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José Bastida

Casado, casa quiere

Y pasó lo que tenía que pasar. El contenido de Casado se impuso a la arrogancia feminista de Soraya.

La deriva política del Partido Popular desde el congreso de Valencia de 2008 ha sido constante y agotadora hasta el extremo de que su líder, Mariano Rajoy, arrojó la toalla el 1 de junio de 2018 frente a un solomillo de vaca en un restaurante próximo al Congreso, donde permaneció ocho horas velando los despojos de un partido sin fe en sí mismo, ni principios (los había laminado en Valencia) ni autoestima; gestionado por una vicepresidenta pragmática que sólo quería sobrevivir "dialogando" con la barbarie catanazi.

En ese momento, el aznarismo, ninguneado durante estos diez años, vio la oportunidad de recuperar su protagonismo en un partido herido de muerte por inanición. El ascenso de Ciudadanos y la actividad de Vox, un partido que acoge a exmiembros importantes del PP como Ortega Lara, hacía necesario que las cabezas pensantes de la fundación FAES diseñaran un proyecto de recuperación del espacio político conservador para salvar el mobiliario "popular". Solo quedaban unas siglas y una exvicepresidente, Soraya Sáenz de Santamaría, arropada por el lobby financiero del norte y los "Media bias", es decir, todo el oligopolio televisivo además del grupo Prisa, a quien salvó de la quiebra. Entonces, la casa FAES crea un prototipo llamado Pablo Casado con un pretendido perfil entre Macron y Rivera para ocupar todo el espacio centro-derecha liberal y disputarle a la exvice el poder "popular". Entretanto, la corriente del Opus Dei, siempre influyente en los destinos del partido fundado por Manuel Fraga, se pone de perfil ante el duelo al sol de julio. Feijóo, el transversal, es un ejemplo.

Y pasó lo que tenía que pasar. El contenido de Casado se impuso a la arrogancia feminista de Soraya. El discurso del primero tuvo la originalidad de que no era leído aunque se notaba que estaba muy bien ensayado en el plató. "La España de los balcones", unidad nacional", "no depender de bisagras", eslóganes muy efectivos para un líder que estaba en primera línea política cuando gobernaba Rajoy, ya que era vicesecretario de Comunicación. Supresión de impuestos, meritocracia en la administración y estado de bienestar fueron otras generalidades de un discurso que obvió asuntos tan importantes como la inmigración, el paro o el desafío nacionalista en distintas partes del Estado. La educación la despachó con un alegato a favor de la enseñanza concertada pero católica, que actúa de "lobby" económico y político camaleónico porque se adapta a cualquier sistema educativo incluso nacionalista. No hizo mención alguna sobre el "apartheid" que sufre la lengua española en diversas comunidades e hizo un brindis al sol con una frase para la historia: "tenemos que volver a enganchar a nuestros jóvenes a las disrupciones…". En definitiva, un prototipo de la casa FAES que alivia preocupaciones en distintos frentes económicos, mediáticos y políticos porque va ser más de lo mismo mientras que Ciudadanos quiere desmontar clichés, vicios y los herrumbrosos estilos de hacer política de un "stablishment" caduco. El clon de Rivera funcionó y todo ha cambiado para que todo siga igual.

Lo decía la mujer coraje Inés Arrimadas: "El PP no va solucionar sus problemas poniendo una cara nueva. Lo más sorprendente es que la campaña estuvo enfocada en ver qué candidato podría dañar más a Ciudadanos".

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