Menú
Eduardo Goligorsky

Son como las pirañas

Todos unidos por el odio a España, pero cada cual sigue creyéndose superior al vecino de trinchera que está envuelto en la misma estelada.

Todos unidos por el odio a España, pero cada cual sigue creyéndose superior al vecino de trinchera que está envuelto en la misma estelada.
CDR tumbando contenedores en el centro de Barcelona. | EFE

Solo a los desconocedores de la historia puede sorprenderles que las facciones supremacistas libren una batalla encarnizada entre ellas, paralelamente a la que libran contra el resto de la sociedad española. La buena gente ignora u olvida que en plena guerra incivil bullía otra contienda en el bando republicano, donde los estalinistas, trotskistas y anarquistas asesinaban a los líderes de sus camaradas circunstanciales y se mataban los unos a los otros en los ratos libres que les dejaban las cacerías de burgueses y católicos. Todavía hoy llevan impreso el cainismo en su muy sesgada memoria histórica. Nos lo confirma Isabel García Pagan (LV, 3/1):

El problema es congénito. La competencia por la hegemonía en el espacio independentista no solo no se ha diluido en el conflicto con el Estado sino que ha arreciado y evidenciado que Carles Puigdemont y Oriol Junqueras son polos opuestos que no se atraen.

Son como las pirañas: se devoran entre ellos.

Sobre bases irracionales

Es lógico que esto ocurra en movimientos edificados sobre bases irracionales, donde predomina el sentimiento de superioridad -racial, política o religiosa- sobre los restantes seres humanos, incluso próximos. Y una vez que se toma como punto de partida la superioridad, cualquier pretexto es bueno para producir una fractura y asumirla respecto del Otro, al que se atribuyen todas las taras imaginables: nos roba, nos desprecia, nos explota, nos traiciona.

El paso siguiente consiste en marcar las diferencias: somos valientes y ellos cobardes; somos inteligentes y ellos tontos; somos trabajadores y ellos vagos. ¿Les suena? Cataluña contra España. Pero cuando el supremacismo entra en escena, su instinto discriminatorio se desmadra y empuja a sus devotos a continuar los enfrentamientos, esta vez, entre ellos mismos. Los supremacistas se dividen en duros y blandos, radicales y pragmáticos, taimados y éticos, fugados y presos. Todos unidos por el odio a España y los españoles, pero cada cual sigue creyéndose superior al vecino de trinchera que está envuelto en la misma estelada. Sí, son como las pirañas.

Colosal estafa

Los psicólogos de masas y los sociólogos deberán desarrollar ingentes esfuerzos y décadas de trabajo para explicar -si alguna vez lo consiguen- cómo ha sido posible que cientos de miles de ciudadanos asistieran a un espectáculo tan estrambótico como el intento de secesión y no solo no fueran los primeros en exigir el procesamiento de los culpables, sino que además se movilizaran para reclamar su absolución. Consuela saber que ya circulan corrientes subterráneas de desencanto y justa cólera entre muchos perjudicados por la colosal estafa, y que solo pocas pandillas de gamberros y de ociosos empedernidos acuden a las convocatorias beligerantes. El nivel de regresión a la era de las cavernas de esta minoría aborregada lo mide la cantidad de estiércol que deposita cuando se amotina frente a los juzgados de Cataluña.

Afortunadamente, todos los españoles vivimos en una democracia ejemplar, donde el juicio se transmitirá por televisión, con luz y taquígrafos, de modo que quien tenga ojos y oídos, y voluntad de razonar, podrá sacar sus propias conclusiones, sin dejarse confundir por las fake news de los estafadores.

Casta de malversadores

Son precisamente los estafadores quienes tratan de disimular sus culpas poniendo el acento en las de sus cómplices trocados en rivales. Ahí está Oriol Junqueras, veterano cerebro de conspiraciones rebeldes y tenaz instigador de los golpes del 6 y 7 de septiembre del 2017 y de la DUI del 27-O, profanando los nombres de Sócrates, Séneca y Cicerón para travestirse de mártir en holograma y poner en la picota a su excompinche, el prófugo Carles Puigdemont, que lo dejó sin aviso previo en manos de la justicia, donde deberían haber estado ambos.

