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Javier Somalo

Sánchez está herido

El PSOE quiere democracia si está a su servicio, a su antojo, y siempre hay algo preparado cuando se aproxima la hora de votar

El PSOE quiere democracia si está a su servicio, a su antojo, y siempre hay algo preparado cuando se aproxima la hora de votar
Pedro Sánchez en un acto de esta semana | EFE

La Operación Naranja, de cloaca, diseñada en La Moncloa para desalojar del poder a la derecha con topos de la cúpula de Ciudadanos va dejando algún adelanto de lo que nos espera en esta primavera de enorme trascendencia electoral.

Algunos presumen de que lo de Madrid se esperaba y hasta insinúan que se buscaba ese efecto, elevando a Redondo y Bolaños a la división de estrategas napoleónicos. Descontando que la francesada al final cayó donde cayó y en el mes en que cayó, la hipótesis de trabajo sería que el PP se queda aislado con Vox y que se necesitarán como socios de verdad. Serán la ultraderecha en el Congreso, en las portadas, en las tertulias, en el cine, en los monólogos y hasta en Supervivientes.

Ese no sería mayor problema si tal coalición tuviera los votos suficientes para gobernar porque las etiquetas las sufren los débiles y si un gobierno funciona y mejora la vida real de los ciudadanos poco importa cómo lo quieran llamar los que pierden. Ofende el que puede, no el que quiere. Pero en el caso de que Redondo de veras dé cada puntada con hilo, lo que podría estar esperando es que el PP caiga en la trampa por enésima vez.

¿Dejaría Teodoro hablar a Cantó?

No albergo dudas de que si la estrategia de Redondo y Bolaños es aprovechar los complejos genoveses que no soportan tener a Vox como socio real de gobierno —siempre lo esconden detrás de Ciudadanos aunque sean igual de necesarios—, les podría salir bien.   

Pongamos un ejemplo que ni siquiera tiene que ver con Vox. Teodoro García Egea convocó a los medios —Casado parecía ese día Alfonso Armada— para anunciar que su partido abre las puertas a los desencantados de Ciudadanos. No estuvo mal como primera declaración para no revolver más la murcianada, dejando que el protagonismo lo tuviera quien en ese momento lo merecía por haberles salvado la vida en Madrid: Ayuso y su equipo más estrecho. Ahora pensemos en quiénes son esos desencantados a los que el PP abre sus puertas. ¿Dejaría Teodoro que Toni Cantó pronunciara en el Congreso uno de sus discursos anticomunistas? Si lo hiciera significaría que vuelve a admitir la batalla cultural y de las ideas, la que dejó fuera de la portavocía a Cayetana. Si la Operación Naranja ha despejado mentes lo celebraré porque sería buena noticia pero la prudencia, y ya la costumbre, aconsejan cuarentena.

Génova y su cámara periodística quisieron resaltar que Casado había pilotado desde el primer momento el ágil movimiento de Isabel Díaz Ayuso y que ese botón rojo se pulsó como en las películas, con el presidente americano dando las coordenadas y el general implorando que lo haga antes que los rusos. Yo me creo mucho más la versión española de que a Casado le dijeron que había que hacerlo sí o sí y que Casado miró a un lado, a otro, titubeó, carraspeó y cuando por fin lo autorizó ya no hacía falta, pero estaba de acuerdo. Se les había escapado Murcia pese a que en Libertad Digital estaba casi anunciado desde el fin de semana.

Pero resulta que el viernes, el Murciagate da un giro inesperado capitaneado esta vez por el secretario general y murciano del PP, Teodoro García Egea. Y en La Moncloa se quema la bocina antiaérea de tanto aullar. ¡Han traicionado a los traidores! ¡Tránsfugas! Tres de los diputados que se tenían vender para deshacer un gobierno pactado deciden no hacerlo por principios y porque firmaron el papelito con nocturnidad, al filo del toque de queda y sin aviso previo. Y resulta que por mantenerse en su posición inicial, la de un partido socio de un gobierno, son calificados de tránsfugas, de comprados. ¿Cómo habría que llamar entonces a los que siendo del partido que gobierna con el PP se van con el PSOE a firmar una moción de censura?

Madrid es ahora lo urgente y las elecciones del 4 de mayo se convierten en cabeza de puente que puede ser de enorme utilidad en Andalucía, en Galicia, en Castilla y León y quién sabe si en más comunidades y ayuntamientos. El Gobierno de Sánchez lo sabe, está herido y hará todo lo posible, todo, para que algo salga mal.

