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EDITORIAL

Menos circo y más elecciones

Sólo hay algo peor que negar que España necesita un cambio de Gobierno: y es afirmar que lo necesita por el caso Bárcenas y no mediante las urnas

Desde octubre de 2016, cuando aparecen sondeos electorales que alteran decisivamente los endiablados, inoperantes y sólo aparentemente inamovibles resultados de las elecciones generales del 20 de diciembre de 2015 y el 26 de junio de 2016, la única posibilidad que ha tenido España de dotarse de un Ejecutivo con auténtica capacidad para gobernar ha pasado y sigue pasando por la celebración de unas terceras elecciones generales.

El hecho de que las iniciativas legislativas del Gobierno Rajoy en estos dos últimos años sean prácticamente las mismas que hubiera podido tomar un Gabinete en funciones, y que la excepción hayan sido unos Presupuestos sacados adelante, ahora como hace dos años, a base de concesiones a los nacionalistas, no se debe sólo a la inoperancia y a la falta de principios de que Rajoy ya hizo gala durante su primera legislatura, sino a una aritmética parlamentaria que no permite ninguna otra cosa.

La salida de Rajoy también es exigible por su máxima responsabilidad política por la celebración de una segunda consulta secesionista en Cataluña, acompañada de una nueva malversación de fondos públicos y coronada por una declaración unilateral de independencia por parte de unos golpistas a los que Rajoy mantuvo al frente de la Generalidad por su renuencia a intervenir la Administración regional en rebeldía. Por si esto fuera poco, la tardía aplicación del artículo 155 se ha revelado un auténtico fiasco... precisamente porque nunca se ha quiso aplicar con la contundencia debida.

Lamentablemente, ni hoy ni mañana se va a tratar de poder fin en el Congreso a tanto dislate y a tanto desgobierno. A lo que se va a asistir es a un numerito circense en forma de moción de censura que no deja de ser una monumental maniobra de distracción respecto de los graves problemas que tiene planteados la Nación.

Y es que una cosa es que Rajoy se hubiera sometido a una moción de confianza –que habría podido conducir igualmente a unas nuevas elecciones– y otra muy distinta es la moción de censura planteada por Pedro Sánchez, que sólo pretende sustituir a Rajoy sin tener que pasar por las urnas y, por tanto, sin alterar los inoperantes resultados de hace dos años. Si el PP de Rajoy no puede gobernar si no es a base de cesiones al nacionalismo, ¿qué cabría esperar de un Sánchez que sin el apoyo de comunistas y nacionalistas no podría llegar siquiera a desbancar a aquél?

Para colmo, la excusa dada para el numerito circense, absolutamente contraproducente con absoluta independencia de que logre o no desbancar a Rajoy, es una sentencia más política que jurídica y que no es firme sobre unos casos de corrupción del primer lustro del siglo y que ya eran conocidos antes de que aquél se convirtiera en presidente del Ejecutivo.

Sólo hay algo peor y más ridículo que negar que España necesita un cambio de Gobierno: y es afirmar que lo necesita por el caso Bárcenas y como excusa para no buscarlo en las urnas.

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