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PRIMARIAS REPUBLICANAS

Ojo a Santorum

Luego de que toda alternativa conservadora a Mitt Romney se quedara por el camino (el libertario Ron Paul juega en otra liga), de los escombros emerge Rick Santorum. Pero no sólo es el último que sigue en pie; perceptivo, elocuente, experimentado, de carácter estable y pertrechado con un ideario genuino, es el primer aspirante con auténticas opciones.


	Luego de que toda alternativa conservadora a Mitt Romney se quedara por el camino (el libertario Ron Paul juega en otra liga), de los escombros emerge Rick Santorum. Pero no sólo es el último que sigue en pie; perceptivo, elocuente, experimentado, de carácter estable y pertrechado con un ideario genuino, es el primer aspirante con auténticas opciones.

Santorum venía siendo ignorado sobre todo porque no tenía pinta de elegible, no en vano lleva cinco años fuera del juego de la alta política, desde que perdiera (2006) su escaño por Pensilvania por la friolera de 17 puntos. Sin embargo, con su empate técnico en Iowa se ha desprendido de la etiqueta de perdedor y está aprovechando el momento, lo cual se traduce en millones de dólares en publicidad gratuita en los medios, que le sirven para compensar su falta de liquidez. Si es capaz de sobrevivir a las próximas tres semanas, terribles, la (relativa) calma de febrero le podría permitir erigir una infraestructura a escala nacional antes del Supermartes del 6 de marzo.

La ventaja electoral de Santorum es sociológica: su sensibilidad de ciudadano de a pie resultaría muy atractiva para los demócratas de Reagan en estados que podrían ser cruciales. Y su principal problema, ideológico: se trata de un político profundamente comprometido con la agenda conservadora en el ámbito social, y la batalla se va a librar en un año en que el país está obsesionado con la economía y los conservadores, con el Gobierno Limitado. Después de todo, los republicanos arrasaron en las elecciones de 2010 gracias a la inquietud que suscita en la ciudadanía la situación económica y a su oposición al Gran Gobierno. La revolución del Tea Party no tenía que ver con el matrimonio homosexual, de ahí que se suela asociar a Ron Paul con el fervor de dicho movimiento.

Santorum ganó entre los partidarios del Tea Party en Iowa. En un primer momento no se le prestó la debida atención; ahora las cosas serán distintas. No es ningún fanático del Gobierno Limitado; de hecho, fue partidario del conservadurismo compasivo de George W. Bush, que de hecho hizo las paces con el Gran Gobierno. Así, defiende leyes como la No Child Left Behind ("Que ningún niño se quede atrás") y la prescripción de recetas a cuenta de Medicare. El suyo es un ideario perfectamente defendible, pero ya va siendo hora, precisamente, de que lo defienda.

Por otro lado, hay que tener en cuenta que Iowa es un territorio anómalo. No es sólo que allí el electorado republicano sea desproporcionadamente evangélico y, por tanto, muy receptivo al conservadurismo social de Santorum (como lo fue al de Mike Huckabee en el 2008); es que su economía está muy sana: con apenas un 5,7% de paro, los precios del muy potente sector agrícola están bien altos y los del mercado inmobiliario, bien firmes. Aunque las personas que fueron consultadas en los sondeos a pie de urna consideraron importante la situación económica, lo cierto es que, dada la prosperidad relativa del estado, el votante mostró una preocupación más nacional que personal por tal materia, lo que corrió en contra de Romney, que siempre juega la baza de su competencia económica.

Romney, por cierto, permanece inexplicablemente inerte. Su manera de actuar, su campaña, sus cifras parecen un encefalograma plano: sin subidas ni bajadas, sin euforias ni momentos de pánico. Bueno, lo cierto es que en Iowa dio una micromuestra de euforia.

En Iowa no se esperaba que cosechara éxito resonante alguno. Un tercer puesto hubiera estado bien; un segundo o un primero sería un triunfo sorprendente. En la recta final concibió esperanzas, y ahí fue donde hizo la micromuestra de euforia, se le despeinaron dos pelos del flequillo. Así que empezó a presumir de sus posibilidades, con lo que no hizo sino subir el listón de las expectativas.

Eso, precisamente, fue lo que convirtió una victoria por la mínima en una especie de revés, que incidió en su incapacidad de superar el 25% de apoyos. En Iowa 2012 obtuvo seis votos más que en Iowa 2008. Seis.

Romney, este favorito que no parece capaz de ampliar su electorado, ha tenido la suerte de contar con una oposición dividida. Pero ya se le va a acabar. Michele Bachmann es historia. Rick Perry se salta New Hampshire y se reserva, ya en las últimas, para Carolina del Sur. Gingrich va a quedarse, lo cual debería ser una buena noticia para Romney, pero resulta que no lo es. En su discurso de no reconocimiento de la derrota en Iowa, Gingrich estaba hecho una furia. No podía ocultar su indignación por que Paul y Romney le hubieran cubierto de publicidad negativa. En cambio, se deshizo en elogios hacia Santorum.

Gingrich habla de alinearse con Santorum contra Romney. Para la campaña de Newt, es una maniobra que no tiene el menor sentido estratégico. A no ser que Gingrich persiga la venganza, en vez de la victoria. El capitán Ahab anda suelto por New Hampshire, acechando a su gran ballena blanca.

Vaya tela. Santorum y Gingrich van a por Romney, cuyo aliado tácito es Paul, que necesita defenderse de Santorum para emerger como principal aspirante y capitán republicano a un tiempo. Y Jon Huntsman va a por todo hijo de vecino.

¿Acaso son formas de elegir a un presidente? Desde luego que lo son. Se trata de un sistema que funciona, que selecciona. Y que, después de sólo unos comicios, ha alumbrado una alternativa conservadora a Romney admirablemente digna.

 

© The Washington Post Writers Group

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