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Enrique Navarro

Las conspiraciones contra España

El soberanismo catalán nació como un invento de la burguesía catalana, ante su incapacidad para competir en los mercados internacionales para obtener de Madrid privilegios y subvenciones.

Nunca desde el dos de mayo de 1808 España estuvo en mayor peligro de ver cercenada su unidad, su régimen político y su futuro, como en estos momentos. Aunque el gobierno y una parte de la oposición pretenden negar esta realidad, sobre todo por el sentimiento de depresión testicular que les afecta, estamos ante la mayor conspiración a la que se ha visto sometida España en su historia reciente.

La primera conspiración es la secesionista en Cataluña. La aspiración independentista ha sido el mayor montaje de manipulación de una casta política que ha aspirado desde siempre a mantener su cortijo, y que cuando vieron que Madrid ya no cedía al chantaje y la judicatura comenzaba a acecharles, pusieron en marcha la máquina de la secesión. El soberanismo catalán nació como un invento de la burguesía catalana, ante su incapacidad para competir en los mercados internacionales para obtener de Madrid privilegios y subvenciones. La izquierda no puede ser nacionalista, porque lleva el internacionalismo en las venas; así que cuando la CUP o Bildu dicen defender el sentimiento nacionalista, en el fondo lo están utilizando para instaurar un régimen de terror que tiene como principal objetivo a esta burguesía nacionalista que constituye su principal enemigo.

Se han manipulado los sentimientos, se ha azuzado el odio contra lo español, se ha tergiversado permanentemente la verdad con el objetivo de hacernos creer que el referéndum y la independencia son ejercicios de una voluntad democrática. Nunca la traición a un pueblo alcanzó mayor grado de insensatez y de miseria. Utilizar los muertos en el atentado terrorista de Las Ramblas para continuar en la extorsión y en la manipulación, muestra hasta dónde puede llegar la indignidad de quien se dice representar una idea política.

Es muy posible que la Constitución no ofrezca un modelo de convivencia para una gran parte de la sociedad catalana; estoy convencido que la política con mayúsculas podría detener toda esta locura y reconducirla. Seguramente nadie estará satisfecho del todo con el resultado del acuerdo, pero así es la vida en común desde la pareja a los estados. Pero una parte del secesionismo catalán, la que manda de verdad, no quiere una solución pactada, ni siquiera dialogar, básicamente quieren llevarnos a la guerra civil y anhela la ruptura, y lo hacen al abrigo de nuestro sistema político, que si debía servir para algo, sería para protegernos de este tipo de personajes. Si todos los que fueron allí a manifestarse no sé muy bien para qué o contra quién, no se ponen manos a la obra, empezando por el jefe del estado, que si tiene un papel constitucional relevante es éste, ahora, pronto lamentaremos las omisiones que todos cometimos en estos años en los que optamos por la típica estrategia de la patada adelante, ceder y ceder, como si el nacionalismo se pudiera saciar.

La segunda conspiración atenta todavía más contra nuestra soberanía y tiene su origen en intereses extranjeros que poco o nada tienen que ver con los de España. Los medios azuzados por este eje del mal nos quieren hacer creer que nuestros amigos son nuestros enemigos; que nuestros aliados sólo pretenden expoliarnos; que el régimen de libertades y derechos es un instrumento de los poderosos para sojuzgar al pueblo y que los poderes democráticos están tan corrompidos que son ilegítimos. Toda esta palabrería manejada por medios y políticos oportunistas que aspiran por la vía de la revolución, alcanzar las cotas de poder que el mérito y el esfuerzo siempre les negaron, ha calado de manera muy profunda en una gran parte de la población. Y lo peor es que les hemos dado muchos argumentos para que así lo crea. El aferramiento al cargo en el Partido Popular, la transigencia con los nacionalismos y con el radicalismo del PSOE, la escasa altura de miras y sobre todo el miedo, han atenazado tanto al sistema que estamos a la defensiva y perdiendo terreno.

A veces perdemos el norte de quienes son los enemigos de España, de Europa y de la libertad. Lo son, pero no nos engañemos, son poco relevantes a efectos estratégicos, los terroristas que actúan el nombre del Daesh en Europa. Ellos no nos van a derrotar, por mucho dolor que causen. El Islam tampoco es el enemigo, porque no existe como tal entidad; pero mientras que una parte tan importante del mundo continúe viviendo en el siglo XIV, estaremos amenazados; el Corán es la excusa para mantener un sistema de poder que acabará haciendo aguas con el paso de los años. Si España lo hizo a pesar de la Inquisición, estoy convencido que ese mundo también evolucionará, porque así ha sido siempre la historia de la humanidad, pero no será una transición pacífica ni corta.


