El gobierno proyecta un cambio radical del sistema sanitario con el fin de asegurar su sostenibilidad. La justificación es que la deuda sanitaria asciende a 20.000 millones de euros.
Los cien días de gobierno del PP se han caracterizado por una voluntad de austeridad y eficiencia presupuestarias. Está bien, pero no basta. El déficit no parece estar bajo control, la desconfianza cunde en los mercados, se requiere más. Es la hora de poner el cascabel al gato y pinchar la burbuja sanitaria, todas esas ilusiones creadas en torno a que era posible tener una oferta ilimitada de servicios médicos, que podíamos ir al médico las veces que quisiéramos y por lo que fuese.
Así nos convertimos en los ciudadanos europeos que más vamos al médico (8,1 veces al año, frente a las 5,8 de media en la UE). Nos acostumbraron a percibir el sistema sanitario como si fuera gratuito, cuando en realidad nos cuesta un ojo de la cara; a pedir que nos trataran hasta las patologías más leves; a exigirlo todo. La falta de responsabilidad nos ha llevado incluso a creer que no pasa nada si dejamos de acudir a una cita médica o no cancelamos una operación programada.
Hemos vivido tiempos de despilfarro, en que los partidos coreaban al unísono que la sanidad pública siempre sería universal y gratuita, lo que condujo a un uso irresponsable de los servicios sanitarios, que han acabado por colapsar. La sanidad no puede ser un proyecto ideológico ni de partido, menos aún un campo abierto para que campen por sus respetos la irrealidad, el populismo y los dogmas. Tiene que ser un objetivo nacional y serio. Ha de llegarse a acuerdos básicos para lograr su sostenibilidad.
El sistema sanitario se encuentra en estado crítico debido a que en los años de vacas gordas el gasto aumentaba más rápidamente que el PIB; gasto que después no ha podido ser contenido... En 2002 el gasto era del 5,2% del PIB, en 2008 del 6,5% y en 2009 del 9,5%, lo que equivale a unos 100.000 millones de euros. Ante la caída de los ingresos públicos como consecuencia de la crisis, el gasto se ha hecho insostenible y ha tendido a generar déficit. Hay que detener esta avalancha, antes de que nos sepulte a todos.
La fijación de tasas (copago) por la utilización de algunos servicios sanitarios (con un máximo de gasto anual para proteger a los usuarios más vulnerables) tarde o temprano tendrá que imponerse, sobre todo como elemento disuasorio. De esta manera se podrán lograr varios objetivos: corresponsabilizar de forma directa al ciudadano, proteger solidariamente a los más necesitados y hacer un uso racional y responsable de los recursos.
Es necesario hacer una labor pedagógica entre la ciudadanía y los propios profesionales sanitarios, para que vean que el sistema ni es gratuito ni dispone de recursos inagotables; que cada euro que se malgasta es un euro que deja de gastarse para cubrir otra necesidad. Si sobrecargamos la atención primaria no sólo generaremos déficit, sino que tendremos una peor atención especializada, lo que de hecho explica los resultados que nuestro sistema obtiene cuando se lo compara con los de otros países. Según el informe del Euro-Canada Health Consumer para 2010, no es España sino Suecia el país que obtiene la más alta puntuación en resultados médicos; le siguen Holanda, Dinamarca, Noruega, Finlandia, Alemania, Italia, Francia... Al final de la tabla se encuentran el Reino Unido, España y Portugal.
Algunos repiten como un mantra que ya pagamos por la sanidad, y que por ello no sería justificado el copago. Pero no es más que un embuste en un país con un déficit de 90.000 millones de euros. La realidad es que la sanidad, la educación y tantas otras cosas las pagan nuestros prestamistas, que bien caro nos lo cobran. Es a los futuros españoles, que habrán de asumir nuestra deuda, a los que debemos una explicación, o tal vez a nosotros mismos, si es que finalmente somos intervenidos.
Es la hora de la verdad, nuestras mentiras no dan más de sí. Necesitamos un gobierno valiente y veraz. Las próximas semanas nos dirán si el de Rajoy lo es. Si no lo fuera, mejor será que el futuro nos pille confesados.