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Eva Miquel Subías

Los viejos tableros

Todo son fábulas hasta que aparece Felipe González con su aplastante serenidad y sus gafas oscuras por su reciente operación de cataratas.

Nunca España había requerido, en momentos tan complejos, de políticos que estuvieran tan a la altura de las circunstancias. Y, me temo, nunca España había contado con tanto cortoplacista y político de 140 caracteres por metro cuadrado partidil.

Tenemos a peones y alfiles circulando hiperactivos enrocándose como pueden.

Luego, bien es cierto, las piezas acaban encajando y el día a día fluye como si nada. O eso, por lo menos, queremos creer.

Cada día, tras el vitamínico y nutritivo desayuno, nos enfrentamos a un nuevo escenario, a una nueva y refrescante hipótesis, para, eso sí, acabar retrocediendo a la casilla de salida una vez cae la noche.

Todo son fábulas hasta que aparece Felipe González con su aplastante serenidad y sus gafas oscuras por su reciente operación de cataratas. Los viejos tableros parece que empiezan a desempolvarse y los viejos políticos han decidido hacer lo que mejor saben hacer: política.

Si el actual secretario general del PSOE hubiera tenido la visión de sus dirigentes históricos, habría leído su propia crónica del revés. Y habría empezado por un párrafo final en el que le describieran a él como el hombre "de Estado" que sacrificó su propio interés por el bienestar de su país. Aunque no fuera cierto. Pero la clave habría sido transmitir esa idea.

Así, habría pactado una legislatura corta con el partido que ha ganado las elecciones y con el apoyo del partido emergente más sensato y moderado que ha nacido en nuestro arco parlamentario, habría acordado un par de reformas y sentado las bases sólidas para los próximos años –y que ambos partidos van a necesitar–, y luego ya, a por unas elecciones a medio plazo en las que aparecería el partido socialista reforzado, renovado y habiendo explicado a su electorado cuán necesario era llegar a estos acuerdos puntuales.

Pero, sin embargo, Sánchez prefiere el coqueteo con quiere destruirle y tener a España como un patio de recreo para sus menesteres domésticos y estrategias a largo plazo. Él sabrá los motivos. Salvo que, realmente, crea que la política económica y social de Podemos puede resultarle cercana. Entonces sí tendremos motivos reales de preocupación.

Supongo conocerán la leyenda urbana de aquella señora que llamó a un emisora de radio para decir que convivía en casa con una boa maravillosa y cariñosa. Y que la serpiente, toda disciplinada ella, se acurrucaba en la misma cama, a su lado, para hacerle compañía. Fue, entonces, cuando el veterinario le advirtió: señora, vaya hoy mismo a la consulta y deshágase de este animal. ¿Y eso? ¿Por qué? Pues porque solo se le acerca cuidadosamente cada día porque simplemente le está tomando la medida. En pocos días, querida oyente, la boa pasará a engullirla.

Desconozco el desenlace de la historia. Ni siquiera sé si fue o no verdad. Pero mi mente recurre una y otra vez a tan gráfica escena.

Así estamos, señores. Desempolvando, por un lado, viejos tableros y tomándonos la medida los unos a los otros, por otro.

Y España ahí, expectante, a ver qué se le viene encima.

En España

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