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EDITORIAL

Otro engaño de ETA

No tiene -y no debería dársele- ninguna importancia a que los asesinos etarras entreguen unas cuantas pistolas oxidadas y unos explosivos caducados.

Es la enésima ocasión en la que la banda terrorista ETA anuncia un desarme. No deja de ser curiosa la atención mediática que suscita una banda que en teoría está derrotada y que según tantos quieren dar a entender ya ni existe, pero que a cada nueva burda escenificación que hace pública acapara portadas.

Lo cierto es, sin embargo, que no tiene –y no debería dársele- ninguna importancia a que los asesinos etarras den a las autoridades unas cuantas pistolas oxidadas y unos explosivos caducados: lo que tendrían que hacer es entregarse ellos, renunciar definitivamente al terror, pedir perdón a las víctimas y, muy especialmente, colaborar con la Justicia en el esclarecimiento de los más de 300 crímenes etarras que aún no han sido aclarados. Porque mientras haya cientos de víctimas que ni tan siquiera saben qué le ocurrió a sus padres, maridos, hermanos o hijos todo lo demás que pueda hacer ETA no es sino un siniestro baile de máscaras.

Especialmente siniestro porque, además, esta escenificación no es sólo una forma de interpretar el final de la atroz historia de la banda terrorista: es sobre todo una pantomima encaminada a legitimar su existencia y convertir a los asesinos en referentes morales a cambio de gestos vacíos y sin verdadero sentido.

Una ETA que ya no puede atentar, que no tiene capacidad operativa para seguir imponiendo su terror y que probablemente se enfrenta a una España que ya no podría soportar su repugnante rastro de muerte pretende erguirse en una especie de tutor ético de la sociedad vasca y la española gracias al supuesto "sacrificio" que es dejar de matar. Grotesco.

Es en este momento más que nunca cuando hay que recordar que las décadas de muerte y terror no se redimen -ni aún menos se justifican- porque devuelvas unas decenas o incluso unos miles de pistolas.

Y es ahora cuando hay que seguir insistiendo en que el terrorismo de ETA no ha sido la desviación de unos jóvenes bienintencionados pero errados en los medios, sino que fue el fruto lógico y previsible de la ideología totalitaria y el proyecto criminal que ha sido el nacionalismo vasco durante toda su historia desde que lo inventase un loco racista llamado Sabino Arana.

Un proyecto que aún se está imponiendo en el País Vasco y para el que es necesario blanquear las décadas de terror etarra, sus cientos de muertos y miles de víctimas. Un proyecto, en suma, para el que son necesarios el engaño y el olvido que la banda asesina nos propone a cambio de unas armas que entregan ellos, pero con las que probablemente nos estamos entregando todos los demás.

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