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EDITORIAL

Un pacto nacional, ¿para qué?

La receta de la izquierda contra la crisis incide en los errores del pasado. En estas condiciones, cualquier acuerdo sería un empujón hacia el abismo.

"Un gran pacto nacional". Ésta es la última receta mágica que pregonan los partidos de la oposición, y también las más elevadas instancias del Estado, para salir de la crisis. Dan así a entender que la mera consecución de un amplio consenso entre las distintas fuerzas políticas y los agentes sociales logrará resolver por sí sola el problema del déficit público, la delicada situación del sistema financiero o las profundas rigideces del mercado español, entre otros importantes desequilibrios económicos. Es un gran error, ya que si PP, PSOE y sindicatos -junto a otras formaciones- lograran acordar un programa de mínimos, el destino ineludible de España sería, simplemente, la ruina absoluta.

Basta con observar las medidas económicas que propone la izquierda española para percatarse del suicidio que conllevaría un pacto nacional de tal naturaleza. No en vano, si en algo coinciden el líder del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, el de IU, Cayo Lara, y los principales dirigentes sindicales, Ignacio Fernández Toxo y Cándido Méndez, es en la necesidad de disparar el gasto público, elevar aún más los impuestos y, sobre todo, dar marcha atrás a las tímidas reformas estructurales aprobadas por el PP. La gestión económica llevada a cabo por el Gobierno de Mariano Rajoy hasta la fecha es, sin duda, francamente mejorable, pero lo que proponen socialistas, comunistas y sindicalistas supondría la quiebra absoluta de España y, por tanto, su rescate total por parte de Bruselas o bien su salida del euro.

PSOE, IU, UGT y CCOO coinciden plenamente en que el problema del déficit público no estriba en un exceso de gasto sino en una escasa recaudación fiscal. El PP, por desgracia, también tropieza en este falaz postulado, de ahí su brutal subida de impuestos, pero al menos no apuesta por disparar aún más el gasto público para tratar de impulsar el crecimiento económico. La receta de la izquierda, por el contrario, consiste en repetir los errores del fracasado Plan E, solo que multiplicando su cuantía hasta niveles estratosféricos. Rubalcaba, por ejemplo, propone aumentar el gasto en unos 30.000 millones de euros, casi triplicando el coste del Plan E de Zapatero (unos 12.000 millones), mientras que Cayo Lara va mucho más allá, al pedir un programa extra de 120.000 millones, en una línea muy similar a la que mantienen Toxo y Méndez. En definitiva, más gasto e inversión del sector público que, en todo caso, se financiaría con nuevas subidas de impuestos, como si las familias y empresas españolas no soportaran ya una de las cargas fiscales más elevadas y pesadas de todos los países desarrollados.

Y todo ello, sin necesidad alguna de aprobar nuevas reformas para mejorar la competividad mediante la liberalización de la estructura productiva. Más bien todo lo contrario, ya que la izquierda aboga por derogar la reforma laboral, consolidar la banca pública o incrementar hasta el extremo el perverso intervencionismo estatal en una estructura económica ya de por sí muy rígida por culpa de la regulación. Se trata, por tanto, del recetario idóneo para no salir nunca de la crisis. Lo único que realmente importa de los pactos de estado es el contenido de los mismos, y resulta evidente que alcanzar un gran acuerdo nacional entre PP, PSOE y sindicatos, lejos de resolver la actual situación, sería el empujón definitivo para caer directamente en el abismo.

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