Fin de semana

Enfrentarse día a día a la cantidad de información que nos arroja el mundo que nos rodea, intentar navegar en el caos de acontecimientos naturales que no entendemos, tratar de sobrevivir entre la marea de datos cuya comprensión se nos escapa y de hacer predicciones sobre lo que ocurrirá mañana, aunque sean tan sencillas como averiguar si vamos a poder levantarnos de la cama, pueden ser tareas demasiado complicadas. Incluso para la máquina intelectual más avanzada del planeta: el cerebro humano.

Aristóteles defendía la supremacía de la poesía frente a la historia. La ficción incorporaría los nexos de causalidad lógica que dotan de sentido a la acción. Por el contrario, en la historia imperaría la casualidad, el caos, la arbitrariedad. El filósofo griego pensaba, expresándolo en términos shakesperianos, que la vida "es un cuento contado por un idiota, llena de sonido y de furia, que no significa nada", pero que el arte podía redimirla, dotándola de una explicación.

A toro pasado nos enteramos de la preocupación del delegado del Gobierno, Constantino Méndez, por el distrito madrileño de Villaverde, el único que se ha resistido a la bajada de la delincuencia, lo que lo convierte en "un objetivo prioritario en los planes de seguridad".

Fue muy comentado al final de la década de los 60. Ocurrió en Hortaleza, muy cerca de Barajas, en la finca La Hinojosa. Una mujer fue encontrada, en posición fetal, desnuda y estrangulada, sobre la boca de una tinaja semienterrada. No dentro, como señalan algunas crónicas, sino encima de la vasija, que afloraba del subsuelo y estaba rellena de tierra.

Bahía es la vitalidad. Sus paradisíacas playas constituyen el mayor reclamo turístico de una región que cuenta con un rico patrimonio artístico y cultural. Nada más llegar se comprende por qué a este estado brasileño se le denomina "la Tierra de la Felicidad".

Elfos, duendes y genios también tienen sus escondites en España. En los valles navarros, por ejemplo. Parecen el escenario de un cuento de hadas, con sus bosques frondosos y sus praderas aterciopeladas.

La idea de llevar dos coches de segunda mano, comprados por poco dinero en Alemania, para cruzar Argelia y el desierto era muy buena hasta que llegó la hora de ponerla en práctica. Y resultó como resultó. Fuimos haciendo tantas paradas como poblaciones había en la ruta, hasta que la distancia entre ellas no se podía cubrir en una sola jornada. Y fuimos de taller en taller hasta que dejó de haberlos. Fue, en suma, una auténtica travesía del desierto. De esas que mientras se están haciendo uno se jura no repetir.

Hace ya cinco años –tantos como tiene el periódico que la acoge– empecé a llevar esta especie de dietario cultural que, de forma algo pomposa, me gustaría que fuera una crónica de la sociedad lectora; crónica finisecular, pues empieza en el año 2000, en la que pretendo reflejar lo que se cuece, semana a semana, en el ámbito nada restringido de la vida cultural madrileña, que, por extensión, es reflejo de lo que ocurre en la vida cultural española.