¿Hay que añadir adornos, coletillas y florituras al juramento o promesa, o debe hacerse seca y someramente? Eso, por un lado. Y, por otro, ¿hay que jurar o hay que prometer? Legalmente, ambas fórmulas son válidas, pero ¿cuál es más facha?
En fin, de eso debaten hoy nuestros poetas.
JURO
por Monsieur de Sans-Foy
Juro por las Escrituras,
el Derecho Natural,
y por Dios en las alturas
con su corte celestial.
Juro por las almas puras,
por la dicha conyugal
y demás asignaturas
de lo sobrenatural.
Juro por lo más sagrado,
por mi conciencia y honor,
por las leyes del Estado,
por las ánimas y por
la taberna de aquí al lado,
que ponen un bacalado
que no lo comes mejor
ni en Lisboa ni en Bilbado.
Juro por el Presidente:
Pedro Sánchez Castejón,
los Reyes Magos de Oriente,
Tartarín de Tarascón,
por Chanquete, por Torrente,
por don Luis Mª Ansón...
Inglaterra y el agente
007: Bond.
Juro por jurar y juro
porque tengo mis razones:
porque pienso en el futuro,
y jurando me aseguro
importantes concesiones:
el retiro prematuro
y poder tocarme el puro
sin tener preocupaciones.
NO JURE
por Fray Josepho
No jure usted, Sanfuá, porque la jura
es práctica retrógrada y burguesa.
Lo que se lleva ahora es la promesa,
que tiene más donaire y más dulzura.
Jurar es la reacción y la negrura.
El mundo, que es dinámico, progresa.
Por eso, créame, lo que interesa
es prometer, con tacto y donosura.
En fin, Mesié, le digo que lamento
que opte por hacer el juramento,
lo más rancio y curil que se despacha.
Pero si se empecina en tal idea,
en Burgos tiene usted Santa Gadea,
donde juraba el Cid, que era otro facha.