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Eduardo Goligorsky

La minoría opresora

El giro del argumentario de Boye y su inconsistencia son testimonios de la descomposición que corroe al movimiento independentista.

El giro del argumentario de Boye y su inconsistencia son testimonios de la descomposición que corroe al movimiento independentista.
Gonzalo Boye | Flickr cc Medialab Prado

De vez en cuando es ilustrativo navegar por las cloacas digitales del Ku Klux Klan supremacista. Lo comprobé al encontrar en el pasquín de El Nacional (30/8) un artículo del abogado Gonzalo Boye titulado "Los derechos de las minorías". Boye obtuvo la licenciatura estudiando en la UNED durante los 6 años que pasó en la cárcel, cumpliendo una parte de los 14 años de prisión que le había impuesto en 1992 la Audiencia Nacional por haber colaborado con ETA, junto a otros tres secuaces del Movimiento de Izquierda Revolucionaria chileno, en el largo secuestro (249 días) del empresario Emiliano Revilla.

Giro en el argumentario

Abogado defensor del espía antisistema Edward Snowden y miembro del equipo jurídico del golpista prófugo Carles Puigdemont y del trovador necrófilo Valtònyc, igualmente prófugo, Boye ha practicado un giro en el argumentario de los secesionistas: pasó del derecho a la autodeterminación a los derechos de las minorías. No es tonto este trilero, pero piensa que todos los demás –desde el pueblo llano hasta los líderes de las democracias occidentales– sí lo son. Porque solo una comparsa de alucinados podría digerir esta patraña.

El giro del argumentario y su inconsistencia son testimonios de la descomposición que corroe al movimiento independentista. Boye sorprende a los dos millones de cofrades y los deja en pañales cuando abjura del credo de la autodeterminación. Reconoce a regañadientes que según el derecho internacional la autodeterminación solo es válida para los pueblos indígenas o colonizados y no se puede aplicar al conflicto entre lo que él llama el Estado español y los caudillos regionales a los que atribuye la representación de Cataluña.

Pescar incautos

Quienes han utilizado hasta ahora el cebo de la autodeterminación para pescar incautos ocultaban torticeramente que la Resolución 1514 (XV) de la Asamblea General de la ONU sobre independencia de países y pueblos coloniales dictamina:

Todo intento encaminado a quebrantar total o parcialmente la unidad nacional o integridad territorial de un país es incompatible con los preceptos y principios de la Carta de las Naciones Unidas.

Una cláusula imperativa que todas las autoridades e instituciones de las naciones civilizadas han utilizado para dar con la puerta en las narices a los carroñeros antiespañoles cada vez que estos imploraban audiencia para vender su mercancía tarada. Se hunde la autodeterminación, aunque los más desquiciados se empeñen en mantenerla a flote.

Genealogía híbrida

Felicitémonos de que el picapleitos haya cometido el desliz de abordar el tema de la ficticia violación de derechos que, según su versión falaz, perjudica a la minoría catalana dentro del Reino de España. Porque esto nos brinda la oportunidad de denunciar, una vez más, que es una minoría racista la que viola sistemáticamente, en la región catalana de este Reino, los derechos de la mayoría a la que los poseedores de apellidos ilustres atribuyen una genealogía híbrida.

Los derechos de las minorías son, por supuesto, inviolables, pero –¡cuidado!– también hay minorías totalitarias, oligárquicas o étnicas que, cuando asumen el poder hegemónico, pisotean los derechos de todos aquellos que no forman parte de la élite privilegiada. Estas minorías se convierten, entonces, en opresoras. Como la que, en Cataluña, se ensaña con la mayoría juzgada impura. Felicitémonos, repito, de que el picapleitos documente involuntariamente este abuso. Cita en su texto la versión actual del Artículo 2 del Tratado de la Unión Europea, que enumera todos los valores arrebatados a la mayoría española sojuzgada en Cataluña. Dice así:

La Unión se basa en los valores de respeto a la dignidad humana, libertad, democracia, igualdad, Estado de derecho y respeto de los derechos humanos, incluidos los derechos de las personas pertenecientes a minorías. Estos valores son comunes a los Estados miembros en una sociedad caracterizada por el pluralismo, la no discriminación, la tolerancia, la justicia, la solidaridad y la igualdad entre mujeres y hombres.

