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Eva Miquel Subías

El maxi bolso no te lleva al éxito

Con la libra esterlina arrastrada por los suelos los directivos del Banco de Inglaterra les han espetado a sus trabajadoras a través de unas charlas que cuestan 12.000 euros que ya pueden empezar a maquillarse de forma discretita.

Les voy a confesar algo. Últimamente me he entregado al mundo de las series. Algo así como una nueva vía de distracción y evasión. Las hay para todos los gustos y a todas horas, pasando por todas las épocas y de mayor o menor contenido dramático. Tan sólo hay un problema y es que te conviertas en esclavo de alguna de ellas, justo cuando te das cuenta de que has tocado fondo. Yo misma vivo desquiciada desde que finalizó la primera temporada de Damages y me dejaron colgada a la espera de que algún día regrese Glenn Close (¿He dicho alguna vez que me chifla esta mujer?). Tras haber dejado allá por los años ochenta en auténtico estado de shock y con los cinturones bien fijados a más de la mitad de la población masculina de mediana edad de los Estados Unidos con la escalofriante Atracción Fatal, ha vuelto más malvada que nunca, pero en esta ocasión enfundada en el traje de una exitosa abogada sin escrúpulos.

En fin, tampoco hago daño a nadie y es mucho más saludable de lo que me temo suelen hacer los protagonistas del anuncio de Digital Plus, unos hippies trasnochados que parece que se han fumado toda la hierba del Camp Nou una vez la ha dejado bien pisadita ese pequeño monstruo de nombre Leo Messi. Gran crack, nunca mejor dicho, el publicista en cuestión. Millones de euros invertidos en campañas disuasorias dirigidas a adolescentes y en cinco minutos todo al traste. Así somos en este país, tan simpáticos como contradictorios a la par que frívolos. Nos encanta.

Así que, de la misma manera que el presidente de Gobierno al verse apurado suele recurrir a su infalible escudo humano vestido de ministra de Fomento, otros, cuando la cruda realidad y el incierto futuro se apodera de nosotros, recurrimos a capítulos determinados de Mad Men, John Adams, El Mentalista, Mujeres de Manhattan o por qué no, Californication.

Dejando sólo por un momento aparcadas –que no olvidadas– las noticias desgarradoras que nos dejan el estómago totalmente encogido –tales como la del constructor desesperado por una deuda que el Ayuntamiento de Loeches mantiene con él desde hace años, haciendo que el pobre hombre, como otros tantos, roce la asfixia y la angustia ante la inoperatividad de las administraciones públicas– o dejando al margen la ordinariez y la falta de pudor del Presidente de la Xunta de Galicia, a la hora de apostar por el diseño nórdico –no precisamente de Ikea– con dinero ajeno, se suceden de vez en cuando noticias que no dejan de llamarte la atención si tenemos en cuenta los tiempos que corren.

Hay algo que reconozco me ha sentado especialmente mal. Vamos a ver. Nunca he sido una feminista recalcitrante, pero que a estas alturas y con el panorama que tenemos encima, se descuelgue el Banco de Inglaterra a impartir cursos a sus funcionarias sobre el aspecto físico que deben mostrar como elemento clave para el éxito, sin entrar a valorar otras cuestiones tales como la eficiencia, el talento o su formación, me parece todo un retorno a las cavernas.

Con la libra esterlina arrastrada por los suelos y los tipos de interés más bajos desde su fundación a finales del siglo XVII, el Governor and Company of the Bank of England les ha espetado a sus trabajadoras a través de unas charlas que cuestan 12.000 euros que ya pueden empezar a maquillarse de forma discretita, usen perfumes suaves, lleven faldas y zapatos del mismo tono sin que los tacones de éstos excedan los cinco centímetros y ni hablar de los maxi bolsos, tan de tendencia este año, porque, al parecer, son más propios de las prostitutas.

Ignoro si estas recomendaciones vienen de alguien como Michael Caine mientras se abrocha su blazer con la mano izquierda –que sería igual de machista pero algo más agradable– o de parte de directivos a los que nadie ha aconsejado, al igual que al resto de trabajadores, se recorten los pelillos que asoman por sus narices y por sus orejas, se limen las uñas debidamente, no utilicen after shave ofensivos, luzcan zapatos negros de cordones y hagan desaparecer los brillos de esos trajes que cualquier día te hacen estallar la retina.

Ahora ya sabemos algo más, además de ciertos códigos de conducta social establecidos en el mercado de trabajo y la sociedad en general –algo que todos sabemos desde hace tiempo– y es que nuestros bolsos, queridas mías, esos en los que confiamos nuestra vida entera, no nos van a garantizar ningún éxito. Pero una cosa sí nos van a permitir y es guardar en ellos alguna que otra cabeza de chorlito, una de ésas que en cuanto menos te lo esperas está babeando tras unas piernas subidas a unos taconazos de vértigo, dentro o fuera de su horario laboral.

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