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CAMUS EN SU LABERINTO

Argelia la ausente

"Un hombre es la suma de sus actos públicos y privados, conocidos y anónimos". Hay posiblemente muchas formas de leer la obra de Camus, pero una sola para hablar de su integridad moral. Y lo que me interesa destacar es precisamente la obcecada rectitud de Albert el africano.

"Un hombre es la suma de sus actos públicos y privados, conocidos y anónimos". Hay posiblemente muchas formas de leer la obra de Camus, pero una sola para hablar de su integridad moral. Y lo que me interesa destacar es precisamente la obcecada rectitud de Albert el africano.
Albert Camus.
Me interesa hablar de esa suma de actos por los que se definió como nativo argelino, patriota francés y defensor de los que nacieron en Argelia y creyeron en la posibilidad de convivir sin elegir entre las dos tierras. Me interesa recorrer a vuelapluma el vía crucis que fue para él escribir y vivir a contrapelo del discurso independentista dominante, en plena Guerra Fría. Y para ello me limitaré estrictamente a dar paso a sus palabras y a citar algunos de sus actos en tiempos de la Guerra de Argelia.

Argelia atraviesa los libros, gestos y viajes de Camus, y desquicia sus nervios. Incluso cuando decide enmudecer, el Nobel de Literatura se encarga de propagar su mutismo. Por ello, en 1958, en los momentos más duros de la guerra, decide recopilar todos sus artículos sobre Argelia, publicados en tres fechas y periódicos clave: L'Alger Republicain (1939), Combat (1945) y L'Express (1955-56), y publicarlos bajo el título Crónicas de Argelia (La Pléiade). El prólogo de este recopilatorio, redactado entre abril y mayo de 1958, es hoy un documento excepcional: primero, por la claridad de sus análisis y, segundo, por la carga emocional que subyace, y que agudiza aún más la intuición política de Camus sobre la debacle final de la guerra (1954-62). Transmite, a modo de testamento intelectual, la fuerte impronta de una tierra maltratada que exuda luminosidad y miseria. Sus Crónicas de Argelia se leen hoy como una lenta cronología de una lucha personal perdida: "Este libro es también el libro de un fracaso".
He intentado definir claramente mi posición: me parece preferible, y sin comparación más justo, una Argelia constituida por pueblos federados, y ligados a Francia, que una Argelia anexionada a un imperio islámico que no haría sino añadir más miserias y sufrimientos a los pueblos árabes, y arrancaría al pueblo francés de Argelia de su patria natural (Crónicas de Argelia.Salvo que se indique lo contrario,todos los pasajes reproducidos en este artículo proceden de esta obra).
¿Es posible ser anticolonialista y a la vez anti-independentista? Es ésta una idea aparentemente contra-natura. Algo así como querer redondear el hexágono francés. Un imposible. ¿O tal vez se trataba de un razonamiento adelantado a ese tiempo? Camus fue uno de los pocos intelectuales que llevó la voz inaudible de los franceses de Argelia hasta la metrópoli. Enfadó, molestó a todos: a la izquierda como la derecha. Lo cierto es que verbalizaría, junto al grupo liberal, la propuesta política de una federación franco-argelina.

¿Es imaginable un Camus liberal? Pues sí, al menos, durante unos años.
Si vosotros, los demócratas árabes, erráis en vuestra tarea de pacificación, nuestra acción, la de los liberales franceses, se verá de antemano abocada al fracaso.
El sueño del panislamismo está en el imaginario de El Cairo, no en las calles del barrio pobre de Belfort donde creció el autor de La peste. Huir del maniqueísmo de la Guerra Fría es lo que pretenderá en los 35 artículos de L'Express, que van de mayo del 55 a febrero de 56.

Pierre Mendès-France.L'Express fue un periódico liberal, independiente de la órbita comunista o marxista, concebido esencialmente para aupar al político Pierre Mendès-France, asimilacionista del primer proyecto Blum-Violette de 1936 y capaz, en 1956, de buscar una base unitaria con los nacionalistas moderados. Pero Mendès-France es ya por estas fechas un traidor para la izquierda francesa, y para el Frente Nacional de Liberación, sencillamente "el judío liquidador de Indochina".

