Menú
José T. Raga

Las pseudociencia, al acecho…

El presidente Trump, una vez más, ha optado por una decisión que, a buen seguro, resultará controvertida.

No es una afirmación concluyente sino simplemente una hipótesis de cálculo, o una probabilidad, conocidas las artes de que quienes lideran el ambientalismo y sus resultados en situaciones, si no idénticas, sí muy semejantes.

Sin ánimo de ofender, llamo pseudociencia a un entorno con pretensión de científico cuya relevancia y prevalencia no lo es tanto por garantías de la verdad descubierta, siguiendo las propias exigencias del método y el rigor de las investigaciones, sino por el respaldo de personas e instituciones que quizá puedan obrar en función de intereses muy dispares.

Si tomamos en consideración el concepto de ciencia, y sobre todo en las ciencias experimentales, resultaría que ciencia es el conocimiento cierto y evidente adquirido por demostración. Así, por ejemplo, sería un principio científico indiscutible el enunciado por Isaac Newton en su formulación de la ley de la gravedad o de la gravitación universal.

A cualquiera que esté dispuesto a poner en duda la validez del principio le bastará experimentar en su propio cuerpo –masa– la veracidad del mismo, enunciado en el siglo XVII, o, por el contrario, el autor inglés habría estado equivocado, embaucando en su equivocación a propios y extraños durante siglos.

Otra de las características del saber científico es que lo es o no lo es con independencia del respaldo que se le ofrezca, más aún si los que apoyan su carácter están unidos por intereses u objetivos, al margen de la grandeza del propio hallazgo del conocimiento. De aquí que cualquier formulación científica permanecerá permanentemente abierta a la contrastación, o a la contradicción, para que de las evidencias aportadas resplandezca la verdad científica.

Encerrar la ciencia en un club, por selecto que sea, es negar su propia esencia. Una negación tan determinante como la que cabría afirmar si la verdad, de la ciencia o de los hechos, se decidiera por los votos a favor o en contra de cualquier órgano, en lugar de por la probatura de su veracidad.

El presidente Trump, una vez más, ha optado por una decisión que, a buen seguro, resultará controvertida. ¿Hasta dónde? No soy capaz de hacer pronósticos, porque los acontecimientos semejantes en el pasado nunca estuvieron ligados con el presidente del país más poderoso de la Tierra.

Me refiero a su reciente nominación del señor Scott Pruitt como administrador de la Agencia de Protección del Medioambiente. ¿Qué tiene de especial la noticia? En principio nada, salvo que el Sr. Pruitt pone en duda que las emisiones de CO2 sean las determinantes del calentamiento global. Versión científica ésta que defienden agresivamente el IPCC –Intergovernmental Panel on Climate Change–, es decir, las Naciones Unidas, y la NASA, entre otros.

Los resultados de la agresividad de éstos con quienes han osado discutir sus postulados –universidades, centros de investigación, organismos públicos e instituciones privadas– son bien conocidos: ignominia e infamia para quienes dudaron de la verdad oficial.

¿Ocurrirá lo mismo con el Sr. Pruitt? Estaremos atentos.

Temas

En Internacional

    0
    comentarios