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José T. Raga

Eso ya es otra cosa

Nunca el presidente del Gobierno podrá acordar o reconocer la segregación o independencia de Cataluña sin un referéndum previo para todos los españoles

Siempre satisface a uno ver muestras de racionalización en la irracionalidad. Es decir, que la irracionalidad, al menos, sea congruente con la racionalidad del despropósito en el que se sustenta. Esa fue la consideración a la que me condujo la arrogante advertencia del portavoz (me gusta más la literalidad del término italiano portapalabra, pero voy a dejarlo así, como si la voz implicase algo que decir) aragotalán, aragonés por nacimiento y catalán por adopción, el señor Duran Lleida.

La advertencia al presidente del Gobierno era nítida y, aunque parca, sí suficientemente expresiva como para no dejar dudas de su intención, claramente amenazante. No creo que sea textual, aunque tampoco se alejará mucho de la cita fidedigna, la amenaza del diputado al presidente, y con él a toda España (también a los catalanes, y si no ya lo verán), de que, si no actúa –se sobreentiende que como ellos quieren– "habrá declaración de independencia".

Ante esa proclama, no tuve más remedio que aceptar que eso ya es otra cosa. Al menos han abandonado el proyecto político consistente en que el círculo sea cuadrado, basado en el resultado de una consulta que a mí, personalmente, me trae al fresco, y pienso que a los convocadores también. Esto de Durán, francamente, ya tiene más sentido. Otra cosa es el final, pero el camino de la autoproclamación es coherente con el propósito de una Cataluña independiente, que constituye, en sí mismo, la totalidad de un programa de gobierno.

Yo veo la cosa de la siguiente forma: sea cual fuere el resultado de la consulta, por eso digo que me trae al fresco lo que pase en ella (así fuera el 99 % de la población residente en Cataluña, por no exagerar), nunca, repito, nunca el presidente del Gobierno podrá acordar o reconocer la segregación o independencia de Cataluña sin un referéndum previo para todos los españoles, de cuyo resultado quedasen sin efecto los principios de unidad que, aprobados por todos los españoles (también los catalanes), conformaron una Constitución para una Nación española, soberana y libre.

Por eso digo que las palabras de Duran Lleida me muestran un camino más claro desde el punto de vista procesal. Además, Cataluña ya tiene experiencia de proclamaciones unilaterales, que es como se hacen las cosas, por lo que el pacto pretendido, basado en una consulta estéril, carece de sentido. En otro orden de cosas, a Cataluña le gusta celebrar las derrotas (ahí tienen la Diada), con lo que, de salirles mal, tendrían una nueva oportunidad para el festejo.

Ahora bien, que todo lo que tenga que decir el pueblo catalán se cifre en algo más de nueve mil millones de euros me parece una forma bastarda de insultarle. Ya sé que nos gustan las pelas, pero hasta esos extremos, de ponerlas revueltas en el mismo cesto, lo considero atentatorio contra la dignidad de un pueblo que, según sus gobernantes, quiere ser independiente.

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