Por supuesto, el sibarita trashumante, temporalmente afincado en el palacete de Waterloo, no se inmutó, como buen caradura, y le respondió a su rival con un soberbio corte de manga. Este reo tiene su jolgorio asegurado mientras conserve su poltrona mal habida el doctor Pedro Sánchez que, muy generoso con el dinero de todos los españoles, respaldaba los gastos espurios de la Generalitat a través del Fondo de Liquidez Autonómico, y ahora ha empezado a hacerlo por intermedio de Facilidad Financiera, otro ente oficial que opera en condiciones de descontrol ideales para satisfacer los apetitos desmesurados de la casta de malversadores (LV, 1/2). Cuando echen de la poltrona al usurpador el 155 cambiará las reglas de juego.

Líderes pringados

Lo más divertido es contemplar los malabarismos dialécticos que hacen los lenguaraces de la fracasada intentona golpista para tapar, por un lado. las vergüenzas de sus líderes pringados por los enfrentamientos a cara de perro dentro de la olla podrida, y para conservar, por otro, la ilusión de supervivencia de la chirigota secesionista que tantas satisfacciones ha dado a su compulsión identitaria.

Pilar Rahola, que escribió la hagiografía de Artur Mas cuando a este aún no lo habían defenestrado los descamisados de la CUP, no sabe ahora cómo salvar el honor de su nuevo amo, Puigdemont ("Materia sensible", LV, 31/1). Confiesa que la relación entre el fugitivo y el preso, que "nunca fue buena, ha ido a peor". La culpa no es de ellos, dice, faltaría más, sino del Estado, que al tenerlos separados "abona el terreno para malentendidos e insidias". Se felicita porque "la estridencia de la cada vez más divergente estrategia entre el universo Junts-Crida y el universo republicano goza de sordina", pero le reprocha a Junqueras que haya roto la omertà, porque "su afirmación sobre la responsabilidad ética a la hora de quedarse en Catalunya (…) es un misil contra los líderes que optaron por el exilio". Ah, no fue el Estado el que los separó, sino que fue Puigdemont quien se esfumó junto con sus palanganeros lejos de Junqueras… y de la orden de busca y captura emitida por el juez Llarena.

El artículo se completa con una sarta de falacias encaminadas a equiparar la fuga de la justicia con el exilio. Después de mentir afirmando que "el tema del exilio se pactó entre todos", pone el "histórico exilio catalán" (se olvida del de los restantes españoles) como prueba de que este puede ser tan duro como la cárcel. Y se burla cruelmente de la masa desinformada cuando compara el exilio austero de Max Aub, León Felipe, Josep Tarradellas y otros miles de españoles casi siempre (no siempre) libres de culpas, con la huida de una banda imputada por la justicia de delitos de rebelión, desobediencia, sedición y malversación. Banda que para mayor cachondeo disfruta de la buena vida abonada a un turismo de cinco estrellas, con pasaporte español y con guardia pretoriana que pagamos todas sus víctimas.

Aprovechar esta oportunidad

El predicador de la buena nueva Francesc-Marc Álvaro se niega a comulgar con las ruedas de molino que su correligionaria Rahola intenta hacernos tragar como si fueran rosquillas. Considera que su currículum secesionista le otorga suficiente autoridad para poner en vereda a los histriones de su comparsa y para exhortarlos a que no sigan echando sal, con sus disputas tabernarias, en las llagas del lucrativo procés gangrenado ("La unidad es un holograma", LV, 31/1):

La unidad independentista es un holograma desdibujado y languidecido, una forma pasada y pobre, desastrada y sin atractivo. Porque en realidad la articulación de un espacio central favorable a una política independentista tiene que ver más con eventuales caminos de confluencia (ahora impracticables) que con consignas de unidad exprés, que tienen el color inequívoco de una opa hostil.

Las llamadas al orden de los estrategas de la tribu hispanófoba son inútiles, porque los caciques a los que prestan asesoramiento no tienen remedio y no los escuchan. Cegados por el fanatismo y la codicia, los enemigos interiores de España han llegado al colmo de la irracionalidad, y víctimas de sus propias manías se autodestruyen con la misma estulticia con que arremeten contra la integridad y la soberanía de nuestro país. Una nueva repúblika gobernada por estos farsantes, desleales con sus socios, se parecería a las que la descolonización creó en África: pobre, atrasada y desangrada por luchas intestinas. Lo dicho: son como las pirañas.

Es imperioso aprovechar esta oportunidad que los bárbaros ofrecen en bandeja, para que la sociedad civilizada, española y europea, les corte definitivamente las vías de acceso a las fuentes de financiación y a los centros de poder. Alea jacta est. La suerte está echada.

Temas

En España

    0
    comentarios