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Gabriel Moris

Una sentencia para una masacre

Parece insuficiente para cualquier mente lógica que la única sentencia que se ha emitido sea la respuesta para una masacre así.

Parece insuficiente para cualquier mente lógica que la única sentencia que se ha emitido sea la respuesta para una masacre así.

Al final de cada año es habitual hacer balance de nuestras actividades. Por supuesto que también repasamos lo que hemos dejado de hacer e incluso lo que deberíamos hacer mejor en el futuro. Confieso que este balance lo hago con retraso, pero, tratándose de un asunto con más de dos lustros de actualidad, creo que se me puede disculpar. Máxime cuando la urgente actualidad desborda los asuntos más importantes de nuestra vida.

Creo que uno de estos asuntos puede ser el esclarecimiento del 11-M. Ya sé que hay muchas personas que no compartirán este análisis personal, pero yo tampoco comparto casi nada de lo hecho y dicho sobre este tema. Me resulta menos comprensible el que en las instancias judiciales haya total unanimidad al tratar el caso al que me refiero, que ha sido el origen de divisiones incluso entre las víctimas que lo sufrimos. Podemos echar un vistazo a las noticias que nos vienen del mundo judicial, hablo de causas de gran calado -terrorismo, corrupción, crímenes-, y descubrimos que cuando hay revuelo informativo es cuando el pueblo liso y llano percibe que un juez intenta hacer justicia. Podría citar algún ejemplo aclaratorio, pero creo que todos los tenemos en nuestra mente, ya que son portada en los informativos y tertulias cotidianos. ¿No resulta muy preocupante que lo justo sea lo noticiable, mientras que lo injusto parece casi lo normal en la práctica judicial?

El crimen múltiple de los trenes de Cercanías puede ser el caso más ilustrativo de la generalización realizada anteriormente. En este caso hay una sola sentencia con la que todas las instancias judiciales parecen estar satisfechas. Yo entiendo que la justicia y lo justo no son propiedad de los profesionales de la administración de Justicia. Partiendo de esta premisa, me atrevo a intentar sacar de de su satisfacción a todas las partes implicadas en administrar una justicia que no llega para los atentados del 11-M.

Han transcurrido casi once años de aquel horrible día. Intentaré hacer un breve balance sobre la actuación de la Justicia durante estos años:

  • Poco o nada se sabe sobre el móvil o los móviles de los atentados. La guerra de Irak, en la que España no fue parte beligerante, el yihadismo de las huestes de Ben Laden: ninguna de estas motivaciones han sido demostradas en la instrucción, en el juicio o en la sentencia. Los hechos derivados tampoco las han confirmado.
  • Desconocemos los inductores o autores intelectuales, según la única sentencia dictada por el tribunal que juzgó los hechos en 2007. Respecto a los autores materiales, sólo hay un condenado, que cumple una pena de más de 40.000 años. Hay otros dos condenados, pero como colaboradores necesarios, no por participación activa en el crimen. Conviene recordar que los fallecidos en la calle Martín Gaite de Leganés, condenados por el tribunal como autores materiales, no fueron admitidos como tales por el Supremo, por la sencilla razón de que no se puede condenar a alguien que no ha sido juzgado. No parece muy normal este lapsus del tribunal de la Audiencia Nacional que juzgó el 11-M. Recordemos que lo conformaban tres juristas experimentados.
  • Pese a haber una sola sentencia del caso y haberse especulado sobre las diferentes tramas que intervinieron en los hechos, no aparece en la sentencia una descripción detallada de la forma, las relaciones y las responsabilidades en la ejecución del atentado. Tampoco se describe el itinerario de los de Leganés. Resulta difícil de explicar y más difícil de entender que, tres semanas después de los atentados, los supuestos autores se dieran cita para suicidarse en el piso de la calle Martín Gaite. Las circunstancias de este hecho, con la muerte e incineración del señor Torronteras, hacen más incomprensible lo que ocurrió allí. Si a ello añadimos la fuga de Abdelmahid Bouchar, hacemos más inverosímil el relato. Para más detalle, todo ocurre, al parecer, sin negociar la entrega con los asediados y junto a la vivienda de un policía.
  • Deberían constar los lugares y participantes en la concepción, organización y ejecución del atentado; creo que no hay pruebas concluyentes sobre una organización adecuada a un crimen múltiple y simultáneo como éste.
  • El escenario del crimen, los trenes, desapareció, con lo que se contravino la Ley de Enjuiciamiento Criminal... y ni rastro hay de las personas responsables de que ello sucediera. Ni en la instrucción ni en el juicio se señalan estas flagrantes irregularidades. La desaparición de muestras probatorias también pasó inadvertida. No se advirtió la ausencia de 90 toneladas de material de "restos de los trenes".
  • Sin ánimo de polemizar, creo que todas las personas iniciadas en el conocimiento de los hechos podrían recitar todas y cada una de las pruebas que, siendo falsas, han sido utilizadas para que en la única sentencia dictada pudieran servir como punto final a un caso pendiente de investigación y condena para todos los autores y los que han ocultado pruebas y hechos probatorios.

Durante el año del décimo aniversario de la matanza se han archivado en la Audiencia Provincial de Madrid querellas interpuestas contra Sánchez Manzano, contra las testigos rumanas de Jamal Zougam y contra la propia sentencia del único condenado.

Resulta inconcebible que, en un atentado tan cruel, del que muy poco o nada sabemos, las instancias judiciales rechacen sistemáticamente todas las peticiones de investigación o revisión de la causa. Ni el juez instructor, ni el fiscal, ni el tribunal de la AN ni el Supremo advirtieron estas inmensas lagunas que impiden conocer toda la verdad de los hechos y por ende hacer justicia. Parece insuficiente para cualquier mente lógica que la única sentencia que se ha emitido sea la respuesta para una masacre así.

"En tiempos de injusticia es peligroso llevar razón". Desconozco el origen de la frase, pero puede ser una realidad en los tiempos que corren.

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