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EDITORIAL

TVE, al servicio del bipartidismo más decadente

La única utilidad de la farsa de anoche es que hoy hay muchos más ciudadanos convencidos de la necesidad de acabar con el bipartidismo de PSOE y PP.

El debate en TVE de los cabezas de lista de PP y PSOE para las elecciones europeas pretendió apuntalar el modelo bipartidista, que las dos fuerzas políticas mayoritarias y las principales instituciones del Estado están dispuestas a preservar a cualquier precio.

El objetivo era adoctrinar a la población en la especie de que fuera de PP y PSOE no hay más que fuerzas condenadas a la marginalidad, pues de otro modo éstas habrían tenido cabida en el debate, organizado por la cadena pública en la franja horaria con más espectadores. Un segmento televisivo, dicho sea de paso, que la ministra Ana Mato se había comprometido a adelantar para preservar la conciliación familiar y la racionalización de horarios, pero que anoche se prefirió mantener a fin de evitar despistes innecesarios.

La complicidad de RTVE con las trapacerías electoralistas de PP y PSOE no por esperada es menos rechazable. Si algún sentido tiene mantener un mastodonte público ruinoso, con nada menos que cinco canales en abierto, es precisamente para que sirva de cauce a las expresiones minoritarias de todo tipo que en otras cadenas no tienen cabida por su exigua representatividad o escaso interés comercial. En el caso de unas elecciones, el compromiso de RTVE con la pluralidad informativa tendría que ser precisamente más exigente, y servir para brindar una oportunidad a los partidos con posibilidades de obtener representación de hacer llegar su mensaje a la ciudadanía, no sólo a PP y PSOE.

En esta cita electoral han irrumpido con fuerza nuevas propuestas políticas. Otras ya existentes, aunque todavía minoritarias en términos de representatividad, van a consolidarse como opciones decisivas a poco que se confirmen los datos de las encuestas independientes. Son los casos de Vox, UPyD y Ciudadanos, en la derecha y el centro del espectro, y de IU y otras formaciones minoritarias en la izquierda. Todos ellos cuestionan el inmovilismo bipartidista, que PP y PSOE ven amenazado, a tenor del rigor con el que están intentando ocupar todo el espacio del debate público, con ayuda de sus medios afines y de una televisión pública que pagan todos los contribuyentes, no sólo los partidarios de Rajoy y Rubalcaba.

Los espectadores de TVE tienen derecho a ver a los candidatos de partidos con significación electoral batirse dialécticamente con sus rivales en condiciones de igualdad. Anoche, la cadena pública les privó de ese derecho y confirmó, una vez más, que es un instrumento de propaganda administrado por el Gobierno de turno con la aquiescencia de su principal rival.

Lo que sí hizo la televisión estatal fue ofrecer a su audiencia el espectáculo más lamentable de los últimos tiempos en el ámbito político, con un Arias Cañete irreconocible por lo obtuso de sus argumentos y sus dificultades expresivas y una Valenciano ducha en insultar a la inteligencia de los españoles provocando vergüenza ajena en los alérgicos a la demagogia barata. Ninguno de los dos, por cierto, hizo mención a los gravísimos escándalos de corrupción que afectan a sus respectivos partidos, a pesar de que es una de las principales preocupaciones de los españoles y de que se volcaron en hablar no de Europa sino de España, otra prueba de que lo de anoche no fue más que una representación pactada entre las cúpulas de los dos grandes partidos para no dañarse mutuamente más de lo estrictamente necesario.

La única utilidad de la farsa grotesca de anoche en TVE es que hoy hay, con seguridad, muchos más ciudadanos convencidos de la necesidad de acabar cuanto antes con la dictadura bipartidista impuesta por PSOE y PP. Un despotismo al que los medios públicos de comunicación contribuyen de forma destacada, para desdoro de sus profesionales e indignación de los que no tienen más remedio que mantenerlos con su trabajo diario.

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