblo en el País Vasco que hasta entonces no había conocido otros ayuntamientos que los gobernados por las diferentes franquicias de la banda terrorista ETA.

Apoyada en la inmensa fuerza moral de unos pocos pero más que valientes votos, Otaola llegó a un Ayuntamiento en el más hostil de los territorios y demostró que la democracia puede hacer frente al terror incluso en el más adverso escenario utilizando algunas sencillas pero contundentes herramientas: la Ley, con mayúsculas; un coraje a prueba de amenazas; y unas convicciones firmes como una roca.

Lamentablemente, el imborrable recuerdo de Regina Otaola como alcaldesa, y de la legislatura en la que Lizarza dejó de ser un pueblo más en el reino del terror, contrastan con los actos y las palabras de alguno de los más eximios representantes del actual PP vasco.

Así, en las palabras y los actos de hombres como Borja Sémper, Iñaki Oyarzabal y, especialmente al menos en las últimas semanas, el alcalde de Vitoria, Javier Maroto, se puede ver un PP en el que es muy difícil, si no imposible, reconocer al mismo partido al que tanto prestigio han dado personas como la propia Regina Otaola, o María San Gil, o Gregorio Ordóñez.

De tantos, en suma, que se han jugado la vida e incluso la han perdido por enfrentarse, con toda la ley, la razón y la justicia de su lado, con aquellos con los que ahora parece que incluso se espera llegar a algún tipo de pacto.

Un pacto que tiene tanto de salvajemente inmoral como de imposible: aunque algunos no quieran darse cuenta, el proyecto de Bildu, que no es otro que el proyecto de ETA, no pasa por  pactos con partidos constitucionalistas, y menos todavía con aquellos que tienen una ideología que los que apoyan a los terroristas y los que han disparado sobre nucas indefensas ven en sus antípodas.

No, el proyecto de ETA y del nacionalismo antiespañol pasan, como bien ha recordado en la misma presentación Jaime Mayor Oreja, por un plan claro cuyo fin es romper España y, en el caso del País Vasco, establecer un régimen socialista en el que muchos ciudadanos vascos no tendrían cabida, entre ellos y muy especialmente los Sémper, Oyarzabal y Maroto. Porque, como bien sabe Regina Otaola, no se puede llegar a un pacto con aquél que quiere exterminarte política e incluso físicamente.

La libertad tiene un precio es el excelente título que Otaola ha dado a su libro. Su vida y la de tantos otros es un ejemplo de ello, llevamos años sabiéndolo y muchos pagándolo. Lamentablemente, recorriendo el camino que separa Lizarza de Vitoria estamos cerca de que algunos se sorprendan descubriendo que la indignidad también tiene un precio que hay que pagar y que, aunque no lo parecía, es altísimo.

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