Camus busca una tercera vía, la del federalismo republicano, descartando así radicalmente la independencia, que supondría la inmediata expulsión de Argelia del millón largo de europeos instalados allí desde 1830. Busca una nueva definición de la unión de franceses y argelinos sobre la base del reconocimiento de la ciudadanía francesa de estos últimos y una descentralización administrativa en el marco de una organización federal. Ahí es nada.

La independencia de Túnez y Maruecos (1956) dejaba el camino abierto a la independencia argelina, y aseguraba también un paso fronterizo para las armas. En Brioni, el movimiento de los no alineados, con Nasser, Nehru y Tito, abría una ventana de esperanza a los países pobres. Desde el verano del 56, la ONU se enfrasca en el problema argelino, no da una salida clara.
Los que preconizan la solución militar saben que se tratará de reconquistar Túnez. Los que preconizan en términos imprecisos la negociación con el FLN ya no pueden ignorar que esto significa la independencia de Argelia, dirigida por los más implacables jefes militares de la insurrección, esto es, la evicción de 1.200.000 europeos de Argelia.
¿Cuál es la salida que prefiere Camus? La vertebración de una nación argelina ligada a Francia con los lazos del federalismo.
Lo que más necesitamos en Argelia, hoy, es una opinión liberal que pueda precipitar una salida antes de que todo el país quede solidificado en sangre.
¿Cuál es su aspiración inmediata? Proteger los derechos de los colonos pobres, invisibles para la metrópoli. "No tienen millones, ni cadillacs". El 80% de los franceses de Argelia son asalariados y comerciantes, administrativos y maestros. "La mayoría de los colonos no son unos aprovechados (...) han nacido y morirán en esa tierra, aislados, trabajadores, en pueblos en los que están expuestos a las matanzas". ¿Cuál es su obsesión? No dejarse llevar por la borrachera de sangre de una guerra terrorista que se ceba principalmente en los civiles, árabes y europeos.
No puedo admitir una política (...) que dejaría al pueblo árabe en una mayor miseria, que arrancaría de sus raíces seculares al pueblo francés de Argelia y que favorecería únicamente, y sin provecho alguno para nadie, al nuevo imperialismo que amenaza la libertad de Francia y de Occidente.
El Camus cartesiano razona, no busca tener razón, y ve en el FLN una herramienta tanto de Moscú como de la estrategia panislamista de El Cairo. Los grandes colonos son poco más de 200 familias. El resto, el millón largo, es gente normal "que no explota a nadie".
La frivolidad parisina hará que se olviden de la desdicha argelina como se han olvidado de la desdicha húngara.
"En la metrópoli confunden a los musulmanes con mujaidines", añade.

Camus resiste. Se obceca en lo imposible. Recibe bofetadas de la derecha y de la izquierda; las que más le duelen son las de la izquierda:
En Argel se mata, se guillotina en Gallimard.
El cronista político analiza la polaridad política:
La derecha ha dejado la exclusividad del reflejo moral en manos de la izquierda, y ésta ha cedido a la derecha la exclusividad del reflejo patriótico.
En Miseria de la Cabilia (1939) había perfilado el brutal desajuste del colonialismo en una sola imagen: en medio del desierto se elevan "escuelas-palacio", aulas vacías con maestros sin alumnos. En el Ministerio de Interior se "olvidaron" de que a los padres de la Cabilia "no les gusta especialmente que sus hijos vayan a la escuela".

Veinte años más tarde, en Crónicas de Argelia, vuelve sobre la miseria y el hambre: "Esta pobreza puede aumentar desmesuradamente, como la demografía". El hecho demográfico: 1,2 millones de europeos frente a 9 millones de argelinos. Y añade, como analista: "Los movimientos nacionalistas son pobres en doctrina, pero ricos en audacia".
 
