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Eduardo Goligorsky

Por amor al odio

Es interminable la lista de mandarines de la cultura que rindieron pleitesía a genocidas y déspotas de la peor calaña.

Es interminable la lista de mandarines de la cultura que rindieron pleitesía a genocidas y déspotas de la peor calaña.
Los Mossos d'Esquadra han detenido a Pablo Hasél. | EFE

La crítica a la censura está presente -explícita o implícitamente- en la mayoría de mis escritos: ficciones, ensayos y artículos periodísticos. Mi temprana admiración por el sistema político de Estados Unidos nació de la lectura de la Primera Enmienda de su Constitución, que garantiza la separación de la Iglesia y el Estado y la intangibilidad de las libertades de expresión, prensa y reunión.

Estulticia de las élites

Un elemental deber de coherencia me obliga, por lo tanto, a soportar la presencia, en nuestra sociedad abierta, de energúmenos que prostituyen estas libertades empleándolas para verter su veneno contra las instituciones y las personas que salvaguardan su vigencia. Lógicamente, para que esta tolerancia se pueda aplicar sin correr el riesgo de que los crápulas arrasen con todo, es necesario que la ley les impida pasar, por ejemplo, de la difusión sonora o escrita del rap y los tuits obscenos de Valtònyc y Hasél, que elogian el secuestro, la tortura, el asesinato, el kalashnikov, el piolet y la guillotina, a la ejecución material del terrorismo puro y duro que estos descerebrados también ensalzan.

Lo que me mueve a abordar este tema no es, empero, la polémica en torno al rigor con que la justicia ha resuelto sancionar por sus mensajes atrabiliarios a los dos raperos citados, escuálidas larvas de los parásitos que pululan en los vertederos de todos los países avanzados. Lo que me indigna es la estulticia de las élites de intelectuales y artistas que se movilizan para firmar manifiestos en defensa de los neandertales imputados, porque, al solidarizarse con ellos, demuestran que también son portadores del amor al odio cainita que los reos vomitan en sus letras.

Complicidad con el Mal

Esta complicidad de parte de la intelligentsia con el Mal no debe sorprendernos. Es interminable la lista de mandarines de la cultura que rindieron pleitesía a genocidas y déspotas de la peor calaña. Hitler tuvo a Martin Heidegger, Mussolini a Ezra Pound, Stalin a Pablo Neruda, Mao a Jean-Paul Sartre, Castro a Gabriel García Márquez… y estos solo son un botón de muestra.

Ojo: los firmantes de estos manifiestos en defensa de los dos sociópatas nihilistas tampoco pueden alegar inocencia. Si no todos (figura un cantautor incauto que desentona con la manada), la mayoría de estos plañideros comparte con sus defendidos, repito, el amor al odio cainita. Odio que va más allá del marco de unos versos subversivos y blasfemos para encarnarse en proyectos de magnitud institucional. Odio que bulle nada menos que en el núcleo del Gobierno de la Nación.

Nos toman por idiotas

El daño que pueden causar dos despreciables cantamañanas (nunca mejor dicho) con sus estribillos es ínfimo cuando se lo compara con el que ya está generando el vicepresidente segundo Pablo Iglesias Turrión. Y esto es lo que debe quitarnos el sueño, como antes se lo quitaba al felón Pedro Sánchez. No son las coplas procaces de Valtònyc y Hasél contra la Familia Real las que socavan las bases constitucionales de la Monarquía parlamentaria. Las que amenazan la supervivencia de España como Estado democrático de derecho son las diatribas públicas y las maniobras solapadas con que nos bombardean el intruso comunista Iglesias y su equipo, con la anuencia del mandamás Pedro Sánchez.

Nos toman por idiotas quienes firman manifiestos denunciando que la libertad de expresión corre peligro porque un juez dicta sentencia contra los apologistas del delito, pero al mismo tiempo callan, o peor aun aplauden, cuando los enamorados del odio encaramados en la Moncloa prometen descuartizar España, proscriben la lengua española en todos los niveles de la enseñanza, se alzan contra el Poder Judicial, proponen la modificación del Código Penal para beneficiar a los delincuentes, pactan el indulto o la amnistía a los ya condenados y reniegan de su juramento de lealtad a la Constitución y la Corona.

Ultimátum cívico

La izquierda reaccionaria firmó un manifiesto que la incorpora tanto al coro de los histriones que cantan su amor al odio cainita como a la chusma de incendiarios que los idolatran. Los ciudadanos libres e iguales han firmado otro manifiesto exigiendo al Gobierno que expulse de su seno al vicepresidente embarcado en la cruzada totalitaria. Que se cumpla este ultimátum cívico. ¡Fuera el testaferro de Maduro y Putin!

PS: Esta escoria iconoclasta pide bula para destruir los pilares de nuestra sociedad civilizada, pero tiene la precaución de no dedicar ni una estrofa crítica al fundamentalismo islámico y sus sicarios porque sabe que esto se paga con el degüello exprés. Son cobardes además de perversos

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