Totalitarismo rampante

Los ciudadanos que conforman la mayoría española dentro de la sociedad catalana asisten impotentes a la vulneración de todos estos valores. Un sistema electoral que duplica el peso de los votos emitidos en el medio rural sobre el de los emitidos en el medio urbano lesiona la democracia y concentra el poder en las franjas más retrógradas de la población. El control monopólico que la casta endogámica ejerce sobre la burocracia regional, los centros de enseñanza y los medios de comunicación, consolida la desigualdad, la discriminación, la intolerancia y la insolidaridad. Estas lacras castigan a todos quienes no forman parte de la tribu dominante.

Las autoridades locales desobedecen las sentencias de los tribunales y patrocinan bandas de aprendices de squadristi fascistas que cortan carreteras, asedian instituciones públicas, aprietan (Quim Torra dixit) y escrachan a los opositores, y embadurnan con excrementos las sedes de los juzgados y de los partidos políticos y entidades sociales que se apartan de la ortodoxia, aunque sean independentistas que, empujados por la astucia, no acatan la disciplina de los kamikazes. Este aquelarre, que los pirómanos llaman "no violencia" y ahora "tsunami democrático", se traduce en la fuga de inversores y empresas y en la fractura social. En síntesis, el Estado de Derecho, el pluralismo y la dignidad humana son víctimas del totalitarismo rampante impuesto por la minoría opresora. Versión autóctona del Brexit y el apartheid.

Volver al siglo XXI

Lógicamente, esta es una violación flagrante de los derechos que consagra el Tratado de la Unión Europea arriba citado. Los responsables de tamaño atropello se harían acreedores a una sanción severa si perjudicaran a una minoría, pero existen más motivos para hacer caer sobre ellos todo el peso de la ley si, como sucede en Cataluña, se ufanan de oprimir a la mayoría. Una mayoría neta que opta por el talante inclusivo y fraternal. Según la última encuesta del Centro de Estudios de Opinión catalán, quienes se sienten tan españoles como catalanes componen el 39,2 % de la población; más españoles que catalanes, el 4,2 %; y solo españoles, el 6,7 %. En tanto que quienes se sienten más catalanes que españoles son el 20,1 %; y solo catalanes, el 23,5 %. El 50,1 % frente al 43,6 %. Más o menos la misma diferencia que da la encuesta citada entre los partidarias de la unidad con España (48,3 %) y los independentistas (44 %). Y van bajando.

La embestida de la minoría endogámica que oprime a la mayoría española y castellanohablante que vive, trabaja y produce riqueza en Cataluña, nos degrada al nivel de la servidumbre feudal. Solo la recuperación de los derechos expoliados nos hará volver al seno del siglo XXI del que nos han secuestrado estos oscurantistas subversivos.

PS: ¿Tsunami democrático? Me remito al juicio atinado de alguien tan poco sospechoso de "trifacha" como el funámbulo Antoni Puigverd ("La metáfora del tsunami", LV, 4/9):

Un tsunami equivale a un terremoto, con una diferencia: a su paso las furiosas olas todo lo aplastan. Un tsunami arrasa con todo, perjudica a todos. A nadie beneficia, salvo a los restauradores del orden y a los saqueadores. Como metáfora de un movimiento político es insensata, salvo que esté inspirada en una pulsión suicida.

Una verdad como la copa de un pino, lo diga Agamenón o su porquero. En esta emergencia anunciada, nuestra España solidaria tiene el deber de enviar urgentemente las fuerzas de salvamento mejor equipadas para auxiliar a sus ciudadanos amenazados por un desastre arteramente prefabricado.

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