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Itxu Díaz

La ministra durita

Lo importante no es ser duritos, blanditos o mulliditos, sino que el Gobierno respete la libertad de cada uno para creer lo que le venga en gana.

Lo importante no es ser duritos, blanditos o mulliditos, sino que el Gobierno respete la libertad de cada uno para creer lo que le venga en gana.
La ministra de Igualdad, Irene Montero, en la rueda de prensa posterior al consejo de ministros. | Europa Press

Escribo estos días sin una mano y es en lo único en lo que me parezco a Cervantes. Lo lamento. Así, doliente y en tediosa convalecencia, me he topado con el Fary en una campaña de Igualdad y, por más que el personaje no me despierta simpatía alguna, tampoco veo necesario ultrajar de esta manera la memoria de alguien que yace bajo tierra desde hace quince años. Pero el Gobierno de la Güija está decidido a ganar todas las batallas contra los muertos. A rizar el rizo del maleficio. Y no quiere dejar un solo espíritu sin despertar de su siesta.

Y como Irene Montero se ha tomado la libertad de utilizar mi dinero para decir que ahora soy un tipo blandengue, no como hace cuarenta años, que al parecer era de titanio como los huevos de Pedro Sánchez, me tomo yo la misma confianza para hablar de la ministra durita. La que se va de viaje de fin de curso a Estados Unidos con la Pandilla Jotía y se niega a aclarar cuánto nos ha costado su fiesta de pijamas en el Falcon, porque es así de dura, y porque ella está por encima del mal y el bien. La Quebrantahuesos. La que va por el mundo perdonando la existencia a los hombres, y haciendo pagar a todas las españolas con vergüenza ajena sus demonios internos, que sospecho que nunca una mala experiencia personal de alguien del Gobierno resultó tan cansina y costosa para toda una nación.

El Ministerio de Igualdad trabaja –es un decir— sin descanso –esto es ironía neoyorquina— para enfrentar al hombre y la mujer, porque algún vendedor de crecepelo en el Consejo de Ministros ha convencido a Sánchez de que esa contienda traerá buenos frutos electorales. De modo que Montero presume a diario de haber inaugurado tal colisión de la hembra y el macho español, algo así como un nuevo acontecimiento planetario al estilo Pajín. Lo cierto es que su Ministerio ni siquiera sirve para eso, ni siquiera en ese aspecto resulta original. Desde que Adán y Eva tuvieron un buen pollo por el asunto de morder o no la manzana, damas y caballeros no hemos dejado de enemistarnos y querernos a partes iguales, porque al fin nos necesitamos y complementamos en la amalgama de virtudes y defectos que constituimos, pese a que, más allá de dignidad, libertad y derechos individuales, somos tan parecidos como un huevo a una castaña. A propósito, esa sería una buena campaña de Igualdad: "Somos increíblemente diferentes. Y gracias a Dios". Piénsalo durante un instante: sería aterrador que Scarlett Johanson fuera igual a Iceta.

Siguiendo la lógica del Gobierno, imagino que la siguiente campaña se dedicará a denigrar a las mujeres sensibles, o a las que lloran en el cine, e incluso a las que son madres de familias grandes. Después podríamos meternos con los hombres que lavan el coche los domingos en chándal –la verdad es que alguno se lo busca—, y con las mujeres que van a la peluquería antes de una cena, con las chicas que visten de rosa y no de azul, e incluso con los varones que todavía hoy –cerdos fascistas— ceden su asiento a una mujer en el metro. La lista de estereotipos idiotas es infinita, como el dinero público, y la capacidad del Ministerio de Igualdad para hacer el indio cherokee es inconmensurable, todo un caso de estudio para la ciencia del mañana.

A todas estas generaciones que están siendo reeducadas en la Guerra de Sexos 2.0. por la señora Montero, antes de que la vida se lo demuestre con jarrazos de realidad, alguien debería decirles que lo importante no es ser duritos, blanditos, mulliditos, o punzantes, sino que el Gobierno respete de una maldita vez la libertad de cada uno de ellos para ser y creer lo que le venga en gana.

Tal vez deberíamos empezar a advertírselo a quien vaya a heredar el trono de La Moncloa: por supuesto, queremos ver cerrado cuanto antes el chiringuito de la Montero, su Instituto de la Mujer, y sus Observatorios miopes, pero antes de cortar el presupuesto ministerial y revender el maletín en Wallapop, la opinión pública que está siendo bombardeada cada día con institucionales bulos de género se merece al menos una última campaña diciendo la verdad, un ataque de sinceridad: "A nosotros también nos la trae al pairo el Fary, el torito guapo, y lo que el hombre dijo o no en 1984, lo que pasa es que nos convenía que hubiera tensión. Ministerio de Igualdad. Gobierno de España".

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