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LIBREPENSAMIENTOS

Benjamin Franklin, la moral del sueño americano

Por "sueño americano" entendemos, generalmente, el anhelo de éxito material, perfección moral y progreso social. La empresa ahí contenida define el designio de los Estados Unidos de América desde su misma fundación como nación. Además de un programa político y un modelo económico, el propósito apunta, sobre todo, a un empeño moral.

Por "sueño americano" entendemos, generalmente, el anhelo de éxito material, perfección moral y progreso social. La empresa ahí contenida define el designio de los Estados Unidos de América desde su misma fundación como nación. Además de un programa político y un modelo económico, el propósito apunta, sobre todo, a un empeño moral.
Benjamin Franklin.
Benjamin Franklin (1706-1790) lo demuestra acaso mejor que ningún otro personaje. Este año de conmemoración del tricentenario de su nacimiento es un buen momento para rendirle un merecido homenaje.
 
Benjamín Franklin sigue considerándose hoy en América un héroe nacional, valorado tanto o más que otros padres de la patria, trátese de George Washington, Thomas Jefferson o Abraham Lincoln. Sus textos y la ejemplaridad de su biografía son evocados diariamente en las escuelas de la nación y en los medios. No hay ciudadano del país que no los reconozca, ni ignore los rasgos físicos de la singular efigie del autor: alta frente, cabellera lacia y mirada bondadosa.
 
En vida, conoció la fama y la estimación pública. Todavía hoy, tanto dentro como fuera de las fronteras del continente americano, es un peccato no expresar la más sincera admiración por el hombre que personifica el ideal del self-made man, amasa una considerable fortuna gracias al propio esfuerzo y llega a ser uno de los personajes más populares de su tiempo.
 
Hasta lograr, involuntariamente, que quedase inmortalizada su imagen en el billete de 100 dólares, Franklin tuvo que luchar duro y esforzarse cada día para ser mejor en todos los órdenes, como trabajador y ciudadano, pero sobre todo como persona.
 
Ben Franklin, quien se aplicó con tenacidad y esmero en la industria de la imprenta y la estampación y promovió, asimismo, la emisión de papel moneda en las colonias británicas de América, vio finalmente recompensada de la manera más gráfica y simbólica el ejercicio virtuoso de sus pasos y quehaceres por el mundo.
 
Ocurre que las dimensiones humanas de las que hablamos –la laboriosidad y el coraje, el interés por promover la prosperidad y las buenas costumbres en la sociedad, sin olvidar el cuidado de sí mismo– son, en verdad, inseparables, y quienes ignoren la lección de humanidad que ellas contienen estarán incapacitados de por vida, mientras no hagan nada al respecto, para entender lo que supone el "sueño americano" para los estadounidenses y para la humanidad. Tampoco sabrán nunca cómo ni por qué los sueños pueden llegar a hacerse realidad.
 
En tal caso, es muy probable que la simiente del odio y el resentimiento –y tal vez también la semilla del diablo– crezcan, a modo de infeliz y roñosa compensación, en sus entrañas hasta conformar una fatal emulsión de mala conciencia y conciencia desdichada criadora de mentes simples, pero también de mentes peligrosas.
 
Desde una perspectiva histórica, sociológica y económica, Franklin ocupa un lugar preeminente en la consolidación de la moral individualista y en la constitución del hombre moderno y práctico: el burgués. Su vida generosa, en longevidad y producción, recorre el siglo XVIII casi de punta a cabo. No es, entonces, rebuscado ni torcido el reconocer en Franklin la plasmación del más templado espíritu de las Luces, tal como puede encontrarse, asimismo, en Montesquieu y Diderot, pero también en Defoe, Pope y Swift. Hombre moderado y prudente, discreto y defensor de las costumbres acreditadas por la experiencia, Franklin no es, con todo, un tipo inclinado al tradicionalismo, la contemplación y la nostalgia de los tiempos pasados.
 
