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EDITORIAL

Sánchez el cobarde y los últimos de Kabul

El socialista muestra una colosal falta de empatía, una delirante despreocupación por los problemas de los españoles, una absoluta ausencia de responsabilidad y de liderazgo.

El presidente del Gobierno sigue escondido en La Mareta. Ni la galopante subida de la luz, ni la crisis en las repatriaciones de los menores marroquíes en Ceuta, ni siquiera la desesperada situación de una treintena de españoles y nuestros colaboradores afganos en Kabul han logrado que Pedro Sánchez interrumpa, siquiera por unas horas, sus vacaciones en Lanzarote.

El dirigente socialista muestra de esta forma una colosal falta de empatía, una delirante despreocupación por los problemas de los españoles, una absoluta ausencia de responsabilidad y de liderazgo. La actitud de Sánchez es impropia de un dirigente democrático, tal como ponen de relieve Merkel, Macron y el resto de mandatarios occidentales, que ante un asunto como la caída de Kabul han dado por concluidas sus vacaciones.

La ciudadanía española no se merece un presidente incapaz de conectar con las preocupaciones mayoritarias, incapaz hasta de despegar sus posaderas de la tumbona para ponerse al frente de la operación de rescate de los españoles atrapados en el avispero del aeropuerto de Kabul, una operación que acumula los retrasos e improvisaciones habituales en un Gobierno de incompetentes, vagos e inútiles carentes de reflejos y solo aptos para la demagogia y el oportunismo.

La apabullante desidia de Sánchez tiene un perfecto reflejo en la lentitud del titular de Exteriores, José Manuel Albares, a la hora de ordenar la repatriación de nuestros compatriotas retenidos en Afganistán. También se nota en la descoordinación de los ministerios implicados en la extracción, Defensa, Interior y Exteriores, así como en el bloqueo informativo. Y que Sánchez no haya creído necesario o conveniente interrumpir sus vacaciones y comparecer ante la opinión pública dice mucho y nada bueno de su carácter, no sólo como político sino como persona. Desprecio, ignorancia, frialdad, inoperancia, vagancia y una temible ausencia de sentimientos marcan esa bunkerización de Sánchez en La Mareta, como si la suerte de los últimos de Kabul no fuera con él.

Sánchez no se levanta por nada, ni siquiera por la inyección de los primeros 9.000 millones de los fondos europeos para la recuperación. Se ha limitado a tuitear que "seguimos avanzando hacia un país más verde, digital, feminista y cohesionado, poniendo en marcha las grandes transformaciones que nuestra economía necesita". Igual que el lunes toda su sanchidad se redujo a este otro mensaje en Twitter: "La comunidad internacional debemos (sic) garantizar la seguridad y dignidad del pueblo afgano, especialmente de los más vulnerables". No se puede ser más patético, irresponsable, cobarde e impresentable que Sánchez.

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