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Eduardo Goligorsky

Todos violados

¿Y qué decir de las infracciones de las leyes que vienen practicando los supremacistas catalanes? Sus cabecillas nos están violando a todos.

¿Y qué decir de las infracciones de las leyes que vienen practicando los supremacistas catalanes? Sus cabecillas nos están violando a todos.
Puigdemont, con diputados de Junts per Catalunya | EFE

El diccionario de la Real Academia Española da como primera definición del verbo violar: "infringir o quebrantar una ley, un tratado, un precepto, una promesa, etcétera". El "tener acceso carnal con alguien en contra de su voluntad" figura como segunda acepción.

Se explica el sobresalto que ha provocado en parte de la opinión pública la sentencia, tildada de poco rigurosa, que los jueces impusieron a La Manada, acusada por la Fiscalía de una violación tal como la define la segunda acepción de la RAE. Pero desconcierta y decepciona que no se produzcan movilizaciones masivas para reclamar que los miembros de la jauría de Alsasua sean condenados a una pena ejemplar. Son bárbaros transgresores de la ley que, movidos por el odio (agravante del delito), agredieron con saña a dos guardias civiles y a sus parejas en un lugar público. Lo que es aun peor, se convocaron manifestaciones en apoyo de estos crápulas que, según la primera definición de la RAE, también son violadores

Ciudadanos ninguneados

¿Y qué decir de las infracciones de las leyes que vienen practicando desde el 2010 –o desde 1981, para ser más precisos– los supremacistas catalanes? Sus cabecillas nos están violando a todos, incluidos sus catecúmenos, si consultamos la primera definición. ¿Exagero? ¿Cómo es posible hablar de violación si, según la posverdad de los lenguaraces del proceso, no existe violencia física? Pero aceptemos que no existe, como, según los buenistas, tampoco existió en el delito de los Sanfermines. Quien se encarga de demoler este argumento falaz respecto de la violación sexual es Francesc-Marc Álvaro, sin percatarse de que su razonamiento también demuele la defensa igualmente falaz de sus correligionarios violadores de las leyes, los tratados, los preceptos, las promesas, etcétera. Escribe Álvaro ("Violadores, pero menos", LV, 27/4):

En el relato de hechos probados, los jueces describen una situación de violencia psicológica o intimidación, pero quieren dejar claro que no se produjo ninguna violencia física. ¿Lo entienden? Yo no.

Álvaro desenmascara, sin pretenderlo, la frivolidadcon que actuaron los jueces alemanes cuando negaron la extradición del prófugo Puigdemont, cerrando los ojos a la evidencia filmada y documentada de que hubo violencia física y de que el mandamás y su banda habían violado los derechos civiles de los ciudadanos catalanes. Pero aunque dicha violencia física no hubiera existido –que existió y sigue existiendo practicada por los CDR–, Álvaro pone el dedo en la llaga al denunciar la violencia psicológica y la intimidación, que allanaron el camino a la violación sexual, aunque oculta arteramente que la ubicua violencia psicológica y la intimidación también son las herramientas indispensables para ejecutar la violación política. Cinco gamberros contra una joven indefensa. Un gigantesco aparato burocrático y propagandístico, manipulado por los usufructuarios de 2 millones de votos, contra los 3.550.000 ciudadanos ninguneados que completan el censo electoral. Todos violados. Según la primera definición de la palabra.

Embrión de 'Führer'

Si las fuerzas del orden y los tribunales de justicia deben estar permanentemente alertas para evitar las agresiones contra la integridad física y los bienes de las personas, toda la sociedad debe ser la guardiana implacable de los derechos de los ciudadanos. Derechos que estaban completamente desprotegidos en Cataluña hasta que entró en vigor el artículo 155 de la Constitución, cuya aplicación incoherente hace que sigamos a merced de la campaña de adoctrinamiento hispanófobo en la escuela y los medios de comunicación públicos y cooptados.

Otro factor que complica la contención de la ofensiva sediciosa es la guerra de ambiciones personales e intereses tenebrosos que divide a sus protagonistas, guerra que se traduce en divergencias tácticas y postureos contradictorios. No hay un violador sino muchos violadores igualmente contumaces, aunque existe uno que se destaca por su megalomanía y porque se aprovecha inescrupulosamente de los cofrades presos o huidos como él. Desde que montó su búnker en Berlín, Carles Puigdemont refinó su papel de embrión de Führerque siempre ensayó.