El escritor se fue embriagando de soledad, actividad y ansiedad. Reseñaré tan sólo dos hechos esenciales del Camus ciudadano:

1) El 22 de enero de 1956 viaja a Argel para presentar un llamamiento para una tregua civil en Argelia. Se trata de frenar la matanza. El ministro socialista Guy Mollet tenía entonces movilizados a 500.000 hombres. La tensión en París y en Argel es extrema: Camus viaja protegido por sus amigos liberales. Habla con su acento mediterráneo ante una sala abarrotada de pied-noirs, partidarios de Ferhat Abbas, intelectuales moderados; y algunos creen ver a Ben Bella. Fuera del Círculo del Progreso, se oyen los gritos: "¡Muerte a Mendes-France!", "¡Camus a la horca!" (O. Todd, Albert Camus: una vida, p. 614).

Camus se ahoga, le dicen que hable más rápido; prosigue:
Porque no hemos sabido vivir juntos, dos poblaciones, parecidas y diferentes, ambas respetables, ahora se condenan a morir juntas, la rabia en el corazón (Tregua para los civiles, La Pléiade, p. 992).
Sus amigos lo sacan en volandas del teatro y del barrio donde nació y creció.

2) El 14 de diciembre 1957, en el anfiteatro de la universidad de Upsala, tras recibir el Nobel, surge el escándalo mediático. La Batalla de Argel está en todos los periódicos. Un joven argelino lo increpa. El Nobel respira hondo. Finalmente suelta la frase:
Debo condenar también el terrorismo que se ejerce a ciegas en las calles de Argel, y que un día puede golpear a mi familia. Creo en la justicia, pero defenderé a mi madre antes que a la justicia.
Los escándalos estallan a veces con una simple frase. La turbina de la difamación es imparable. Por extraños saltos en el tiempo, asocié esta frase a la de Hermann Tertsch:
Les aseguro que si yo pudiera matar a quince terroristas de Al Qaeda para liberar a los tres compatriotas secuestrados, lo haría sin duda.
Si nos fijamos, ambas frases están dentro del mismo registro personal o afectivo. En ambos casos, se expresa con un yo que no arrastra a ningún otro en esa determinación. En ambas se afirma la prioridad moral frente a los actos terroristas. Y eso exaspera siempre a los mismos. Aún hoy.

Camus se defiende en Estocolmo. En París, calla: "Toda defensa se convierte en una apología de uno mismo". Lo más odioso para él.

Sin apoyos, el proyecto liberal es abandonado. Camus se entrevista el 5 de marzo del 58 con De Gaulle. Pero ya sabe que el general no piensa en los franceses de Argelia.

De Gaulle proclama el 13 de junio: "Los argelinos deben decidir su destino".

Camus confiesa a Michel Gallimard, pocas horas antes del accidente que le costará la vida, el 4 de enero de 1960: "Con el FLN, me extrañaría mucho de que lograsen decidir por sí solos" (J. Lenzini, Los últimos días de la vida de Albert Camus).

Finalmente, sus últimas reflexiones, universales, parecen saltar a través del tiempo:
Yo creo en una política de reparación para Argelia, no de expiación (...) El tiempo del colonialismo ha acabado. Es vano condenar varios siglos de expansión europea, absurdo, condenar a Cristóbal Colón.

El 14 de enero de 2007, en su investidura, el presidente Nicolas Sarkozy repite lo que será su leitmotiv: "No podemos arrepentirnos de los errores de nuestros padres". Al final del arrepentimiento hay siempre "odio hacia uno mismo" (détestation de soi). Lo peor para el futuro de una nación.

Camus/Sarkozy. ¿Coincidencias? No, yo diría, más bien, lectura. Lectura estratégica, si se quiere, pero lectura. Pese a quien le pese.

"El hombre absurdo es aquel que no se separa del tiempo" (El mito de Sísifo). Pues bien, Camus fue ese hombre atado de pies y manos a su tierra natal:
Argelia es la ausente cuyo recuerdo y abandono estremece el corazón de unos cuantos y de la cual otros quieren hablar, siempre que calle.

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