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José T. Raga

Madrid recibe a su nuevo arzobispo

Don Carlos llega con la humildad que le caracteriza, silenciosamente, esperando que la gracia de Dios le ayude a hacer el trabajo que debe.

Don Carlos llega con la humildad que le caracteriza, silenciosamente, esperando que la gracia de Dios le ayude a hacer el trabajo que debe.
El arzobispo de Madrid, Carlos Osoro Sierra. | EFE

A las doce horas del sábado 25 de octubre daba comienzo, en la Santa Iglesia Catedral Metropolitana de Santa María la Real de la Almudena, la Misa en la que el Nuncio de Su Santidad en España, Mons. Enzo Fratini, haría entrega de las Letras Apostólicas para que por el Canciller Secretario se mostrasen al Colegio de Consultores y, tras su lectura y aceptación, procedería mediante la entrega del báculo por un diácono, a abandonar la cátedra episcopal, que hasta ese momento había ocupado en representación del Santo Padre, para que el nuevo arzobispo tomase posesión, sentándose en ella.

Desde ese instante, Madrid goza, por decisión del papa Francisco, de un nuevo obispo –Arzobispo Metropolitano–, S. Ex. Rvma. Mons. Carlos Osoro Sierra (Castañeda –Cantabria– 16.05.1945). El templo se había vestido para atender las necesidades previstas para la ocasión. Sus generosas dimensiones se habían visto desde el amanecer agrandadas por unas cuatro mil sillas, sembrando el espacio de la plaza de la Almudena –el que separa el propio templo Catedralicio de la Plaza de Armas del contiguo Palacio Real– que repletas de fieles pudieron seguir la ceremonia a través de una pantalla gigante colocada al efecto.

Con el exigible rigor litúrgico se desarrolló la celebración, presidida por el señor Arzobispo y concelebrada por más de setenta Cardenales, Arzobispos y Obispos, por el Cabildo catedralicio y por un número no fácil de precisar de sacerdotes, que testimoniaban con su presencia el afecto fraternal con el nuevo titular de la sede matritense.

Don Carlos llega a Madrid con la humildad que le caracteriza, silenciosamente, esperando que la gracia de Dios le ayude a hacer el trabajo que debe y para el que ha sido designado, pero precedido de una trayectoria abundante en frutos pastorales que si, en términos del mundo tuviéramos que relacionarlos, no encontraríamos espacio suficiente para ello.

Desde aquella Torrelavega, en su tierra natal, donde iniciara su ministerio presbiteral hasta las diócesis que se han visto favorecidas por su pontificado de Orense, Oviedo y la inmediata anterior en el tiempo, Valencia, son testigos elocuentes de ello.

El Papa Francisco, en sus Letras Apostólicas, destaca bien las razones de su elección para la Archidiócesis de Madrid. Textualmente, dice el Papa que "... oído el consejo de la Congregación para los Obispos pensamos que se hace óptimamente si te encomendamos regirla a ti, Venerable Hermano, dotado de las requeridas dotes de mente y de corazón y gran experto en las tareas pastorales...".

Así es nuestro Arzobispo. Hombre de mente clara, finura conceptual, sencilla argumentación capaz para todas las capacidades comprensivas, de estilo directo fundamentado en la gran firmeza de su fe, de corazón abierto y ansioso en el compartir –con los cercanos, pero más aún con los alejados– hombre de paz, evitando siempre la confrontación, su capacidad de amar desborda, si así pudiera decirse, su propia humanidad.

Gusta el nuestro Arzobispo del contacto inmediato e informal con las personas, niños, ancianos, mujeres y hombres, creyentes y los que no lo son, y sobre todo, sus esfuerzos ímprobos se subliman para alcanzar a los más necesitados: a los enfermos, a los pobres y excluidos, a los que sólo pueden esperar, eso, testimonios de amor, porque el mundo les ha negado todo lo demás.

Madrid es una ciudad más compleja de lo que fue Valencia, pero estoy seguro que tratará de no privarse de ello: el placer de encontrarse con la gente en sus paseos por calles y plazas, abierto a hablar hasta cuando alguien, confuso, le increpaba y que tornó la ofensa pretendida en fidelidad a él y a la Iglesia.

Ese es Don Carlos, a quien también nos lo podíamos encontrar comprando espuma de afeitar o un par de calcetines, en un gran centro comercial. Un prelado sencillo que ni siquiera toleraría que su sencillez resultase ostentosa. Cuando ya se conoció la elección del Santo Padre para la diócesis matritense, más de alguno se ofreció a ayudarle para preparar la mudanza, a lo que su respuesta, con la sonrisa de quien mantiene la inocencia como base de su comportamiento, fue: "os lo agradezco de todo corazón, pero si no tengo más que la sotana y los libros...".

¡Bienvenido seáis, señor Arzobispo a esta diócesis de Madrid que os recibe con la esperanza de la oveja que se sabe guiada por el buen pastor! También encontraréis aquí quienes, desde el principio, os abrirán el corazón, porque Vos, Don Carlos, carecéis de oscuros recovecos o dobleces empolvadas que haya que escrutar. Desde el principio sois amor, benevolencia, cordialidad, servicio, compromiso y tesón y laboriosidad, como pocas veces se dan en el ser humano.

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