A él se aplica lo que escribió, meses antes de la elección del 21-D, Lluís Foix, con tan buen juicio como escaso éxito ("Preparar el día después", LV, 9/3/2017):

Es imposible no relacionar la trayectoria política de Artur Mas y de su designado delfín, Carles Puigdemont, con el caso Palau. La corrupción de la que se beneficiaba CDC, no fue nunca admitida por Artur Mas. Que obligó a Maragall a retirar la acusación del 3%, en sede parlamentaria. Era el 4%. Llegados a este punto, creo que hay que pensar en el día después, para ver cómo se reconstruye la convivencia cívica y política y para ser gobernados por personas más decentes.

Retórica cortesana

No asoma la decencia en el horizonte del secesionismo. El embrión de Führer fascina a sus acólitos y los asusta al mismo tiempo. Antoni Puigverd se arrodilla ante él ("César o nada", LV, 18/4):

El carisma de Carles Puigdemont ya es indiscutible. Ha sido entronizado en el altar del catalanismo. (…) Para la mitad de los catalanes (la otra lo observa con una mezcla de estupefacción, incredulidad, recelo y repulsión) Puigdemont a estas alturas es más que un líder político. Es un aventurero de novela romántica. Un Robin Hood de la catalanidad que sortea con éxito todos los obstáculos, trampas y ataques que el Estado maquina contra él. Un líder de leyenda. Un Juan sin miedo. Un líder entrañable que protagoniza una canción infantil.

Derroche de retórica cortesana que se cierra con una advertencia realista y, posiblemente, premonitoria:

No sé si es consciente de que si, finalmente, la fortuna le es adversa, no solo perderá él. Arrastrará al catalanismo a una desgracia irreversible. Una desgracia que culminaría el todo o nada de la apuesta independentista. Aut caesar, aut nihil.

Tranquilo, Puigverd. Si este dechado de virtudes carismáticas consigue sumas ingentes de dinero para financiar movilizaciones regimentadas, toneladas de propaganda sectaria y falsas embajadas, sin incurrir en malversación, como alegan sus incondicionales y el ministro Montoro, esto significa que es, además, un taumaturgo capaz de multiplicar los panes, los peces y los euros, y que volverá a la República Prometida caminando sobre las aguas del Mediterráneo.

Operación mercenaria

Puigverd tiene todo el derecho del mundo a autoengañarse, como los dos millones de catalanes que, en número cada vez más decreciente, creyeron que participaban en una cruzada patriótica, cuando en realidad eran instrumentos de una operación mercenaria. Pero Lola García, con los pies en la tierra, pinta al embrión de Führer sin afeites ("Seis meses de preautonomía", LV, 29/4).

Puigdemont quiere a alguien que le guarde la silla y siga sus instrucciones. Si en la próxima legislatura hubiera algún resquicio de diálogo con el Gobierno central (algo muy difícil), ese presidente no dispondría de autonomía para dirigir unas eventuales conversaciones. (…) De igual forma, no parece preocuparle el riesgo de devaluar la institución de la Generalitat colocando a un títere a quien restará auctoritas convirtiéndolo en un mero apoderado.

Ellos se disputan con artes mafiosas la llave de la caja de caudales de la Generalitatque anhelan recuperar para sus enjuagues, mientras el pueblo llano padece los efectos retardados de la violación masiva de sus derechos. Todos violados.

Microcosmos envenenado

El microcosmos envenenado de la república xenófoba lo encontramos en Sant Andreu de la Barca (LV, 28/4). Allí los docentes violadores de derechos se encarnizaron en las aulas del instituto El Palau con los alumnos hijos de guardias civiles, agraviándolos y humillándolos. La crónica del diario reproduce en negro sobre blanco el entripado discriminatorio del concejal supremacista (PDECat) Joan Gaspà, visiblemente irritado porque el ambiente ya no es propicio a las violaciones impunes. Arenga Gaspà:

Sí, hay división. El problema de fondo es que esto es una pequeña Andalucía. Aquí siempre ha habido un sentimiento españolista muy fuerte, pero no se manifestaba tanto, ahora están envalentonados. Dicen que las calles son nuestras, pero no, aquí son suyas. La mayoría de inmigrantes andaluces no habla catalán. (…) Incluso celebran la Feria de Abril. Muchos no se han integrado.

El racismo les brota por todos los poros. Pero, repito, el ambiente no les es propicio a los secuaces del embrión de Führer. El 21-D, Ciudadanos ganó en ese municipio con el 37,8% de los votos. Y en Cataluña el apoyo al secesionismo bajó, entre noviembre del 2017 y enero del 2018, del 44 al 38,5 % (LV, 28/4). En fin, ya suman 4.500 las empresas que se han mudado fuera de Cataluña para que no violen su patrimonio.

Mal augurio para los violadores de las leyes y de los derechos de los ciudadanos. Tolerancia cero para las violaciones en los dos sentidos de la palabra.

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