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EDITORIAL

No más cesiones en Gibraltar

Gibraltar, en suma, aparte de un anacronismo condenado por la ONU, es el origen de innecesarias tensiones con una nación aliada como el Reino Unido, y una inagotable fuente de problemas económicos, fiscales y ecológicos.

Otra agresión de la policía gibraltareña y, de nuevo, la callada por respuesta por parte del Gobierno. No es la primera vez ni, ateniéndose al reciente historial de agresiones, será la última. La experiencia nos demuestra que la política de apaciguamiento y concesiones practicada con Gibraltar y el Reino Unido, que no ha sido más que una proyección de nuestra política interior respecto al separatismo, es algo contraproducente y una fuente interminable de conflictos.

Los gestos de buena voluntad que los sucesivos Gobiernos españoles han hecho a la colonia británica desde que Felipe González reabriese la verja en 1982, no sólo no se han visto recompensados por la reciprocidad, sino que, para colmo, la Guardia Civil es objeto de continuas chanzas y desacatos por parte de los patrulleros gibraltareños cuando éstos se encuentran en aguas españolas. El agravio a nuestra dignidad nacional se completa con los permisos que la colonia sigue otorgando para que se construyan gasolineras flotantes en zonas de la bahía de Algeciras cuya soberanía pertenece a España.

Las gasolineras flotantes, prohibidas en España, consisten en buques cisterna que abastecen a otros buques de paso por el estrecho. Son un despropósito de gran calibre por su peligrosidad. Más tarde o más temprano terminarán dando un disgusto medioambiental de primera magnitud y será entonces cuando habrá que dirigirse a los responsables de que esta práctica se lleve a cabo a corta distancia de nuestra costa.

Pero el Gobierno ha decidido no hacer nada para evitar incomodar a las autoridades inglesas y a las de la colonia. Ni con los ultrajes a la Guardia Civil en aguas territoriales, lo que supone un menoscabo de nuestra soberanía nacional, ni respecto a las gasolineras flotantes que proliferan como hongos en la bahía y que están empezando a extenderse a la costa este del Peñón. Bueno es recordar que Gibraltar carece de derechos sobre las aguas circundantes, tal y como quedó establecido en el Tratado de Utrecht hace casi 300 años.

Gibraltar, en suma, aparte de un anacronismo condenado por la ONU, es el origen de innecesarias tensiones con una nación aliada como el Reino Unido, y una inagotable fuente de problemas económicos, fiscales y ecológicos. Y cuanto más cedemos más se incrementan estos problemas y más se aleja el final pacífico y pactado de más de tres siglos de ocupación británica.    

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