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LA POLÍTICA, A PESAR DE TODO

Europa contra Europa

No es de extrañar que las elecciones al Parlamento europeo del 13 de junio conciten tan poco interés en el público. La UE no es real. Ocurre que hoy el mundo globalizado no se divide en continentes sino en dos posicionamientos distribuidos por todo el globo: el Bando de la Libertad y el Bando de la Paz. Son tiempos de guerra civil mundial.

Vivimos un tiempo de vesania que arrancó el 11 de septiembre de 2001 y no sabemos cuándo ni cómo acabará. Porque todavía estamos deslizándonos sobre su ola espumosa de marejada. A raíz de los atentados terroristas contra Manhattan y Washington se produjo un hecho insólito. A diferencia de otros momentos de la Historia en que la civilización se unió contra el bárbaro asaltante, tras ese día infausto, la Humanidad se dividió en dos bandos: los que sintieron el golpe como propio y los que lo celebraron. Sé que hay más matices y consideraciones que hacer sobre el asunto. Pero en esencia el caso se sintetiza en esa dualidad trastornada que llama a la inmolación.
 
Los terroristas suicidas que hicieron impactar los aviones contra las Torres Gemelas no sólo lograron provocar muerte y destrucción sino también inyectar su pulsión suicida en la población mundial, la cual bajo el efecto del terror que le produjo la escena, salió en desbandada. La dispersión general acabó en disgregación de las partes. Se impuso una división de opiniones en el seno de las sociedades que acabó en una profunda desmembración del denominado cuerpo social: el terrorismo despedaza cuerpos humanos para fragmentar sociedades. Señaladamente, en las sociedades (todavía) libres, las embrolladas, volubles y tornadizas opiniones públicas quedaron abiertas en canal, su fractura obscenamente a la vista de todos. Para unos, el enemigo a batir es Ben Laden. Para otros, Bush. Sé asimismo que la cosa no queda ahí. Pero he aquí, en esencia, nuestro principal y trágico dilema, variante de aquel “ser o no ser” hamletiano, que, hoy como ayer, viene de los reinos europeos en donde algo huele a podrido... Y,  además, es rasgo de distinción y cortesía pretender la brevedad. André Glucksmann redujo su diagnóstico a tres palabras: Occidente contra Occidente. Pues bien, ante la próxima cita electoral del viejo continente consigo mismo, permítanme proponer el mío: Europa contra Europa.
 
Que Europa es hoy, más que nunca, un continente dividido es algo que nadie duda. Que sobre la Unión Europa planea la desunión, y aun la disputa, sobre esto, no hay querella interna. En EEUU fue suficiente una guerra civil para cerrar el mapa del país. En Europa, una sucesión atroz de conflictos domésticos, que culminaron en dos guerras mundiales, no ha bastado para cimentar un espacio común. Desde entonces, ha recibido más tiros de gracia: Srebrenica fue uno de los más dramáticos, demostrando que seguía siendo incapaz de apagar sus propios incendios. Las posturas encontradas ante la guerra de Irak son el último episodio. Los americanos tuvieron que intervenir en Kosovo para imponer el orden y la ley, y luego volverse a casa. Pero, en culturas con mucha historia (Francia, Alemania, Irak), el sentimiento de humillación, cebado por el idealismo, nubla la vista y les hace girar sobre sí mismas. He aquí unas dolencias que el pragmatismo anglosajón (junto a tónicas lecciones de empirismo y liberalismo) suele remediar. Junto a grandes dosis de sacrificio.
 
Justo una semana antes de las elecciones europeas, en las que el Bando de la Paz propone en bruto un programa de construcción continental tendente a debilitar (“equilibrar” o “contrarrestar”, dicen) el peso unipolar de EEUU, se conmemora el 60 Aniversario del Desembarco de Normandía. ¡Qué sarcasmo! En aquel lejano 6 de junio de 1944, casi diez mil soldados norteamericanos dieron su vida por abrir una cabeza de playa y el camino de la libertad en Europa. Para llegar a la victoria final contra el Eje, el cómputo se elevó a la espantosa cifra de trescientos mil americanos muertos. Hoy ruge otro eje del Mal. Y es una inmensa impudicia que precisamente Francia y Alemania reciban ahora al presidente de Estados Unidos en estos días de homenaje con el abrazo del oso y estampándole en la cara el beso de Judas. Es una infamia que en la Italia actual, liberada por los americanos poco antes del Desembarco, la visita de Bush provoque el blindaje de Roma durante los días de la visita presidencial para contener así a los nuevos vándalos posmodernos, que, empuñando bastones y banderas de pace, baten barras y estrellas.
 
¿Cómo hemos llegado a esto? A que unos pocos jóvenes agitadores antioccidentales, antiglobalización y antisistema, de la misma edad que los soldados caídos en Omaha Beach, alteren el recorrido de un presidente norteamericano y tuerzan las elecciones generales en España, alentados por la tenaz izquierda parlamentaria, en nombre de la "Europa social", y ante el bostezo de la derecha acomodaticia y medrosa; a que Bush provoque en los europeos más odios que Sadam Husein, Kim Jong Il o Fidel Castro.
 
A esto se llega con la actitud de apaciguamiento que tantos tontos pasean por las avenidas y arrabales de Europa; considerando normal hechos pasmosos y sumando pequeñas fechorías sin que casi nadie se inmute y pocos reaccionen; inyectando en la opinión pública mensajes ponzoñosos; situando la bandera del arco iris, como bandera oficial, junto a la de Italia y Europa, en la Plaza del Capitolio de Roma (lo he visto); llenando la Feria del Libro de Madrid (y las librerías) de libros antiBush que algunos majaderos enmascarados de Satán Americano publicitan ante la hilaridad general; soportando sin pestañear la propaganda antiamericana y antisemita, propalestina y multiculturalista; etc. Circunstancia más grave es, con todo, que el PP en la campaña electoral de las europeas renuncie a hablar de Irak y que esconda a Aznar, avergonzándose de sí mismo y de su principal paladín, su mejor activo político.
 
Hoy el primer problema del mundo es el terrorismo global y sin fronteras que ha declarado la guerra a Occidente y aspira a doblegar a las sociedades en su conjunto. La guerra contraterrorista se libra en todos los frentes por parte de una coalición internacional que lidera EEUU. Una Europa enfrentada a América, como "contrapeso" de América, es una Europa en negativo que reniega de los valores occidentales de la civilización, cubriéndose y tapando sus vergüenzas pasadas y presentes, orgullosa de su vocación pacifista. Hasta el próximo sobresalto. A esa vieja y rajada Europa quieren los socialistas "devolvernos". ¿Qué sostienen, mientras tanto, los populares, quienes, evidenciando debilidad, complejo y desafección a sus principios y a sus mejores líderes, hablan de fuerza? ¿En qué bando, decididamente, están?
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