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Emilio Campmany

La guerra de la propaganda

Los de Podemos han decidido poner fin a la luna de miel con el PSOE y han empezado a disparar los primeros cañonazos con su "Sola y borracha".

Los de Podemos han decidido poner fin a la luna de miel con el PSOE y han empezado a disparar los primeros cañonazos con su "Sola y borracha".
Pedro Sánchez departe con Carmen Calvo y Pablo Iglesias en el Banco Azul del Congreso | EFE

Desde el mismo momento en que se inauguró este Ejecutivo, Pablo Iglesias sabía que más temprano que tarde tendría que colgarse el correaje y bajar a pelear con el PSOE en la más importante de las arenas, la de la propaganda. En este mundo donde las más disparatadas sandeces son tomadas en serio, ya no queda sitio para el debate de las ideas y sólo hay espacio para combatir por la imagen. Cuando el doctor Brown de Regreso al futuro vio en 1955 la pequeña cámara de televisión portátil que McFly se trajo de 1985, no le extrañó que el presidente de los Estados Unidos en esta fecha fuera un actor. Hoy, en 2020, es mucho peor y el poder lo ocupa quien tenga el lema más eficaz. Dominic Cummings lo demostró sobradamente con el "Take back control" del referéndum del Brexit y con el "Get Brexit done" gracias al cual Boris Johnson logró la victoria en las últimas elecciones del Reino Unido.

Los de Podemos han decidido poner fin a la luna de miel con el PSOE y han empezado a disparar los primeros cañonazos con su "Sola y borracha". No es lo mejor que se ha visto en mensajes políticos, pero de donde no hay no se puede sacar. Deberían haberle dado más vueltas, pues se enfrentan a Iván Redondo, que no es Cummings pero no es tonto. Si es verdad la mitad de lo que de él se cuenta, debería estar en condiciones de ganarle a Iglesias en la guerra que éste acaba de desatar. Sin embargo, el PSOE rehúye el combate y deja a Iglesias el campo libre. Tan sólo Calvo ha protestado y enseguida la han callado. Ketty Garat contó hace unos días que la estrategia del PSOE es dejar que los ministros de Podemos se sobreexpongan a la opinión pública, esperando que, con el tiempo, el exceso de foco los achicharre. Es posible. De hecho, el texto perpetrado por la ministra cónyuge tiene toda la pinta de ser un dislate jurídico, y el intento de convertirlo en ley podría pasarle factura. Pero para que fuera así haría falta que a las masas de votantes de izquierda cuyo favor se disputan comunistas y socialistas les preocupara la calidad técnica de ésta o de cualquier otra ley.

Evidentemente, el plan de Sánchez es mantenerse tranquilo hasta sacar adelante sus primeros Presupuestos y, una vez publicados, enfrentarse a Iglesias con la gruesa munición que se guarda en el polvorín de la Moncloa. El podemita tendrá entonces que elegir entre soportar las muchas humillaciones que sufrirá o dimitir. Y si dimite, Sánchez gobernará en minoría con sus Presupuestos prorrogados a la espera del mejor momento para convocar elecciones. De ahí la prisa en Podemos por chupar cámara. Deben aprovechar el poco tiempo del que seguramente disponen mientras los socialistas no tengan más remedio que solidarizarse con las sansiroladas que se les ocurran, y mientras Iglesias y su santa atraigan a las cámaras y el PSOE tenga que respaldar al matrimonio, la única guerra que importa, la de la propaganda, la irá perdiendo Sánchez. Pero eso será hasta los Presupuestos. Al día siguiente de aprobarlos, empezará el fuego graneado.

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