Pero resulta que sí hay intereses extranjeros que pretenden doblar la voluntad de los países más débiles porque así se han construido, desde el imperio Asirio, las relaciones internacionales. España es hoy el talón de Aquiles de Europa y por tanto un excelente objetivo para los que persiguen un Occidente más débil. Una vez más, en territorio español se libran guerras que poco tienen que ver con nosotros. La rápida reacción contra Arabia Saudita de Pablo Iglesias, debe verse bajo este prisma. Nadie lucha más contra el Estado Islámico y Al Qaeda que el gobierno de Arabia Saudita; y nadie financia y soporta más el terrorismo internacional que Irán y sus aliados. Esta nueva manipulación forma parte de la conspiración para desacreditar al Jefe del Estado, al gobierno español y está basada en otra gran mentira, adecuadamente manipulada.


Irán pretende desestabilizar Occidente y ha encontrado en las divisiones internas de nuestro país una oportunidad con el único fin de debilitar a su enemigo con quien tiene pendiente su gran guerra que quizás algún día no muy lejano veremos. Arabia Saudita no es de lo nuestros, su régimen es indigno, pero al menos, como el iraní; ¿Por qué entonces denigramos a uno y ensalzamos al otro? Hay alguien que sienta tristeza o dolor cada vez que la aviación saudí, o la rusa o la turca ataca las posiciones del Estado Islámico. Nuestros enemigos a veces pueden ser nuestros mejores aliados, y así también se construyen las relaciones internacionales. La misión principal del gobierno español es proteger a los españoles y si los saudíes nos ayudan, bienvenidos.


El tremendo desconocimiento sobre los orígenes del terrorismo yihadista nos pasa una factura enorme. En Arabia Saudita, y fruto de la alianza fundacional hace trescientos años entre el clérigo al Wahabb y la dinastía Saud, quedó totalmente separada la hegemonía religiosa de la política y así sigue siendo desde entonces. El yihadismo nace con los Hermanos Musulmanes en los años treinta en Egipto con sus ramificaciones en Palestina, Siria y Jordania. El salafismo yihadista fue creado por los egipcios Hassam el Banna y Sayyed Qutb ya hace más de sesenta años, por cierto, los inspiradores ideológicos del chiíta Jomenini; de ahí pasó a Afganistán en los ochenta de la mano de un palestino, Abdulá Yusuf Azam, el mentor de Bin Laden. Arabia aprendió muy bien de los errores de Afganistán y en Siria siempre apoyó a la oposición más moderada frente a Qatar que soporta financieramente a la rama de Al Qaeda y detrás de Qatar aparece Irán. Dentro de esta complejidad debe entenderse porqué la conservadora monarquía saudí siempre ha sido el principal brazo en la región en la lucha contra el terrorismo, igual que lo hace en Yemen apoyando al gobierno frente a los Huzis soportados por Irán. Si no entendemos esta realidad, cualquier slogan fácil puede calar entre la gente, pero no nos engañemos; no son nuestros amigos los que apoyan el terrorismo, pero sí parecen hacerlo los amigos de otros.


La tercera conspiración la tenemos dentro del propio sistema. España no es que no tenga miedo, es que está acojonado. Sus propios cimientos se tambalean ante la incapacidad de resolver sus problemas intestinos. La inacción en el tema catalán que se pretende vender como una estrategia, es la expresión de un nihilismo rampante en el seno del gobierno. La supervivencia de la persona, se ha antepuesto a la del partido o a la de la nación, y este mal ha enraizado en los principales partidos políticos ¿Cómo es posible que teniendo a tres partidos que representan dos tercios de los votos, y que coinciden en el 90% de lo básico de nuestra Constitución, nos sintamos tan débiles?


Porque Mariano Rajoy está a su libro y a esperar que escampe y Pedro Sánchez prefiere ser parte de la conspiración más que de la solución, quizás porque crea que ese es su camino más corto a la Moncloa. Y no nos engañemos el PP está exactamente en la misma posición por mucho que digan lo contrario. Cuando el PSOE ha pedido al PP apoyo para no pactar con Podemos, ha sido el propio Partido Popular el que ha echado al PSOE en brazos de Podemos, pensando que eso les fortalece; ¡Qué equivocados están¡. El miedo a un gobierno de Frente Popular no va a movilizar los votos a favor del PP, que también se encuentra a gusto en la estrategia frentista.


España necesita pasar página de esta crisis política y moral y esta renovación no la pueden liderar los que nos llevaron a este caos, por mucho pecho que saquen de sus éxitos económicos o en primarias. Durante siglos las naciones se mantuvieron firmes por el uso de la guillotina, de los tercios o la Legión; pero esto forma ya parte de un pasado que no regresará, y menos mal. Ahora es el tiempo de la política con mayúsculas para resolver los problemas reales y luchar sin miedo contra las conspiraciones. Negarlas, sólo porque no sabemos cómo afrontarlas, o maquillarlas para seguir haciendo lo mismo, no las hace menos dañinas y peligrosas. Una vez más la patria está en peligro y lo peor es que esta vez dudamos de que seamos una patria y de que estemos en peligro. Como dice el sabio refranero español, entre todas la mataron y ella sola se murió.


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