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EDITORIAL

La izquierda, tonta útil del golpismo separatista

Los partidos izquierdistas continúan haciendo gala de una indefinición que los convierte en cómplices de las fuerzas golpistas.

La operación secesionista en Cataluña, que podría tener en el referéndum anunciado para el primero de octubre su punto de no retorno, vuelve a poner de manifiesto la deslealtad de las fuerzas de izquierda y su falta de escrúpulos. Ante un envite golpista que va contra la propia supervivencia de la Nación, los partidos izquierdistas continúan haciendo gala de una indefinición que los convierte en cómplices de las fuerzas golpistas.

En Podemos parece ya garantizada una crisis interna a cuenta de su franquicia catalana, que ha decidido apoyar la consulta separatista de la Generalidad. Pablo Iglesias ha desautorizado al líder podemita catalán asegurando que no se puede participar en una consulta sin garantías y poniéndose del lado de Ada Colau, que disputará a Podemos la hegemonía de la extrema izquierda catalana. Sin embargo, también los comunes de la alcaldesa de Barcelona han decidido participar en la farsa, en un nuevo giro que refleja la esquizofrenia en que se ha sumido la izquierda antisistema.

En cuanto al PSOE, Pedro Sánchez se debate entre afirmar el compromiso de su partido con la igualdad de todos los españoles y la necesidad de contemporizar con el PSC para evitar un desgarro interno. Los socialistas, víctimas de un complejo abrumador, tratan de dejar una puerta abierta a los separatistas aunque ello suponga traicionar a los que les votan fuera de Cataluña.

Socialistas y podemitas proporcionan así un balón de oxígeno a las fuerzas separatistas catalanas, que, sin duda, sabrán aprovecharlo. Los dirigentes de ambos partidos han convertido a sus formaciones en mano de obra barata del separatismo en esa labor de zapa contra el orden constitucional. Lo de Podemos era previsible, no en vano se trata de un movimiento que busca destruir el sistema democrático. Mucho más grave es la traición del PSOE. No solo por su mayor representatividad electoral y territorial, sino porque, una vez más, su maquiavelismo insensato y su profunda deslealtad lo convierten en un problema formidable para la Nación.

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