Rosa Díez dio en el clavo el viernes en Es la Mañana de Federico al denunciar que en el Gobierno de Sánchez “forzaron la máquina para que hubiera elecciones en Cataluña y ahora la fuerzan para que no las haya en Madrid”. Porque el PSOE quiere democracia si está a su servicio, a su antojo, y siempre hay algo preparado cuando se aproxima la hora de votar.

Lo cierto es que esta semana La Moncloa ha quedado en evidencia por fiarse en exceso del talento de sus asesores o por delegarlo demasiado en Inés Arrimadas. El que iba a robar el banco se queja entonces de que la caja está vacía. A partir de aquí, del fiasco murciano y madrileño, todo van a ser ataques por encima y por debajo de la mesa. Sólo hay que ver las primeras reacciones del Gobierno relatadas por Ketty Garat en Libertad Digital:

“El PP compra poder. ¿Qué tendrá que ocultar Teo para comprar poder, para comprar diputados?”.

“Así es como el PP compra poder. Compra tránsfugas, de la misma manera en que pagaban a policías para investigar a los suyos. Son los mismos que los del caso Bárcenas y la Gürtel”.

De momento, el estilo es tosco y desorientado pero ya apunta en una dirección que no tardaremos en ver convertida en portadas y tertulias políticas. Hay múltiples formas de intentar que fracase el proceso de reacción. Unas son las esperadas: “Ayuso empuja al PP a perder el centro o Madrid”, dice El País sabiendo que Casado no lo soporta. Pero así como la historia del llamado Tamayazo dio para una serie de varias temporadas, el gatillazo murciano ya ha empezado a promocionar su trailer: lo que “oculta” Teodoro, la compra de voluntades y hasta “mafias” organizadas por el PP.

Ciudadanos pierde más dignidad que escaños

Edmundo Bal dice que el PP “se ha comportado de forma mafiosa en Murcia”. ¿Y cómo habría que calificar el comportamiento del hombre de la carpeta, el tal Cuadrado, urdiendo una moción nocturna con salvoconducto monclovita para deshacer un pacto de Gobierno? ¿Cómo califica este abogado del Estado la actitud de su partido en la Asamblea de Madrid con las mociones presentadas fuera de tiempo por Más Madrid y el PSOE para que la convocatoria de Ayuso, perfectamente legal, fracasara? ¿Qué le parece a este jurista de reconocido prestigio —y lo digo sin retintín— que su partido y el PSOE, valga la redundancia, hayan omitido al TSJM que tuvieron conocimiento del decreto de disolución antes de tramitar las chapuceras y trapaceras mociones?

Y, por último, ¿defiende Bal, antaño adalid de la legalidad frente al golpismo, que valgan más unas pataletas que la potestad exclusiva de presidentes, ya sean de Gobierno central o autonómicos, para disolver cortes y asambleas? ¿De verdad Edmundo Bal puede caer en la golfada de mantener que como el BOCAM publica al día siguiente, las mociones son válidas porque ya habían llegado al registro?

Ciudadanos se ha puesto oficialmente al servicio de Pedro Sánchez con armas y bagajes y no les ha podido salir peor. Inés Arrimadas no debería dejar pasar el fin de semana sin anunciar su salida definitiva del partido. Quedan dentro personalidades de enorme valía que sabrán qué hacer con él sin perder, como otros, hasta la dignidad. El partido de la traición es el mismo, aunque ya no lo parezca, que el 6 de septiembre de 2017 sufrió en el Parlamento de Cataluña el primer golpe de Estado al no permitírseles ni hablar mientras Forcadell sacaba adelante la Ley de Referéndum.

En cuanto al PP de Génova, no sé si aprenderá la lección de que su “centro” es, en realidad, una diana a la que ya dispara hasta Ciudadanos, ese socio leal que siempre estaba por delante de Vox, mero apoyo que convenía esconder cuando no atizar hasta romper violentamente la relación.

Desconozco pues, si lo sucedido en esta semana de marzo hará recapacitar al partido que tuvo dos mayorías absolutas y se pondrá a repasar su propia historia y la de la UCD. Lo dudo mucho. Pero si así fuera, la tarea que tiene por delante en pocas semanas es intensa y cuenta con cierta ventaja porque el gobierno herido de Sánchez, en su precipitación, cometerá errores iguales o mayores que los de la Operación Naranja.

La estrategia para la derecha es tan sencilla como no caer en trampas y no tendérselas al partido equivocado. En definitiva, identificar al enemigo, que ahora hay uno más. Tanto desconfiar de Santiago y fue Inés la que llevaba el puñal… de Pedro.

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