Menú
VUESTRO SEXO, HIJOS MÍOS

Reflexiones acerca del amor oscuro

Queridos copulantes: El despertar de la sexualidad femenina nada tiene que ver con las experiencias exploratorias de los chicos. Ellas suelen ser más celosas de su intimidad y no comparten experiencias con sus amigas, por lo que no hay un intercambio de información precisa acerca de sus avances exploratorios. Tampoco hay masturbación en grupo ni nada excesivamente explícito. Sus confidencias, a las que son muy aficionadas, se centran, más bien, en el mundo de los sentimientos.


	Queridos copulantes: El despertar de la sexualidad femenina nada tiene que ver con las experiencias exploratorias de los chicos. Ellas suelen ser más celosas de su intimidad y no comparten experiencias con sus amigas, por lo que no hay un intercambio de información precisa acerca de sus avances exploratorios. Tampoco hay masturbación en grupo ni nada excesivamente explícito. Sus confidencias, a las que son muy aficionadas, se centran, más bien, en el mundo de los sentimientos.

Todo lo que se refiere al amor, el odio, los celos, los idilios, las intrigas y especulaciones románticas, es analizado y vivido en cada matiz y entresijo. Esto las prepara para caer directamente en las ávidas manos de los jóvenes, que, casi seguro, no estarán interesados en romances sino en sexo. Pero también las va entrenando en las estrategias femeninas de captación y formación de pareja.

Las experiencias homosexuales de las adolescentes femeninas son equívocas. Si un chico, haciendo el indio con otro, se revuelca con él y tiene una erección, no puede dudar de la naturaleza sexual de su reacción. En cambio, las chicas se dan achuchones, se besan, van de la mano, son amigas íntimas; pero su experiencia no es homosexual si ellas no la interpretan así, porque su cuerpo no da una señal clara e irrefutable de excitación. Además, sus exploraciones homosexuales son juegos que implican mimos, coqueteos y amores platónicos. Mientras los chicos van al sexo directamente, ellas juegan a los novios. Es difícil etiquetar de homosexual un juego que prepara para la heterosexualidad y la monogamia más ortodoxa.

Ahora que lo pienso, yo tuve un raro devaneo platónico con el hermoso bigote rubio de una joven monja del colegio. Era un bigotillo que casi podía pasar inadvertido la mayor parte del tiempo, pero al caer la tarde sufría una transformación fascinante. Tenía lugar durante la meditación, cuando la monja abordaba cuestiones de protocolo celestial, como quién se sentaría a la diestra de quién el día del Juicio Final o describía, con arrebato, la ira divina y a los difuntos removiéndose en sus sepulcros, a punto de ser clasificados, la mayoría como condenados al Averno, en cuya puerta les esperaba su amo, Satanás.

Mientras cada cual mataba el aburrimiento a su manera, yo me deleitaba contemplando cómo el sol vespertino arrancaba fulgores y oropeles interesantísimos –quizá infernales– del casto labio predicador. Aunque la cosa no dio más de sí, creo que me quedó cierta fijación por los bigotes incipientes, porque mi primer novio tenía uno recién nacido que criaba con celo.

Ya en la madurez, la homosexualidad excluyente a tiempo completo es mucho menor en las mujeres que en los hombres. En el Informe Hite sólo el 8 por ciento de las féminas contestó que prefería el sexo con mujeres al sexo con hombres, lo cual tampoco constituye una declaración de lesbianismo a tiempo completo. En su estudio, Kinsey estimó que quizá entre un 12 y un 13 por ciento de mujeres había tenido relaciones homosexuales hasta alcanzar el orgasmo. Por otra parte, las mujeres están más abiertas a la bisexualidad, y no es sorprendente que una mujer madura que ha sido siempre heterosexual se decante en un momento dado por una relación homosexual.

El que busque documentación sobre estos temas encontrará que la homosexualidad femenina está eclipsada por la masculina, a la que se hace mucho más caso. Además, comprobará que las investigaciones recientes sobre homosexualidad suelen estar muy sesgadas para evitar el caer en la incorrección política y, en el caso del lesbianismo, por interferencias de tipo feminista. Otro día hablaré de estas investigaciones. Hoy no puedo porque veo que algunos de mis discípulos han levantado sus manitas para preguntar. A ver, uno a uno.

Un mozalbete pregunta por qué hay más gays que lesbianas, y añade sin pudor una bufonada: "Si yo tuviera tetas, me pasaría todo el día tocándomelas. ¿Qué puede encontrar un hombre en un camionero, un travestido o un chapero que no tenga una tía buena?" (Se oyen risitas). Tengo que darle la razón, porque, en nuestra especie, parece más comprensible la homosexualidad femenina que la masculina. El cuerpo de la hembra humana, al contrario de lo que sucede con las hembras de otros animales, está diseñado para atraer. Sería asombroso que el público del zoológico diese la espalda a los pavos reales en plena exhibición y se fijara más en las pavas, tan pavisosas. Los publicistas saben todo eso y siempre ponen carne femenina en los anuncios, y no sólo en los destinados a los hombres. Las revistas femeninas están llenas de chicas medio en bolas.

La naturaleza se ha tomado tantas molestias para dotar de atractivos al sexo femenino, que resulta difícil imaginar qué deseo masculino no es capaz de satisfacer una maciza. Pero lo cierto es que los homosexuales tienen sus razones. Truman Capote, el famoso escritor americano que nunca ocultó su homosexualidad, fue íntimo amigo de las mujeres más hermosas del mundo, por ejemplo de Marilyn Monroe, y manifestaba no comprender el atractivo sexual de esas bellezas. "¡Qué aburrido, acostarse con mujeres!". Para él, como para tantos hombres sofisticados o aficionados a traspasar límites, el sexo con mujeres resulta demasiado sencillo y manido. ¡Qué diferente del amor oscuro, del sexo de riesgo, de la atracción violenta por el abismo que, como muchos otros machos ávidos de sensaciones, buscaba Capote!

El sexo duro y tenebroso, la sobreexcitación de lo prohibido, engancha también a muchos hombres que se declaran totalmente heterosexuales pero que, según algunos trabajos, constituyen el 90 por ciento de la clientela de la prostitución masculina, que, contrariamente a lo que se piensa, tiene pocos clientes homosexuales y aun menos mujeres. Resulta curioso que muchos de estos prostitutos se anuncien como chicas.

A ver, más manitas levantadas. Veo una jovencita muy mona que pregunta por qué casi todos los chicos guapos acaban siendo homosexuales. (Detecto en su voz cierta ira). Bueno, bueno, no todos; pero sí que es verdad que los hombres, sean o no homosexuales, siempre tienen más dinero y poder que las mujeres. Los hombres ricos heterosexuales suelen seducir a las chicas guapas. Pero si son homosexuales y ricos, seducen a los chicos guapos. Siempre he sospechado que actúan deprisa, desde una situación privilegiada y antes de que entre en acción el poder sexual de las chicas. Eso no está bien. Las mujeres, tanto las lesbianas como las heterosexuales, no tratamos de competir con ellos; simplemente, nuestras estrategias de seducción no siguen, de momento, esos derroteros; así que tenemos que conformarnos con lo que nos queda.

Una señora agita su bastón al fondo y pregunta si no se puede acusar de corrupción de menores a una maestra que se lleva a la cama a un chaval de trece años, de la misma manera que se hace con un profesor de gimnasia que inicia a un alumno en la homosexualidad. Jopé, pues igual sí.

0
comentarios