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Emilio Campmany

Inmigración ilegal y extrema derecha

Si los grandes partidos españoles, incluido Ciudadanos, perseveran en las políticas de estos últimos años, es probable que la extrema derecha llegue.

Si los grandes partidos españoles, incluido Ciudadanos, perseveran en las políticas de estos últimos años, es probable que la extrema derecha llegue.
Inmigrantes ilegales, en la costa ceutí | EFE

La llegada al Gobierno italiano de un tipo de extrema derecha gracias a que prometió a sus compatriotas que frenaría la llegada de inmigrantes ilegales a su país pone de relieve un peligro del que nadie está a salvo. Tampoco los españoles. Está pasando en toda Europa. Hablo del primer ministro húngaro, Viktor Orbán, y de Alternativa para Alemania (AfD), que se ha convertido en el tercer partido de su país. Hablo del Frente Nacional en Francia, que carece del peso que por sus votos merecería gracias al ballotage. Y de los poderosos movimientos de extrema derecha que hay en Austria y Holanda.

En España no hay nada de eso. De momento. Vox es presentada por muchos medios de comunicación como un partido de extrema derecha, cuando es más bien una escisión del PP provocada por el desplazamiento hacia la izquierda del gran partido supuestamente liberal-conservador español. Eso no significa que no pueda transformarse en un partido homologable a las formaciones europeas de extrema derecha si ahonda en el euroescepticismo y simpatiza con Putin.

La cuestión es que, si los grandes partidos españoles, incluido Ciudadanos, perseveran en las políticas de estos últimos años, es probable que la extrema derecha llegue. Y lo hará no gracias a los votos de los grandes empresarios, sino a los de los españoles más desprotegidos frente a esas políticas. Nuestros gobernantes creen que es posible ampliar todo lo que se quiera el Estado del Bienestar con sólo subir los impuestos, y que los españoles que se beneficien de esa protección extra se lo agradecerán. Sin embargo, no se dan cuenta de que, para ser decisiva una subida de impuestos, no basta meter la mano en el bolsillo a los ricos, sino que hace falta saquear a la clase media, ya muy asediada fiscalmente. Cuando quienes necesitan los servicios sociales y quienes los financian dolorosamente con sus impuestos perciban que una parte considerable de los mismos se dedican a la inmigración ilegal, y que eso provoca merma en la cantidad y calidad de los que reciben ellos, la extrema derecha llegará.

Su irrupción es un peligro real. No porque el gestual Sánchez saque a Franco del Valle de los Caídos o porque flirtee con el nacionalismo catalán, que también, sino sobre todo porque, como todos sus antecesores, quiere gastarse un dinero que es por naturaleza escaso para quedar bien con las ONG y con las conciencias de quienes por su capacidad económica apenas recurren a los servicios sociales y no están obligados a convivir con los problemas que la masiva presencia de inmigrantes ilegales puede provocar.

Y lo peor es que todo apunta a que Sánchez quiere estimular la llegada de la extrema derecha para dividir al electorado que se le opone, tal y como hicieron irresponsablemente Rajoy y Soraya con Podemos. Es un juego mucho más peligroso de lo que parece.

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