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José García Domínguez

La CUP y los Monty Python

La legislatura que ahora empieza, como nunca podría ser de otro modo con esa tropa de chiruqueros iluminados de capital de comarca, será breve, pero seguro que entretenida.

La legislatura que ahora empieza, como nunca podría ser de otro modo con esa tropa de chiruqueros iluminados de capital de comarca, será breve, pero seguro que entretenida.
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En Cataluña, más de lo mismo, o sea, más de lo de siempre. Y es que el funcionamiento de la Generalitat, administración pública con superior presupuesto y número de empleados que una fracción significativa de los países miembros de la ONU, va a depender de la CUP, lo más parecido que existe en el mundo real al Frente de Liberación de Judea que inmortalizaron los Monty Python en La vida de Brian. La legislatura que ahora empieza, como nunca podría ser de otro modo con esa tropa de chiruqueros iluminados de capital de comarca, será breve, pero seguro que entretenida. Como decimos en Barcelona, el espectáculo puede ser para alquilar sillas. Y no sólo porque la teórica extrema izquierda anticapitalista y súper revolucionaria oriunda del agro local haya convertido en su principal seña de identidad política el apuntalar en el poder siempre, una y otra vez, a los muy clasistas hijos putativos de Jordi Pujol, el banquero-ladrón fundador de la derecha doméstica. 

También puede ser para alquilar sillas porque la alegre y combativa muchachada tractoriana del Frente de Liberación de Judea obligará a Aragonès a amenazar muy seriamente al Estado con una pistolita de agua. Un eventual referéndum bis no sería más que eso: una ridícula pistolita de agua. Primero, porque llevarlo a la práctica exigiría convencer a mucha gente como el policía Trapero, quien ya demostró una vez que no es por entero idiota, para que se juegue la nómina y los recibos de la hipoteca en otra aventura del Tebeo. Pero, sobre todo, porque tanto el referéndum unilateral como la declaración de independencia igualmente unilateral son ahora mismo no papel mojado, sino papel quemado. Todo el mundo, empezando por los propios separatistas, parece haber olvidado que el Parlamento de Cataluña, instantes antes de la muy heroica huida de Puigdemont y su corte de los milagros, votó una declaración solemne de independencia con el resultado de que no la reconoció ni el gato. Y, merced a los bobos solemnes del PP, también se hizo un referéndum con idéntico resultado. Ni un miserable apoyo internacional, ni uno. Tienen una pistolita, sí, pero ahora sabemos que es de agua.

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