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Guillermo Dupuy

Catalanes en Vinaroz

El drama para España no lo constituye tanto la cadena por la independencia de Cataluña, sino la bochornosa carta que ha escrito Rajoy como respuesta.

No acabo de entender a quienes se muestran partidarios de la secesión de Cataluña como "solución preferible", según dicen, "a seguir cediendo y tolerando que la Constitución sea allí papel mojado". Y no lo entiendo no sólo por el abandono definitivo que ello ciertamente supondría de los cientos de miles de catalanes que son y quieren seguir siendo españoles, sino porque no concibo mayor cesión ni mayor voladura de la Constitución española en Cataluña que proclamar la mal llamada "independencia" de ésta. Para colmo, nos olvidamos que aquellos que, desde Madrid, no han hecho otra cosa que ceder y tolerar que nuestra Carta Magna sea papel mojado en Cataluña –principales responsables y artífices de nuestra crisis nacional– se quedarían con nosotros, por lo que el problema persistiría en lo que quedase de España.

Y es que, si el problema ha sido y sigue siendo la constante cesión hacia los nacionalistas y la permisividad con la que se ha tolerado que en esa región se vulneren los derechos que consagra nuestra ley de leyes, la solución no puede ser otra que dejar de hacerlo y pasar a combatir el nacionalismo, tanto en el terreno de las ideas como en los ámbitos financiero y judicial. Mas aun cuando los nacionalistas, con la prolongación de su cadena por la independencia por tierras castellonenses, han dejado por enésima vez en evidencia que no se contentan con un Estado propio, sino que aspiran a integrar en él lo que ellos llaman Països Catalans, esto, es regiones españolas que, como la Comunidad Valenciana o las islas Baleares, jamás han formado parte de Cataluña.

Con unas élites españolas tan sumamente acomplejadas y memas como para considerar que la solución al chantaje está en ceder complemente a él, las pretensiones pancatalanistas pasarían a primera fila en la agenda de los nacionalistas. Eso, por no hablar del estímulo que esa falsa solución de la independencia de Cataluña sería para los nacionalistas en el País Vasco o en Galicia.

El problema para España no es tanto que haya quienes consideren que Cataluña se remonta a los fenicios, o que la autodeterminación de un territorio forma parte de los derechos civiles de sus habitantes, o que pretenda, simplemente, saltarse la ley a la torera. El problema para España es que esté gobernada por quienes, como Zapatero o Rajoy, en lugar de rebatir esas falsedades y esos delirios ideológicos, y en lugar de sofocar con la ley en la mano sus ilegales pretensiones de ruptura, lo que hacen es dirigirse a ellos en tono conciliador, ofreciéndoles diálogo y mayor financiación.

El drama para España, en definitiva, no lo constituye tanto la cadena por la independencia que hemos presenciado en Cataluña como la bochornosa carta que ha escrito Rajoy como supuesta respuesta a un desafío secesionista que su debilidad y falta de principios no ha hecho más que fortalecer. Y ese drama no lo borraremos quitándonos de encima a Cataluña, sino desbancando del Gobierno de España a quienes confunden la cesión con la solución y tratan de contentar a los que no se van a contentar.

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