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José García Domínguez

El catalán en la tele de Franco

Justo después de la desconexión en catalán echaban los dibujos animados del súper detective Dick Tracy. Qué subversiva es siempre la memoria en España

Justo después de la desconexión en catalán echaban los dibujos animados del súper detective Dick Tracy. Qué subversiva es siempre la memoria en España
Núria Feliu | Archivo

Yo tenía 14 años el día que traspasó el dictador. Se mire como se mire, una mala edad. Demasiado joven para aspirar a colocarme en el 82, cuando el inmenso chollo generacional de nuestros hermanos mayores, los que pillaron el viejo Estado enterito en sus manos y se lo repartieron a placer tras la llegada del PSOE de Felipe y Guerra a la Moncloa, todo ello antes de poner la preceptiva silicona en las cerraduras de las puertas de los despachos oficiales a fin de que no pudiera entrar nadie más en los siguientes tres lustros. Y demasiado viejo a efectos de no conservar una cierta memoria personal y directa de cómo había sido en verdad la España del último cuarto de hora del Régimen. Lo dicho, muy mala edad.

La semana pasada nos dejó Núria Feliu a los ochenta y tantos, artista que tuvo la cada vez menos frecuente lucidez de saber apartarse de la fama y del candelero justo cuando tocaba, y que nunca después se dejó tentar por esa droga tan dura y adictiva de los micrófonos y los escenarios. La Feliu fue la cantante pionera que introdujo el género del jazz vocal en lengua catalana, novedad estilística a la que los niños locales de mediados de los sesenta tuvimos acceso directo gracias a la televisión de la época, a la televisión de la época del general Francisco Franco por más señas.

Así, me recuerdo a mí mismo a media tarde —la programación de la tele de Franco en idioma catalán siempre era a media tarde— de un día cualquiera escuchando algún recital de Núria Feliu (o de Guillermina Motta o de Pere Tapies o de Lluís Llach. Sí, sí, de Lluís Llach) mientras esperaba que mi madre viniese con la merienda, primero, y, segundo, que aquello se acabara rápido. Y no porque mi anticatalanismo fuera muy acusado ni mucho menos militante a la edad de siete u ocho años, sino porque, justo después de la desconexión en catalán echaban, ya en la programación nacional, los dibujos animados del súper detective Dick Tracy, que era lógicamente el asunto que me convocaba a mí ante la pantalla. Ah, qué subversiva es siempre la memoria en España.

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