Franklin es un hombre de acción, un hombre práctico, alentado por el trabajo científico y la investigación, preocupado por las reformas sociales y el máximo despliegue de las potencialidades humanas. Este laborioso prohombre, inventor de las lentes bifocales, el pararrayos y el catéter urinario flexible, entre otros hallazgos, se gana la vida trabajando a diario, aspirando a progresar y ser feliz, sin creer por ello tener derecho a impedir que sus conciudadanos puedan proponerse parejos fines, si se aplican a la tarea con tesón, buenas artes y virtud. Es un justo propósito que, además de uno mismo, los otros mejoren y prosperen, pues ni es bueno que el hombre esté solo ni que viva en compañía de lobos, de tontos o de pobres infelices.
 
Esta perspectiva vital de las cosas, fijada en la mejor tradición de la Ilustración –y que encontró en América el mejor suelo donde crecer–, es decir, la persuasión de que la atención del prójimo no está reñida con el propio interés, el afán de bienestar personal y aun de enriquecimiento; esta perspectiva, digo, aleja necesariamente a Franklin de la herencia puritana, desembarcada y fuertemente asentada en Nueva Inglaterra, llevándole a promover nuevas ideas y una guía moral con clara vertiente secular y pragmática.
 
Franklin, en consecuencia, piensa en su propio mejoramiento, pero también ambiciona el fortalecimiento y el futuro de América. Sólo una sociedad convencida de sus posibilidades, su potencia y capacidad, cimentadas en los valores del sentido común, la probidad y el trabajo individual, sólo una nación que sabe lo que es la sensatez y la ponderación y no se avergüenza de estar orgullosa de sí misma, sólo un país de estas características puede ver hechos realidad sus sueños.
 
Tras la realización del sueño americano, Franklin no se conforma con dar ejemplo a través de sus actos cotidianos. Desea, además, darlos a conocer entre el público, divulgando el sentido y el valor que entraña. Por ello escribe su célebre Autobiografía, iniciada en 1771, cumplidos ya los 65 años. La primera parte de la obra la dedica a su hijo:
 
"En la creencia de que te pueda resultar asimismo agradable conocer las circunstancias de mi vida –muchas de las cuales desconoces–, pensando en ti me dispongo a escribirlas. De la pobreza y medianía en las que nací y viví mis primeros años, he logrado elevarme a un estado de desahogo y, de alguna manera, a un cierto nivel de celebridad en el mundo. La fortuna me ha acompañado, incluso en mi edad avanzada, y creo que la posteridad puede sentir el deseo de entenderse de los medios que utilicé y con los que conseguí el éxito con la ayuda de Dios".
 
Amén de la monumental, por ejemplarizante y ambiciosa, Autobiografía, Franklin firma un breve escrito, The way to wealth, traducido al español con el título de Cómo hacerse rico, que compendia los más célebres proverbios y máximas contenidos en otro proyecto fenomenal de gran éxito popular: el Poor Richard's Almanack.
Publicado en Filadelfia en 1758, The way to wealth se encuentra a medio camino entre un oráculo manual y un evangelio civil, para mayor gloria del hombre recién arribado al Nuevo Mundo. En esta miscelánea de grandes verdades transmitidas en pequeñas piezas maestras encontramos prudentes recomendaciones y sabios consejos destinados, en particular, a los nuevos emigrantes, con quienes Franklin cuenta para levantar el país, promover la industria y crear la riqueza de la nación.
 
Se trata, en suma, de un espléndido breviario de economía, en el sentido más clásico del término, pero también de un prontuario de derecho (y de moral) mercantil: o de cómo progresar en los negocios sin perder el capital y la dignidad. En el American way of life que aquí vemos florecer, ambos propósitos están unidos. No extraña que los compatriotas que les han seguido se consideren dichosos de su destino, de ser el pueblo más afortunado y feliz de la Tierra.
 
Todavía hoy, las sucesivas generaciones de ciudadanos estadounidenses salen del colegio conociendo los dichos y hechos del "pobre Richard", Richard Sanders, el alter ego de Franklin, filósofo resabiado y discreto que enseña cómo lograr ganancias y protegerlas, cómo prosperar y, por qué no, cómo hacerse rico.
 
He aquí un librepensador que enseña que una cosa es la Fortuna, caprichosa y casi siempre inabarcable, y otra la buena suerte, la que se labra el hombre con tesón, lucha y esfuerzo. Todo ello con vistas a lograr una sociedad más próspera, más floreciente y más libre. Pues, como Poor Richard dice: "Sé laborioso y libre; sé frugal y libre".
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